Capítulo 17: Ojalá estuvieras aquí

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Jasper entró al departamento y cerró la puerta detrás de él. No había nada particularmente especial en el lugar, pero para él tenía todo lo necesario. Dejó las llaves sobre la pequeña mesa que estaba junto al sofá y se quitó la chaqueta, lanzándola con descuido sobre uno de los respaldos. Se tomó un momento para observar su entorno, esa mezcla de funcionalidad y tranquilidad que había construido a lo largo del tiempo.

—No es un penthouse de lujo —murmuró para sí mismo mientras subía las escaleras que lo llevaban al loft donde dormía y trabajaba—. Pero es suficiente.

Arriba, la cama, perfectamente hecha, contrastaba con los papeles desordenados sobre el escritorio. Era un espacio que servía más como oficina que como dormitorio. Pasaba horas ahí, en silencio, solo con sus pensamientos y el ruido de su teclado. Le gustaba ese rincón. Tenía una ventana pequeña que dejaba entrar la luz justa por la mañana y le permitía observar la calle sin ser visto.

Pero últimamente, el silencio se sentía diferente.

Desde que conoció a Dominick, el departamento, que antes le había parecido un refugio, se comenzaba a sentir más vacío, como si las paredes que antes lo acogían ahora se cerraran sobre él, apretando el aire y recordándole que algo —o más bien alguien— faltaba.

Bajó las escaleras y se dirigió a la cocina. Era mínima, nada de extravagancias. Una cafetera, un par de estantes con algunos utensilios, y una barra que usaba como comedor. Preparó café de manera automática, casi como si su cuerpo ya supiera lo que tenía que hacer sin que él se lo ordenara. El aroma a café recién hecho llenó el pequeño departamento, pero esta vez no le arrancó la sonrisa de costumbre.

Se dejó caer en el sofá, mirando el techo de madera. El crujido que antes encontraba reconfortante ahora solo acentuaba el silencio que Dominick solía llenar con sus risas, con sus palabras despreocupadas y su manera de hablar que siempre lograba hacer que Jasper se olvidara de las horas.

Y cómo extrañaba esos fines de semana.

Los tres días que Dominick se quedaba a dormir en su departamento habían sido los mejores. Durante esas horas, el pequeño y sencillo espacio cobraba vida. Dominick siempre llegaba con una bolsa llena de ingredientes frescos y preparaba comida para los dos, llenando la cocina con aromas caseros que Jasper jamás hubiera logrado por sí mismo. Se sentaban en el sofá y veían películas —a veces las mismas una y otra vez, porque a ninguno de los dos les importaba— o jugaban juegos de mesa hasta que uno se rendía con una risa cansada.

Y luego venía la parte que Jasper más añoraba: cuando finalmente se acostaban en la cama, y aunque el espacio era pequeño, siempre encontraban cómo acomodarse. Dormían abrazados, con las piernas entrelazadas, y en esos momentos, todo lo demás desaparecía. El peso del mundo, las preocupaciones, las dudas... todo quedaba fuera cuando sentía el calor de Dominick a su lado.

Ahora, sin él, las noches eran lo peor. La cama que alguna vez parecía hecha para dos, ahora se sentía inmensa, fría y vacía. Jasper giró hacia el lado derecho del sofá, donde Dominick solía sentarse, pero esa esquina estaba vacía. No había nadie para ocupar ese lugar.

—Ojalá estuvieras aquí —susurró, sabiendo que la única respuesta que obtendría sería el silencio.

Se llevó la taza de café a los labios, pero no encontró consuelo en el sabor. Todo le recordaba lo que le faltaba, y por primera vez en mucho tiempo, Jasper se dio cuenta de que su departamento, por más funcional y acogedor que fuera, ya no era suficiente sin Dominick allí.

El silencio era ensordecedor, y la soledad… abrumadora.

One-Shots: "Nuestra Primera"  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora