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JUDE

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JUDE

No sé por qué, ni si quiera sé el qué, pero llevo diez minutos amasando una bola de harina y huevo.

En realidad, podría decir el por qué, es ella. Últimamente todo parece girar al rededor de ella.

La chica de cabello rubio y ojos azules que está tras la pantalla de mi móvil lleva media hora dándome instrucciones para poder hacer una pizza al microondas, pero soy sincero hace tiempo que he dejado de seguir las instrucciones porque no puedo parar de fijarme en ella y en cada una de las expresiones que hace.

Lleva el pelo recogido en un moño, y un delantal rosa que la hace parecer una concursante de Masterchef. Y, aunque he intentando charlar con ella sobre lo que me contó de la discográfica, está demasiado emocionada por cocinar como para hacerlo o, quizás, no quiere hablar de eso.

El otro día fingió que le daba igual lo que dijesen, que solo le importaba el contrato, pero creo que sí que le afecta. Ella no se da cuenta, o eso quiero creer, pero cada vez que habla de eso se peina el flequillo ansiosamente. Creo que es una especie de auto reflejo que tiene cada vez que miente o cada vez que algo la pone en una situación incómoda, pero sin duda lo hace sin querer, es demasiado inteligente como para mostrarlo queriendo.

—¿Estás segura de que esto no se va a chamuscar en el microondas?

—Por quinta vez, no.—sonrío al notar su voz irritada por mi insistencia.—Es una masa especial, por eso hemos usado esa harina tan cara.

Me muerdo la lengua para no decirle que, en realidad, yo he comprado una harina normal porque era lo único que había cerca, pero me callo, mientras el microondas no explote.

—¿Crees que es sano usar tanto queso?—bromeo al ver que derrama media bolsa en su pizza.

Emma me mira y entrecierra los ojos, luego suspira y habla.

—No todos somos futbolistas que deben de mantener su dieta.—suelta.—Solo soy una chica con necesidad de queso para seguir sobreviviendo.

—¿El queso es lo único que necesitas para sobrevivir?

—Y también el chocolate blanco.—añade riendo.

—¿No me digas que te gusta esa basura?—pregunto llevándome una mano al pecho.

—¿Acabas de llamar basura al chocolate blanco?—Emma abre la boca exageradamente, pero aún así no puede esconder como sus mofletes se hinchan preparados para reír y, esa acción, me hace soltar una pequeña risa.—Te voy a cortar.

New Romantics | Jude Bellingham Donde viven las historias. Descúbrelo ahora