Traición

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El joven cirujano yacía en la cama, desnudo, con la respiración agitada y sudando, mientras sobre su cadera una joven se balanceaba una y otra vez sobre su pene.

Usagi no podía creerlo. No quería creerlo.

Darien estaba ahí, teniendo sexo con otra mujer.

La estaba engañando.

La estaba traicionando.

Estaba rompiendo cada juramento que habían hecho. Estaba rompiendo su alma. Estaba haciendo añicos su corazón.

Las piernas no le respondían.

Ellos no se dieron cuenta de su presencia hasta que gritó su nombre con tanto dolor que estaba segura no podría volver a pronunciar palabra. El pecho le dolía, las pesadas lágrimas que salían de sus ojos, dejaban un camino doloroso sobre mis mejillas. Sentía que esas lágrimas eran navajas que cortaban su piel. No podía respirar, sollozaba con desesperación tratando de que los pulmones recibieran suficiente aire.

Vio como aquella mujer desconocida, saltaba de la cama tomando la sabana para cubrirse.

Claro, ahora el pudor le importaba.

— ¡¿Usako?! — gritó Darien mirándola aterrado. Se puso en pie sin importarle que su miembro aún seguía erecto. Al igual que la chica, tomó lo primero que encontró a su paso y trató de cubrirse.

— ¿Cómo pudiste?— la pregunta solo fue un susurro, ahogado por el llanto que no podía controlar.

Darien corrió hasta ella y se inclinó tratando de sujetarla por los hombros.

— ¡Usako! ¡Puedo explicarlo! ¡No es lo que parece!

¿Qué no era lo que parecía? ¿De verdad iba a utilizar esta estúpida excusa? ¿Qué tan imbécil creía que era?

Una ira abrazadora, surgió desde el fondo de su estómago, dándole una patada en el trasero al Dolor, y dejándolo imposibilitado de momento en el piso. Fue ella, la Ira, la que le dio las fuerzas para ponerse de pie y empujar a Darien lejos de ella.

— ¡NO ME TOQUES!

— Usako… esto — Darien miró a la joven en el otro extremo de la habitación, y tronando los dedos le ordeno que se fuera.

— No. No la corras. Sigan haciendo lo que… la que se va soy yo. No quise interrumpirlos.

Usagi iba a salir con la frente en alto. No iba a permitir una humillación más. Pero cuando se di la vuelta, Darien la sujetó fuertemente por el brazo impidiendo su partida.

— ¡SUÉLTAME! — le exigió tratando de liberarse.

Pero él solo apretaba más.

Usagi comenzó a golpearle el brazo sin hacerle daño aparentemente.

— ¡Lárgate! — le dijo él a la chica que ya se había colocado la ropa interior, y recogía su ropa regada por el piso.
Sin decir nada, la chica paso a un lado de ellos y se marchó.

Darien cerró la puerta de la recamara y la lanzo sobre la cama.

Asco.

Fue lo único que Usagi pudo sentir en el segundo que su piel tocó aquellas sabanas manchadas. Sabanas en las que Darien le había hecho el amor a otra. Los testigos silenciosos del engaño.

¿Desde cuándo? ¿Cuánto tiempo tenia engañándola?

Usagi se puso de pie de inmediato tratando de salir de nuevo, pero Darien se interpuso en su camino.

— Amor, por favor.

Sus palabras fueron como puñales que regresaron a la vida el dolor.

— ¿Cómo pudiste?

— Usako…

— ¡NO ME TOQUES! — había intentado abrazarla. Era un sínico, sobre su piel aun corría el sudor y pretendía acercarse a ella.

— Vamos, Usako, no es para tanto. Solo fue una ventura. No significa nada para mí. Sabes que yo te am…

— ¡NO! ¡NO LO DIGAS!— la Ira estaba de regreso — ¡NO QUIERO ESCUCHAR MÁS TUS MENTIRAS! ¡SE ACABÓ! ¡NO QUIERO VOLVER A VERTE!

— Oh vamos, amor. No puedes decir eso. Sé que cometí un error. Minúsculo por cierto.

— ¡¿MINÚSCULO?! — Usagi tenía que irse de ahí cuanto antes. El dolor estaba comenzando a aflorar de nuevo, y la debilidad quizá haría acto de presencia pronto. Apretó los puños tratando de contenerse. No permitió que las palabras salieran de su boca. Las tragó y al bajar por su garganta sintió como le cercenaban el pecho. Quizá, la “Usagi” de algunos años atrás, se hubiera derrumbado en ese mismo momento, pero ella ya no era esa chica. Y sabía que para esto no había una explicación que lograra justificarlo.

Pero, no por eso dejaba de doler.

Reunió valor para mirar a Darien a los ojos. Su mueca parecía de arrepentimiento, pero en sus ojos había indiferencia.

— No quiero volver a verte en mi vida — dijo la chica apretando los dientes, resistiéndose a soltar el llanto delante de él.

Dio media vuelta, pero Darien la sujetó nuevamente por el brazo.

— No puedes estar hablando enserio — en respuesta recibió una mirada llena de furia — ¿Mandaras nuestro futuro a la mierda solo por esto? ¿Piensa en Ryni?

Usagi tragó saliva pero, el nudo en la garganta era tan doloroso que tuve que cerrar los ojos, dejando escapar dos pesadas lágrimas.

— Nuestro destino es estar juntos — siguió hablando él — Esta escrito. Lo hemos visto. Sabemos cómo terminara todo— con el dorso de la mano acarició dulcemente su mejilla — ¿Qué hay de malo…?— su voz era suave. Dulce y relajante — ¿en divertirnos mientras llegamos a él?

Usagi lo empujó fuertemente para apartarlo.

Como Darien no lo esperaba, trastabillo. Y ella aprovechó eso para correr a la salida, pero cuando iba a abrir la puerta, él volvió a cerrarla de un golpe. La tomó por los brazos y la azotó contra una de las paredes del recibidor.

— ¡DÉJAME IR!  — intentó empujarlo de nuevo, pero Darien siempre mucho más grande y fuerte que ella, la sometió de inmediato.

— No vas a tirar todo nuestro futuro a la basura — amenazó apretándola de las mejillas.

— ¡NO FUI YO QUIEN LO ECHO A LA BASURA! ¡NO ME CULPARAS DE TUS ERRORES…!

La fuerte bofetada que impacto contra la mejilla de Usagi, la tomó por sorpresa.

La chica terminó en el suelo, con la piel de la mejilla ardiendo y un dolor punzante que crecía a cada instante. La vista se le había nublado. Un extraño sabor a hierro inundó su boca.

Darien estaba diciendo algo, pero su voz no tenía sentido para sus oídos.
Las piernas le temblaban. No podía ponerse en pie.

Las lágrimas, que para este momento ya no podía controlar, caían silenciosas sobre la alfombra. Su cuerpo entero no respondía a sus órdenes.

En medio de aquel shock, Darien la levantó de los brazos con fuerza y brusquedad desmedida le dio varias sacudidas mientras seguía gritando. Tenía la cara roja por la furia y en sus ojos se podía ver la ira desbordada.

— Ahora lárgate — dijo al final — Piensa en esto. Yo te buscaré mañana en tu casa para que hablemos cuando estés más tranquila.

Usagi se limitó a asentir.

Él sonrió y depositó un beso sobre sus labios.

Aquello fue la puñalada final para su destrozado corazón.

El Conejo De La LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora