La aprendiz

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— No te preocupes — pidió a la joven el apuesto hombre mientras la acompañaba en el elevador.

— No estoy preocupada — le aseguró ella.

Zafiro sonrió, se puso delante de ella mirándola de frente con los brazos cruzados sobre el pecho.

— ¿Qué? — preguntó ella con irritación.

— Es normal estar un poco nerviosa — insistió él — Pero en cuanto Serena te conozca, estará encantada contigo.

— Ya te dije que no estoy nerviosa — repitió ella rodando los ojos con fastidio — Ahora, quítate del frente y compórtate como una persona normal.

— Me parece que eres mucho más testaruda de lo que me advirtieron — Zafiro le dedicó una grande y sincera sonrisa y siguió con el recorrido hacia la oficina de Serena — Serena es amable y sabe que estás aquí como su aprendiz, así que trata de no ser tan arisca con ella.

— ¡¿Arisca?! ¡¿Cómo te atreves…?!

Zafiro levantó una mano para interrumpirla y volvió a sonreír apuntado con el mentó hacia la puerta que sea abrió luego del timbre que indicaba que habían llegado al último piso. Se hizo a un lado y la invitó a bajar. Dejó que avanzara algunos pasos y luego la siguió con las manos entrelazadas en la espalda.

Sin duda, se estaba divirtiendo mucho más de lo que había esperado.

— No creo que sea una jugada muy inteligente de tu parte, confrontar al que será tu jefe durante los próximos meses, desde el primer día — la alcanzó y siguió caminando a un lado de ella — Estas dando una peculiar primera impresión.

— Gracias a los dioses, usted no será mi jefe — respondió la chica inflando los cachetes. — Ahora, limítese a mostrarme el camino.

Una nueva sonrisa en el rostro de Zafiro.

— Altanera y mandona. Creo que ya me agradas. — dijo, al mismo tiempo que sostenía la perilla de la puerta al final del largo pasillo. La joven iba a responder, pero Zafiro abrió el estudio de su diseñadora estrella y al verlo, la chica se quedó muda y con la mente en blanco.

El lugar era enorme. Con amplios ventanales que lo llenaban de una luz natural. Había rollos de telas por todos lados. Maniquíes llenos de listones. Reglas, escuadras y bocetos. Hermosos trazos de diseños que la joven contempló con fascinación, enmarcados y colocados cuidadosamente a ambos lados del lugar.

— Por aquí — le indicó Zafiro, señalando el centro de la galería.
Una hermosa mujer de cabello dorado como el sol y tan largo que incluso recorría varios centímetros sobre el piso, trabajaba concentrada sobre lo que parecía un vestido de novia.

La imagen de aquella princesa protagonista de los cuentos de hadas que le leía su madre de pequeña llegó la mente de la joven.

La estaba viendo en carne y hueso.
La mujer pareció no escucharlos porque siguió trabajando concentrada sobre su obra.

La recién llegada no podía apartar la mirada de sus delicadas manos trabajando. Se acercaron y no pudo evitar clavar su atención en el boceto que descansaba sobre la mesa más próxima, admirando la perfección en aquellos trazos.

— ¿Serena? — la llamó Zafiro, y solo entonces, la mujer se detuvo.

Cuando se giró para mirarlos y los ojos de al joven se cruzaron con los de aquella hermosa mujer, fue como si el tiempo comenzara a avanzar en cámara lenta. O al menos, así le pareció a lo joven aprendiz.

La belleza de aquel rostro la dejó sin aliento.

No era normal que algo la impresionara al punto de dejarle la mente en blanco. Mucho menos la belleza en una chica.
Zafiro era un hombre muy atractivo y también la cautivó en cuanto lo conoció. Pero no dejó que su rostro expresara su agrado. Ni siquiera cuando la miró con aquellos profundos ojos azules.

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⏰ Última actualización: 5 days ago ⏰

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