MATA AL MENSAJERO (I)

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Elsa Dutton despertó al amanecer, la luz del sol filtrándose a través de las ventanas de la casa de invitados, que era pequeña y acogedora. Cada nuevo día era un pequeño triunfo, un paso hacia la normalidad, aunque la cicatriz en su pecho aún no había sanado, recordándole constantemente el dolor que había atravesado. La noche anterior había dormido mejor, gracias a la conversación con Rip. Habían acordado mantener en secreto la marca que había hecho en un momento de desesperación; por ahora, era mejor así.

Se vistió rápidamente, el fresco aire matutino invitándola a salir. Al bajar las escaleras, la casa parecía vacía y silenciosa, un eco del vacío que dejó la ausencia de Lee. Cada rincón le recordaba las risas y las bromas que solían compartir, y aunque la tristeza todavía pesaba en su corazón, se esforzaba por encontrar su lugar en el rancho, en la vida que continuaba a su alrededor.

Cuando llegó a la zona de los establos, vio a su padre, John Dutton, luchando por montar el caballo que Jaime le había regalado. Era un animal salvaje, de espíritu indomable, que no parecía estar de acuerdo con la idea de ser montado. Elsa contuvo la risa al observar a su padre caer al suelo tras un intento fallido de domarlo.

—¡Menudo regalito! —comentó Rip, que había estado observando con una sonrisa burlona en el rostro. Su mirada se desvió hacia Elsa, quien estaba apoyada en la valla, disfrutando del espectáculo. La preocupación que sentía por ella se reflejaba en sus ojos, pero su tono era ligero, como si intentara sacarla de la tristeza que aún la envolvía.

—Maldita sea ese bicho —masculló John, volviendo a intentarlo, la determinación brillando en su rostro. Se volvió a montar, el caballo encabritándose una vez más, lanzando al patriarca de la familia al suelo.

Elsa sintió una mezcla de preocupación y diversión. Sabía que su padre era terco, pero ver cómo luchaba contra el caballo también le recordaba que, a pesar de su fuerza, no podía controlar todo. Se acercó un poco más a Rip, quien la observaba con atención. Él le hizo una pregunta silenciosa con su mirada, y ella respondió con un leve movimiento de cabeza, indicando que se sentía un poco mejor. A pesar de la carga emocional que llevaba, había momentos en que se sentía como la misma mujer que había sido antes.

—¡Papá, cuidado! ¡Va a tumbarse! —gritó, instintivamente al ver que el caballo se alzaba nuevamente. John, al darse cuenta del peligro, se sujetó con más fuerza, intentando mantener el equilibrio. Pero la montura era indomable, y en un momento de distracción, se encontró nuevamente en el suelo.

Rip se rió entre dientes mientras observaba la escena. John, todavía decidido, se levantó rápidamente, la frustración en su rostro.

—Es un hijo de puta —murmuró Rip, refiriéndose al caballo con una mezcla de respeto y exasperación. —Mételo en el río con el agua hasta el pecho, a ver si corcovea...

—No, no... este podría sorprenderte... —respondió Elsa, recordando historias de vaqueros que habían logrado domar a los caballos más indomables.

—¿Quieres que lo intente yo? —ofreció Rip con una sonrisa traviesa.

Elsa sonrió, disfrutando del banter entre los dos hombres. A veces, le fascinaba el respeto que Rip mostraba hacia su padre. No era algo que todos podían ofrecer; había una historia de lealtad y respeto entre ellos que se extendía más allá de las palabras.

—Este trabajo es para un joven con huesos de goma —bromeó ella, tratando de desviar la atención de su padre sobre el caballo, cuya furia parecía estar imparable.

—Ni se te ocurra —advirtió John, lanzándole una mirada seria. Pero había un destello de diversión en sus ojos que le recordaba a Elsa que, a pesar de su gravedad, siempre había un lugar para la diversión en el rancho.

The Dutton's Diamond - Rip WheelerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora