Capítulo Cinco

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Fluke se vistió con más cuidado que de costumbre. Dudaba entre un conjunto de pantalón corto y chaqueta de ante y un pantalón largo vaquero con una camiseta de manga larga negra. El pantalón de ante era corto, por encima de las rodillas, y aún con medias se sentía algo incómodo, así que se puso el otro conjunto antes de cepillarse el pelo y ponerse un pasador negro en la trenza.

Pero su ropa no sería armadura suficiente contra los recuerdos de Ohm haciéndolo gritar de placer. Odiaba la idea de verlo, pero no quería ser un cobarde. Tenía que afrontar lo que había pasado el día anterior para poder seguir adelante, aunque cuanto menos se hablara acerca de aquel vergonzoso episodio, mejor, opinaba él.

Esa vez, cuando llamó a la puerta, esperó a que le dijera que podía entrar. Empujó la puerta, que se parecía más a la suite de Alex que a un habitación de hospital, y vio a Ohm, sentado en su escritorio, vestido con los pantalones cortos y la camiseta ajustada de sus sesiones de fisioterapia.

Estaba concentrado en el ordenador, no en él, y tuvo tiempo de componerse ante su sexy presencia. No sirvió de mucho porque él estaba deseando lanzarse de nuevo a sus brazos y suplicarle que le diera más de aquello que le había dado el día anterior. La urgencia lo dejó un poco tembloroso, así que se sentó.

—Buenos días, Ohm. Veo que ya estás trabajando.

—Buon giorno, bello. ¿Has dormido bien? —dijo él, girando la silla para ponerse frente a Fluke.

Toda su compostura pareció desaparecer en un momento.

—Sí —dijo con voz temblorosa.

—Estabas exhausto cuando te dejé —sus miradas se encontraron y Fluke pudo ver la evidencia de la satisfacción en los ojos plateados.

—Te aseguraste de ello.

Su sonrisa era de todo un conquistador.

—No hay duda alguna de que podré satisfacer todas tus necesidades cuando nos casemos, tesoro.

Ohm necesitaba probarse a sí mismo que seguía siendo todo un hombre, y lo había hecho. Por un lado, él se lamentaba de que lo utilizara como forma de terapia para sus frustraciones, pero por otro se alegraba de haber podido devolverle esa parte de su orgullo admitiendo su reacción ante sus caricias.

Además, él nunca se había cuestionado su nivel de satisfacción si se casaba con él.

—Pero no serás feliz, Ohm. No quieres casarte conmigo.

—Ya dijiste eso ayer, y te probé que estabas equivocado, ¿no?

¿Qué decir? No quería dañar su ego diciéndole que él había pensado que lo que necesitaba era probarse algo a sí mismo, pero, por otro lado, ¿cómo podía plantearse el matrimonio cuando había estado comprometido con Chiara hasta la mañana anterior?

—Chiara volverá, Ohm. Estaba enfadada, pero se dará cuenta de su error y no querrás estar atado a otra persona cuando eso ocurra.

—Lo de Chiara ha acabado, ya te lo dije ayer —dijo él con expresión dura.

No le gustaba repetir las cosas.

—Pero...

—No discutas. Tú quieres casarte conmigo.

—¿Quién lo dice? —saltó Fluke ante tal arrogancia.

—Yo lo digo.

—Hace no mucho me utilizabas para poner celosa a tu poco atenta
prometida —¿acaso se había olvidado de eso?

Sus ojos se abrieron sorprendidos.

—Yo no hice eso.

Ohm nunca le había mentido hasta entonces y él no podía tolerarlo, ni siquiera para no herirle en su orgullo.

Entre el dolor y el amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora