11 Tonto corazón

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Aunque quiero, no puedo quedarme en sus brazos para siempre. Veo el WhatsApp explotado en notificaciones. Jessica, Papá y ¿Quién carajo es este número? Tiene de foto de perfil una planta con un colibrí. Me separo lentamente de Katerina que me regala una dulce sonrisa y seca con los pulgares las lagrimas en mis mejillas ¿que clase de estupidez cursi le dije recién? ¿pero qué hay con eso que ella me respondió?

—Creo que debería darme una ducha e ir al hospital ¿podrías llevarme?

—Claro, para eso vine, ve y te espero.

Me levanto para ducharme, mientras me lavo los dientes para aprovechar todo y no demorarme más. Salgo y me visto para ir al hospital, entonces me entra una llamada de Jessica.

—Hola, Ale, disculpa que te moleste tan temprano, pero tu padre quiere verte ¿Podrías venir?

—Sí, en realidad iba saliendo para allá. Jess puedo hacerte una pregunta.

—Dime.

—¿Tuviste depresión pos parto con Trent?

—Sí ¿Tu madre te lo dijo? La pasé muy mal por aquella época, de hecho por eso estaba casi todo el día en cama cuándo venían ustedes o tu padre se los llevaba a otro lado y también cargaba a Trent. Ale tengo que irme, estoy trabajando, iré más tarde al hospital si quieres hablamos ahí.

«Entonces ella dijo la verdad»

—¿Estás bien? —corto y Katerina toma mi mano, y yo no me niego al contacto.

—Sí, era la esposa de mi padre. Cuando lleguemos al hospital, puedes dejarme e irte, seguro tienes cosas que hacer, no es necesario que te quedes.

—Lo sé, pero quiero hacerlo, sino te molesta claro, me gustaría quedarme.

—¿De verdad?

—De verdad.

Nos subimos al auto y una larga parte del trecho ella va tomando mi mano, es tan dulce, me gusta esta versión de ella que no es una perra conmigo. Suspiro y ella quita la mano en cuanto llegamos al semáforo para bajar y ponerle las marchas al auto, mi mano siente la ausencia de la suya, pero me siento avergonzada por pedirle su mano de vuelta, seria algo tan infantil, por suerte eso solo dura un segundo, porque cuando menos me lo espero ella vuelve a dejar su mano entre las mías, y yo sonrío apartando la mirada por la ventana, su contacto como el de Bailey me dan paz. Es cuando recuerdo el mensaje de ese contacto que tiene su foto de perfil una planta y un colibrí y si en efecto es Bailey, sonrío al leer su mensaje y miro a Katerina.

—¿Tú le diste mi número a Bailey?

—Sí —ella sigue conduciendo y en cuanto termina de poner las marchas vuelve su mano a la mía—, quería comunicarse contigo y me extrañó que aún no tuviera tu número ¿hice mal?

—Todo lo contrario —sonrío, por primera vez se siente bien, sentirme cuidada.

Llego al hospital y me dirijo a la habitación de mi padre, rogando que no esté mi madre ahí, sería raro verla ahora por como terminaron las cosa ayer, aún recuerdo la conversación que tuvimos en el baño y el sentimiento de odio, y algo nuevo, lástima, siguen aún frescos. Entro y él ya no tiene la máquina sino una zonda en la nariz, la misma enfermera lo revisa y me advierte que no lo altere antes de irse.

—Hola —me siento a su lado— ¿Cómo te sientes?

—Como si hubiera tenido un infarto.

—Mi psicóloga diría que tu humor no es gracioso.

—Tu psicóloga no se sabe reír.

—Pienso lo mismo, pero no le hace mucha gracia cuándo se lo digo.

KarmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora