Capítulo Siete

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Fluke no se movió, incapaz de creer lo que Ohm acababa de decir. ¿Que se lo demostrase? ¿Cómo?

Él cruzó la distancia que los separaba y lo agarró de la muñeca.

—Ven aquí.

Su orden le produjo un pinchazo instantáneo en el centro de su cuerpo, y su tacto en la muñeca le produjo un deseo incontrolable de más. Fluke lo miró, sintiéndose como un animal acorralado por un depredador a punto de saltar sobre él.

¿Acaso pensaba él lo que Fluke creía que pensaba?

—¿Por qué? —logró decir por fin.

La presión de su muñeca se incrementó.

—Ven aquí y lo sabrás.

¿Cómo podía hacer que perdiera el control sólo con una frase? Lo amaba. Lo deseaba y se moría por que lo tocase desde que salieron de Nueva York. Se sentía más vivo ahora con sus dedos rodeando su muñeca de lo que se había sentido en el momento de la boda. Se dejó llevar dócilmente hasta su lado. Una vez allí, se quedó acostado en silencio total, esperando lo siguiente.

—Siéntate.

Cautivado por la intensa sensualidad que emanaba de él, Fluke lo obedeció sin un murmullo. Se arrodilló frente a él y pudo ver que aún llevaba puestos los boxers de seda. ¿Lo había hecho por él?

—Suéltate el pelo, tesoro.

No sabía el motivo, pero era incapaz de negarse a la sensual voz de su marido. Se deshizo la trenza con cuidado, peinándose con los dedos los mechones castaños que caían como una cortina y sobre su rostro. Él lo miró con tal concentración, que Fluke empezó a temblar.

Cuando acabó, él alargó la mano y pasó los dedos por los mechones que caían sobre su hombro y su pecho.

—Es tan suave.

Fluke tembló cuando le rozó el pezón con las yemas de los dedos. Ohm sonrió y volvió a repetir el gesto, iniciando la caricia en su nuca y bajando. Pero esa vez, al llegar al pecho, se detuvo en el pezón y lo acarició hasta que se endureció. La tela del pijamada era muy fina y él sintió que su excitación crecía.

—Quítate el pijama —dijo él con voz gutural.

Fluki se quedó sin aliento y sacudió la cabeza. No creía que fuera capaz de hacerlo. No era un amante experimentado acostumbrado a desvestirse para un hombre. Nunca había estado desnudo con un hombre antes de Ohm.

—¿Quieres que deje de tocarte?

¿Cómo podía preguntarle algo tan estúpido? Apenas había empezado y ya sentía que todo su cuerpo estaba en alerta roja.

—No.

—Entonces, quítatelo —el tono sensual de su voz lo puso aún más nervioso, pero él dejo caer la mano y esperó.

—Estás siendo mandón otra vez —susurró Fluke.

Ohm se encogió de hombros.

Eso era todo. Sin palabras ni gesto alguno. ¿Y si no se quitaba el pijama...? ¿Se darían la vuelta y se dormirían? Aquello le pareció tan imposible que lo hizo sonreír. Su mente le pedía una tregua, pero su cuerpo temblaba porque sabía lo que Ohm podía darle.... placer más allá de la fantasía.

¿Acaso importaba si para él era un deber, cuando lo hacía tan bien?
Cuando él lo tocaba, se sentía amado. Ya sabia que no era así, pero ya se enfrentaría a la realidad más adelante. Por ahora, el suponía la pasión que lo llamaba como un canto de sirena. Si acababa chocando contra las rocas del amor no correspondido, al menos el viaje habría sido más satisfactorio que la soledad del océano que había conocido hasta aquel momento.

Entre el dolor y el amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora