Capítulo Tres

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Fluke se vio en medio de un torbellino de colores mientras sus labios tocaban los de Ohm por primera vez. Su boca era firme, cálida y tenía un sabor ligeramente picante. Fluke tomó aire y una oleada de esencia masculina lo invadió. Ohm.

Se moría por dejar sus dedos correr por su pelo, bajo la camisa de su pijama y por explorar el contorno de su pecho. Probablemente lo habría hecho si él no lo hubiera sujetado aún firmemente por la muñeca.

Con la otra mano se agarraba a la barandilla de la cama con una fuerza que desconocía que tenía.

Ohm se retiró y Fluke se quedó como colgado, suspendido en un mundo de sensaciones que aún no estaba preparado para dejar ir. Sus ojos se abrieron lentamente y lo vio sonriéndole.

—Gracias.

—¿Gracias? —¿por qué? ¿Por besarlo?

—Por quedarte —replicó él, divertido.

Y entonces se dio cuenta. Había sido un beso de agradecimiento. Él estaba deseoso de volver a sentir sus labios de nuevo y, mientras, él le sonreía como un hermano mayor indulgente, contento por haberse salido con la suya. Fluke se echó hacia atrás y se giró con tanta rapidez, que su pelo golpeó su rostro.

—No... no hay problema. Llamaré a la universidad y les diré que no volveré en breve.

Fluke presentía que esa llamada no sería tan fácil de hacer, pero aunque significara perder su trabajo no abandonaría a Ohm. No mientras él lo necesitara.

Alex llegó con la cena y Ohm comió los deliciosos platos de pasta y las verduras al vapor con devoción.

—Esto es una gran mejora comparado con la comida que hacen aquí.

—Podrías hacer que te trajeran la comida —repuso Alex.

—He tenido muchas cosas de las que preocuparme —dijo Ohm, encogiéndose de hombros.

Fluke pensó que sus principales preocupaciones serían los negocios y salir andando de allí. Tal vez por ese orden.

—Una cosa que me preocupa es que Fluke se quede en tu habitación del hotel. Eso no me gusta.

Alex miró a su hermano con interés.

—¿Por qué no?

—No es bueno para su reputación.

Fluke un pudo evitar reírse ante esta afirmación.

—Ohm, estás anticuado. A nadie le importa si me quedo en la habitación de Alex.

—A mí me importa —informó Ohm, como sí eso fuera lo único que importara.

—Bueno, tú no eres mi guardián. Yo no tengo dinero para pagarme una estancia prolongada en un hotel —especialmente si perdía su trabajo.

—Yo lo pagaré.

—No, no lo harás —dijo Fluke, lanzándole una mirada heladora.

—Además, no hay ninguna necesidad de ello —añadió Alex—. En mi suite hay dos habitaciones, y ya que no quieres avisar a papá y mamá, la segunda se quedará vacía si Fluke no la ocupa.

Fluke pensó que el argumento de Alex sería suficiente, pero por la expresión de Ohm, estaba claro que no.

Él lo atravesó con la mirada de un modo que lo hizo temblar.

—¿Permites que Alex se ocupe de tus necesidades y rechazas mi ayuda?

Fluke contuvo un gesto de desesperación.

Entre el dolor y el amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora