Me encantaria

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Dos años más tarde.

Serena, nombre que Usagi había adoptado después de abandonar Tokio; peinaba el largo y negro cabello de Seiya, mientras que él dormitaba con la cabeza recostada sobre sus piernas.

Había llegado a su estudio después de la hora de comer y luego de dejarla trabajar por un rato más, la había obligado a tomar un descanso.

Ella no puso mucha resistencia y dejó el trazo en el que estaba trabajando abandonado en la mesa, mientras comían juntos los bocadillos que él había llevado esa tarde, sentados en el sofá de su sala de descanso. Le encantaban las visitas sorpresas de Seiya, sobre todo en tardes como aquella, en las que comenzaba a sentirse un poco melancólica.

— Si sigues haciendo eso — comentó Seiya con los ojos cerrados — En verdad me voy a quedar dormido.

Serena sonrió y siguió pasando sus delicados dedos por el cabello de él.

Luego de algunos minutos, la respiración de Seiya se fue volviendo lenta y rítmica, lo que le hizo pensar que en verdad se había quedado dormido. Pasó lentamente la llema de los dedos, sobre el contorno de su nariz para comprobarlo, y él no se movió.

Entonces se inclinó sobre sus labios para besarlo y justo cuando estaba a solo unos milímetros, Seiya se levantó un poco, la sujetó de la nuca y la besó.

Serena se sorprendió al principio, pero luego correspondió sin poder evitar que sus labios se curvaran hacia arriba en una sonrisa.

El intercambio de caricias y besos duró algunos minutos, hasta que ambos terminaron recostados en el sofá.

Serena estaba sobre Seiya y tenían las manos entrelazadas.

— ¿Quieres repetir lo de anoche? — le preguntó Seiya acariciando su espalda.

Serena se mordió el labio.

— Me encantaría — respondió con un ligero color rojo en sus mejillas — Pero tengo que trabajar — se lamentó.

— No creo que sea problema que te tomes la tarde libre — insistió mientras jugueteaba con el arete en la oreja de ella — Podríamos regresar a casa, te cocinaré algo delicioso, vemos una película en la televisión y…

— ¿Y? — murmuró la rubia.

— Y luego te llevo a la recamara y hacemos el amor hasta que amanezca.

El corazón de Serena latió emocionado, haciendo eco en el pecho de él que la miraba con deseo y devoción.

La oferta era tentadora y muy difícil de rechazar, pero tenía que hacerlo. O por lo menos posponerla un par de hora más. Aun tenía algunos pendientes que no podía posponer, incluida una cita con su nueva asistente.

Resopló molesta y escondió el rostro en el pecho de Seiya.

— ¿En qué piensas? — le preguntó dejando la oferta en el aire. De pronto había notado como los músculos de Serena se tensaban sobre él.

— El desfile del fin de semana…

— ¿Estas nerviosa? — cuestionó.

— Un poco.

— Pensé que lo tenían todo listo.

— Esta todo listo, pero…

— ¿Pero?

Lentamente, Serena se removió para levantarse y quedar sentada en la orilla del sofá.

Seiya se recostó de lado y se quedó observándola con la cabeza apoyada sobre una mano, esperando a que le contara lo que estaba sucediendo.

— No quiero dar la entrevista… — anunció la rubia tras dejar escapar un suspiro — Me siento inquieta. Temó que por culpa de esa entrevista, él me encuentre.

Seiya levantó las cejas sorprendido. Luego de unos segundos parpadeó y se detuvo a pensar un poco antes de hablar.

— Bombón…

— He estado, de algún amanera, oculta del ojo público durante todo este tiempo. Escondiéndome de él. Y si me encuentra por fin y… termina con toda nuestra felicidad ¿y si acaba con nuestra paz?

Durante un instante, él se limitó a devolverle la mirada, hasta que una suave sonrisa curvo sus labios y la miró con ojos brillantes.

— No voy a permitir que eso pase. No importa que nos encuentre, yo siempre te voy a proteger. Confía en mí.

Serena guardó silencio.

— Confías en mí, ¿cierto? — preguntó Seiya sentándose a su lado.

— Con mi vida.

Seiya se inclinó para acercar su nariz a la de ella y las rozó un par de veces. Luego se alejó y agregó con entusiasmo.

— Bien. Porque la verdad a mí no me importaría qué nos encuentre.

— ¡¿Qué?!

Seiya le guiñó el ojo.

— Me encantaría hacerle pagar por tus lágrimas, bombón.

El Conejo De La LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora