Capítulo Dos

288 56 1
                                    





Los ojos de Ohm estaban fijos en la puerta cuando Fluke entró.

Él notó su breve expresión de desencanto al verlo.

—Hola, piccolo mío. ¿Te llamó Alex para que le hicieras compañía mientras esperaba a que me despertara?

Cuando Alex lo llamaba «su pequeño», su corazón no se aceleraba de aquel modo... Sonrió, complacido y aliviado al verle hablar con tanta coherencia, aunque no pudo articular palabra durante unos segundos. Fluke se acercó a la cama; habían vuelto a colocar la barandilla.

—No hubieran podido mantenerme alejado —dijo con más sinceridad de la que la sensatez imponía.

—El enfermero perfecto. Aún me acuerdo de ese gato... —dijo él, arrastrando las palabras. Parecía cansado, casi exhausto.

—Fue una mascota adorable.

—Eso pensaba mi madre. Le dejó ser el amo de la casa —replicó él, hablando de un gatito que Fluke había recogido de la calle cuando tenía diez años.

—Pamela se puso furiosa conmigo y quiso llamar a la perrera para que se lo llevaran —dijo Fluke sonriendo, hablando de su madrastra—, pero tú no la dejaste.

—¿Qué tipo de gato tienes ahora?

Fluke siempre había tenido gatos, normalmente animales abandonados y recogidos de la calle, pero una vez había tenido un perrito, un regalo de sus padres por su cuarto cumpleaños y había llorado a mares cuando murió.

—No tengo ningún animal.

No era por decisión propia. Ahora vivía en el campus y no le permitían tener animales, pero no tenía la intención de abrumar a Ohm con sus problemas, así que sonrió y se encogió de hombros.

—No me has preguntado cómo estoy...

Fluke se agarró fuertemente a la barandilla para contener el impulso de tocarlo.

—Parece que el matón del colegio te haya dado una paliza durante el recreo.

Aquello le hizo reír y Fluke se alegró de oírlo. Después su gesto se tornó compungido.

—Mis piernas no se mueven —su expresión y su voz se volvieron planas de repente.

Fluke no podía resistir la urgencia de tomarle la mano.

—Ya lo harán. Tienes que tener paciencia. Has pasado por una experiencia terrible y tu cuerpo aún no ha salido totalmente del estado de shock.

Su expresión aún seguía siendo impenetrable, pero le agarró la mano con fuerza.

— ¿Dónde está Chiara?

Cielos... Fluke se puso rojo por haber olvidado llamarla.

—Me puse tan nervioso cuando saliste del coma que olvidé llamarla —dijo, separando su mano de la de él—. Lo haré ahora mismo.

—Dile que venga por la mañana —dijo él con los ojos cerrados—. Seré más yo mismo entonces.

—De acuerdo —dijo Fluke dirigiéndose a la puerta—. Duerme bien, caro.

Aquellos apelativos cariñosos eran muy comunes entre ellos, pero Fluke los pronunciaba con una emoción especial que esperaba que él no notara. Ohm no le respondió.

Ohm esperaba impacientemente la llegada de Chiara. Alex y Fluke habían acudido a verlo por la mañana y se habían quedado con él hasta que se había sentido cansado.

Fluke parecía agotado y más delgado de lo que recordaba. Se preguntó si su trabajo de profesor le exigiría demasiado. Tendría que hablar con su madre de ello.

Entre el dolor y el amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora