MEMORIAS

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La noche había caído silenciosa sobre el vasto paisaje del rancho Yellowstone. El aire fresco de las montañas se colaba por las ventanas entreabiertas de la casa de invitados, donde Elsa Dutton yacía tumbada en su sofá, absorta en la monotonía del zapping. En sus manos sostenía el control remoto, navegando sin rumbo fijo entre decenas de canales, nunca deteniéndose más de tres minutos en ninguno. Ni las series ni las películas lograban capturar su atención. En realidad, nunca había sido de esas personas que se enganchan a la pantalla; siempre había preferido perderse en las páginas de un buen libro o en los trazos de un pincel.

Sus pensamientos, más que en la televisión, vagaban por los cuadros inacabados en su estudio improvisado, las acuarelas secándose sobre el caballete y la promesa de una beca que había llegado sin previo aviso. Había terminado el equivalente al bachillerato de artes plásticas, y ahora el futuro se extendía frente a ella como un lienzo en blanco. La prestigiosa Escuela de Arte de Nueva York había enviado una carta inesperada, otorgándole una plaza. Uno de sus profesores, impresionado por su trabajo, había enviado algunas de sus pinturas a la escuela sin que ella lo supiera, y ahora le ofrecían la oportunidad de perseguir su sueño en la gran ciudad. Pero para Elsa, esa oferta no era solo una beca; era una encrucijada.

Suspiró mientras se levantaba del sofá, el crujido del cuero resonando en la habitación vacía. Caminó hacia la cocina en busca de algo que le ayudara a calmar la mente. "Quizás un batido de chocolate," pensó. Era tarde, pero sabía que Lee, su hermano mayor, pronto llegaría de su ronda por el rancho. La rutina del Yellowstone era predecible para los Dutton, y aunque sus hermanos a menudo se dejaban consumir por las responsabilidades y tensiones del rancho, Lee siempre encontraba el tiempo para compartir una cena rápida con ella, como un silencioso pacto entre hermanos.

Mientras mezclaba la leche con el cacao en polvo, sus pensamientos volvían al sobre que aún reposaba en su mesa, esperando una respuesta. No había querido decirle a Lee sobre la beca. No aún. Irse de Yellowstone no era una decisión que pudiera tomarse a la ligera. No después de todo lo que la familia había vivido, especialmente desde que Kayce, su otro hermano, había decidido dejar el rancho y trasladarse a la reserva india. Su partida había dejado un hueco en la familia, un vacío que a veces se sentía como una grieta que seguía extendiéndose, desgarrando la relación entre los Dutton poco a poco. Apenas veía a Kayce ahora, y casi no conocía a su pequeño sobrino, Tate.

La cocina permanecía en un silencio interrumpido solo por el suave ronroneo del frigorífico. Mientras removía el batido, su mente seguía jugando con las posibilidades. En Nueva York, podía exponer sus cuadros, vivir entre artistas, aprender de los mejores. Pero ¿qué significaría dejar Yellowstone? Dejar a su padre, John Dutton, y todo lo que él había construido con tanto sacrificio. Él ya había perdido a un hijo cuando Kayce se fue, y aunque nunca lo dijera en voz alta, Elsa sabía que eso le dolía profundamente. Lee, su orgullo, estaba aquí, pero ¿qué pasaría si ella también se iba? ¿Podría su padre soportar otra pérdida?

Volvió al sofá, esta vez con el batido en la mano, y se dejó caer en los cojines con un suspiro. Sus ojos recorrieron la habitación como buscando respuestas en las sombras. No era la primera vez que se preguntaba si su vida debía continuar en el rancho, siguiendo el legado familiar, o si su destino estaba en otro lugar, lejos de la tierra que conocía cada rincón de su alma.

De pronto, el sonido de las puertas del porche al abrirse la sacó de sus pensamientos. Lee había llegado, con el polvo del rancho cubriéndole las botas y el rostro cansado pero tranquilo.

— ¿Ya es hora de cenar? —preguntó Lee, asomando la cabeza con una sonrisa cansada pero sincera.

Elsa asintió, dejando el batido sobre la mesa y dirigiéndose a la cocina. Mientras buscaba qué preparar para su hermano, el dilema seguía pesando en su mente. Le diría lo de la beca, pero no esa noche. Tal vez después, cuando el momento fuera el adecuado. O tal vez seguiría posponiéndolo, esperando que la respuesta llegara por sí sola.

The Dutton's Diamond - Rip WheelerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora