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JUDE

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JUDE

«Si pierdes el control una vez, no habrá vuelta atrás, Jude.»

La frase que mi abuelo me decía cuando apenas tenía diez años se repite en mi cabeza sin parar, como si tenerla a ella entre mis brazos fuera perder el control. Sé que, en parte, lo pierdo con ella, desaparece la ansiedad y la perfección que tengo que tener todo el rato, ¿pero qué tan bueno era eso? Tenía que estar a ralla, no podía salirme del carril porque entonces no podría volver a entrar. Sin embargo, no podía evitarlo, me miraba y todo desaparecía, y quizás ese era un problema, pero ahora mismo no quería verlo.

Había dormido bien por segunda vez en meses, la primera fue el otro día, cuando se quedó a dormir en mi casa, y esta ha sido sin duda mucho mas placentera, por múltiples cuestiones, pero sobretodo porque ya no parece estar avergonzada de tenerme cerca. Su cabeza está apoyada en mi pecho y respira tranquilamente, no tiene pinta de querer despertarse pronto, y me gusta, me gusta que ella se sienta tan tranquila como yo.

Estaban siendo unos capullos con ella,  así que sé, que aunque no me lo cuente todo, está preocupada. No había escuchado su nueva música, pero no me hacía falta hacerlo para saber que si no les gustaba eran unos idiotas. Y, estoy seguro, de que su tristeza de ayer en la fiesta era debido a eso, pero en cuanto llegamos a su casa parecía bien, sonriente, graciosa, sexy, así que no quise preguntar nada.

Alargo mi mano hacia la mesilla, donde anoche dejé mi móvil.
Suspiro al ver que son las diez, debería de irme al gimnasio para estar apunto para el entrenamiento de esta tarde, el Sábado jugamos contra el Barça y no puedo fallar.

Pero Emma parece no tener interés de despertarse ni ahora, ni nunca. Parece un bebé al que le acaban de dar de comer y está plácidamente dormido. Y tampoco me puedo ir sin avisarla, sería un gilipollas por acostarme con ella e irme sin avisar, no iba a hacer eso, me importaba como para hacer eso.

—Emma.—susurro pasando mi mano por los pelos que recorren su frente.—Emma.—vuelvo a hablar, un poco más fuerte, pero ni siquiera sé inmuta, así que suspiro.—Please.

Agito un poco el brazo sobre el que ella está tumbada y eso hace que arrugue la frente mientras esconde su cara en mi cuello. Está despierta.

—Emma, me tengo que ir.

La rubia gimotea y suelta unas palabras indescifrables mientras se agarra a mi cintura.
Mi piel se pone de gallina al sentir su respiración agitada, cierro los ojos. Estar en el paraíso debe de ser algo así.

—Es temprano.—susurra sin abrir los ojos.

—Son las diez.

New Romantics | Jude Bellingham Donde viven las historias. Descúbrelo ahora