Esta semana había pensado mucho en mi hermano, en nuestros recuerdos de la infancia, en lo unidos que éramos, pero desde que ellas me hicieron la propuesta y aceptaron las condiciones desde hace tres días pensé mucho más en él. Como desearía que estuviera aquí a mi lado para que las conociera, pero no está ni estará. Aunque yo siempre me acuerdo de él, aunque evidentemente él de mí, no.
—¿Alex te gusta? Lo gané de aquella maquinita —me entregó un colibrí pequeño que uso, aún ahora, de llavero—. Vamos Alex —me tomó de la mano y corrimos juntos— vamos a los autos chocones.
—El que choque al otro 3 veces gana.
—Yo quiero el rojo, Alex.
Me toco con la lengua el diente frontal roto y me quedo pensando en ese día, sonrío cuándo recuerdo como enojada le di un puñetazo y le partí el diente a Tyler, entonces quedamos los dos iguales. Nos rompimos los dientes permanentes, y nuestros padres no ganaban lo suficiente para arreglarlos, tampoco nos molestó mucho estar iguales hasta en eso, era algo más en la que nos parecíamos.
—Cuéntame de Tyler —Parpadeo sacudiendo levemente la cabeza. Cristine me saca de mi bucle nostálgico.
—¿Qué hay con él? —fijo mi mirada en ella.
—¿Cuándo empezó con las adicciones y por qué?
Yo había reflexionado sobre la terapia y nuestras sesiones, sino le daba algo a Cristine, ella no recomendaría que yo estuviera apta para el alta, así que negarme a abrirme sería más contraproducente, entonces que decidí aflojar y beneficiarme un poco al menos. Me tomo unos minutos en responder.
—Primero fue el cigarrillo, yerba y alcohol, pastillas y alcohol, luego todo junto y supongo que cuándo todo no le dio el efecto que él quería probó con algo más fuerte ¿Alguna vez oíste hablar de que los gemelos están conectados o de lo que siente uno, lo siente el otro? —ella asiente— bueno es real, cuando éramos chicos era así, sentíamos lo que le pasaba al otro, cuándo crecimos esa conexión se fue perdiendo, pero no totalmente, yo... podía sentir a veces cuándo él estaba mal —contengo el aire para largarlo despacio—. Tyler siempre fue el que sentía más de los dos, hasta que encontró gente con cosas que le aliviaban el sentir, a los 15 años ya había probado de todo.
—¿Cómo era cuando consumía?
—Cruel, egoísta, mentiroso, manipulador y ladrón, pero el problema era cuando la dosis perdía su efecto, algunas veces fue violento. La droga saca tu lado más oscuro a flote, hacía todo lo necesario para tener para la próxima dosis —toco mi dedo medio, dónde iba un anillo que me regaló nuestra abuela—. Vendió cosas importantes para mí, joyas de mamá, le robó y vendió herramienta a papá. Yo amo a mi hermano Cristine, pero cuándo consumía, lo odiaba. No era él, era otra cosa.
Ella anota en la libreta y yo me limito a recordar en silencio, fue una época negra y dolorosa para todos, huyó varías veces de los centros dónde mis padres lo dejaban, dejó la escuela y cómo última opción, ellos optaron por encerrarlo con llave en casa en su habitación, mientras se desintoxicaba. Si verlo drogado era difícil, verlo desintoxicarse fue peor, mil veces peor. Verlo vomitar, febril y transpirar, lloraba la mayor parte del día y casi no comía. Él entró en ese mundo siendo uno y salió siendo otro, delgado, frágil, débil y aún más roto. Las grietas de lo que se había metido en el cuerpo, se podían ver casi que a simple vista, casi que a tras luz notabas las rayaduras y las huellas de su adicción.
—¿Cuántas recaídas tuvo?
—Cinco, fueron cinco veces —bajo la mirada a mis manos— Y luego de desintoxicarse cada vez, me prometía y juraba que no volvería a hacerlo, y luego entonces lo hacía. Cada vez que me prometió no hacerlo, quise creerle.
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Karma
RomanceAlexa Crowel es una hipócrita del amor, que una noche de mala copa, pierde la virginidad que con tanto recelo había guardado para su persona ideal, con una total desconocida. Pero esto es solo una de las tantas cosas que van mal este año para Alexa...