Capítulo Once

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Ohm inclinó la cabeza y le acarició los labios con los suyos. Una vez, dos veces, tres. Fluke gimió protestando por su juego.

Fluke giró la cabeza, intentando atrapar sus labios para obtener un beso más satisfactorio, pero él estaba ocupado en su cuello.

—Ohm, por favor...

No quería más caricias. Necesitaba más, toda su pasión.

—Sssh... tesoro —su lengua se hundió en su oído—. Será perfecto —su voz y la sensual caricia hicieron que su cuerpo temblara anticipándose a lo que vendría después.

Sus labios se abrieron para dejar escapar un gemido silencioso y finalmente él cubrió sus labios con los suyos firmemente para tomar el control de los cálidos rincones de su boca.

Aquel beso hizo que Fluke le rodeara el cuello con más fuerza, y entonces recordó que podía tocarlo. Separó su boca de la de él, jadeando de la excitación, pero seguro de que en esa ocasión las cosas serían distintas.

—Quítate la ropa, Ohm.

Ohm se quedó helado. Sus ojos se cerraron mientras le veía luchar contra sí mismo. Entonces dudó de lo que acababa de pedir. Tal vez pudieran seguir y pedirle que se desnudara más tarde. Estaba a punto de pedirle que volviera a besarlo cuando él se levantó.

—No tienes que...

—Quiero hacerlo. Te lo mereces y yo también. Quiero hacerte mio de la forma más completa en que un hombre puede poseer a su esposo —dijo él, orgulloso.

A Fluke le encantaba cuando se refería a él como su «esposo».

Implicaba intimidad libremente elegida., no un matrimonio de conveniencia en el que se sintiera atrapado por su sentido de la integridad.

Fluke lo miró mientras se quitaba la chaqueta y después la corbata, que dejó caer al suelo en un gesto de descuido. Después fue el turno de los botones negros, primero los de los puños y después los del pecho. Los soltó uno a uno, revelando progresivamente los contornos de su pecho musculoso hasta que la camisa de seda blanca estuvo abierta del todo. Los caracoles negros de su pecho dibujaban una V que desaparecía provocativa por debajo de la cinturilla de sus pantalones grises.

Fluke contuvo el aliento mientras él se deshacía de la camisa. Después se quitó los zapatos y los pantalones. Los hizo a un lado mientras miraba su cara arrobada, y después fue el turno de los calcetines.

Se quedó de pie, desnudo frente a él, excepto por los boxers de seda negra. Metiendo los pulgares por debajo de la cinturilla elástica, se los bajó por los muslos mientras él dejaba escapar un sonido ininteligible al ver la parte más íntima de su cuerpo.

Tragó saliva.

Abrió la boca, pero como no fue capaz de decir nada, la cerró.

Cerró los ojos. Los abrió.
Sacudió la cabeza.

No estaba resultando de gran ayuda...

—¿Se hace más grande? —preguntó en un gemido de verdadera mortificación.

Una sonora carcajada hizo que Fluke subiera la mirada desde su impresionante miembro hasta su cara. Él parecía estarse divirtiendo, pero eso no era divertido. ¿Cómo quería que se enfrentara a eso?

Ohm sacudió la cabeza, incapaz de creer la reacción de su esposo. Había esperado algo de preocupación, tal vez algo de pena, pero nunca había pensado en un ataque de nervios a la vista de su miembro en estado de semierección.

Fluke estaba verdaderamente asustado pensando en una erección completa y aquello le levantó la moral de un modo increíble. Él no lo consideraba un eunuco, más bien pensaba que era demasiado viril. Él sintió que se ponía más rígido y vio cómo su esposo palidecía. Estaba realmente preocupado.

Entre el dolor y el amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora