AMANECER

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Aquella mañana el sol brillaba más de lo que podía recordar. Sentía un ligero zumbar en su cabeza. Tenía claro que se había pasado con las copas de whisky que había tomado con Lee cuando llegaron a la cabaña que compartían después de la cena con el resto de la familia en la casa principal.

Palpó su cama y se dio cuenta de que ni siquiera se había molestado en deshacerla para meterse dentro y dormir plácidamente. Maldijo a Lee una vez más. Al menos había sido capaz de ponerse el pijama... la parte de atrás.

Suspiró mientras se levantaba intentando dejar de lado la resaca que parecía que iba a acompañarla a lo largo de aquel día y darse una rápida ducha. Cuando termino de despertar gracias al agua, ni siquiera se molestó en cubrirse con una toalla. Salió, cogió sus vaqueros, sus botas y su camisa de cuadros verde favorita y tras vestirse se fue a la cocina para ponerse un café.

— ¡Cielo Santo, Elsa! Parece que te haya pasado un tráiler por encima...

— ¿Y quién demonios tiene la culpa? Tú y tu manía de liarme hasta las tantas —el mayor de los hijos de John Dutton miró a la rubia con cara divertida.

Como ofrenda de paz, le entregó una tostada con mermelada de cereza que se estaba preparando. Ella alzó una ceja. Odiaba las mermeladas... pero su cuerpo se lo agradecería. El mayor la miró con cariño mientras ella se comía el pedazo de pan y lo mezclaba con el café solo que se estaba tomando.

— ¿Lista para otro día, vaquero?

Elsa dejó escapar un carcajada mientras se levantaba y recogía la mesa y dejaba un beso en la frente del mayor.

— En serio Elsa, voy a pensar que tienes otras intenciones conmigo.

— Más quisieras, Dutton —continuó ella la broma—, pero creo que el Gran Jefe nos mataría antes.

— ¿Tanto miedo le tienes a papá?

Ella le miró de manera seria.

— No me pienso acostar con mi hermano, idiota.

Ambos soltaron una carcajada. Lee era el mayor, quizás uno de los que más responsabilidades tenía, y Elsa era la más pequeña de la familia Dutton —exceptuando al hijo de Kayce—. Ambos compartían la casa de invitados, uno porque quería tener su propio espacio sin la mirada constante del patriarca familiar, y la otra porque a ojos del mundo era uno de los vaqueros del Yellowstone.

— Vamos a trabajar, idiota.

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El día había sido duro y Elsa necesitaba un descanso. Ni siquiera pensó en avisar a Lee o al capataz, simplemente cogió su caballo y dio media vuelta hasta la casa principal. Ademas, Jaime estaría a punto de llegar con los resultados del juicio.

Le gustase al mundo o no, ella era una Dutton, sabía hacer su trabajo y también sabía que si las cosas no habían ido como esperaba John, tendría que evitar que le saltase al cuello al idiota de su medio hermano abogado.

Cuando llego vio a John intentando curarse un corte que tenía en la cabeza, darse los puntos en el lugar correcto.

— Anda, déjame a mi —le dijo acercándose a él.

— A Evelyn esto siempre se le dio mejor... igual que a ti.

Ella sonrió. No recordaba nada de Evelyn, solo lo que sus hermanos contaban de ella, y de como pese a no ser su madre la había comenzado a criar como una hija más. Elsa había sido un desliz, una aventura que tuvo John con una mujer tras una fuerte discusión con su esposa dos años antes de que esta falleciera, y así, en abril de 1996 Elsa apareció en su vida. Su madre había muerto al dar a luz y si John no se hubiera hecho cargo de la pequeña, a saber donde habría acabado.

The Dutton's Diamond - Rip WheelerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora