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El pueblo estaba sumido en un silencio inquietante cuando regresaron del faro. Las luces de las casas parpadeaban tímidamente, como si compartieran el misterio que habían descubierto. María, Sofía, Luis y Diego se dirigieron a la casa del anciano, decididos a desentrañar la historia de la mujer del faro.

Al llegar, el anciano los esperó en su porche, con una mirada sabia que parecía conocer sus pensamientos.

—He sentido que ustedes regresarían —dijo con voz profunda—. La luz del faro ha despertado viejos recuerdos.

María dio un paso adelante.

—Vimos a una mujer en el mar. Pensamos que podría ser la misma que aparece en los grabados. ¿Quién es ella?

El anciano suspiró, y sus ojos se perdieron en la distancia, como si estuvieran viendo un tiempo olvidado.

—Su nombre era Elena. Hace muchos años, fue la guardiana del faro, y su luz guiaba a los barcos a salvo. Pero su vida estuvo marcada por una tragedia; un naufragio le robó a su amado.

Sofía frunció el ceño.

—¿Y qué pasó con ella? ¿Por qué sigue apareciendo?

—Elena nunca pudo dejar ir ese dolor —continuó el anciano—. Su amor era tan fuerte que su espíritu quedó atrapado entre este mundo y el siguiente, buscando redención y paz. Cada vez que la luz se apaga, ella aparece buscando lo que perdió.

Luis miró al anciano con curiosidad.

—¿Cómo podemos ayudarla? ¿Qué necesita?

El anciano sonrió con tristeza.

—Ella necesita recordar. Necesita saber que su amor no se ha olvidado. Si pueden encontrar el lugar donde ocurrió el naufragio y rendirle homenaje a su amado, quizás ella pueda finalmente descansar.

María sintió una mezcla de emoción y responsabilidad.

—¿Dónde ocurrió eso?

—En la costa norte, cerca de los acantilados —respondió el anciano—. Allí hay restos de un viejo barco que nunca fue rescatado.

Diego miró a sus amigos, decidido.

—Entonces debemos ir allí. No podemos dejar que Elena siga atrapada en ese dolor.

Al amanecer del día siguiente, se prepararon para la aventura. Con mochilas llenas de provisiones y una determinación renovada, caminaron hacia la costa norte. El camino era empinado y rocoso, pero cada paso los acercaba más a descubrir la verdad detrás de la historia de Elena.

Cuando llegaron a los acantilados, el viento soplaba con fuerza y el sonido de las olas resonaba como un canto lejano. A lo lejos, pudieron ver los restos del barco hundido asomando entre las rocas.

María sintió un escalofrío recorrerle la espalda mientras se acercaban al lugar.

—Es aquí —dijo en voz baja—. Este es el lugar donde todo sucedió.

Los amigos comenzaron a explorar los restos del barco, buscando cualquier señal o símbolo que pudiera conectarles con Elena y su amado. En medio de las maderas desgastadas y las olas rompiendo contra las rocas, Sofía encontró un pequeño medallón dorado enterrado entre las piedras.

—¡Miren esto! —exclamó mientras lo levantaba con cuidado—. Parece antiguo…

Luis se acercó rápidamente y examinó el medallón.

—Podría ser de ella o de su amado —sugirió—. Tiene que haber algún grabado dentro.

Cuando Sofía abrió el medallón, todos contuvieron la respiración. Dentro había una imagen de una pareja sonriente; sus ojos estaban llenos de amor y esperanza. Era evidente que habían sido felices juntos.

María sintió una conexión profunda con esa imagen; era como si pudiera sentir el amor que aún perduraba entre ellos incluso después de tanto tiempo.

—Esto es lo que necesitamos —dijo María decidida—. Debemos llevarlo al faro y hacerle un homenaje a Elena y a su amado.

Con el medallón en mano, comenzaron su camino de regreso al faro, sintiendo que estaban cada vez más cerca de ayudar a esa alma perdida. El viento soplaba suavemente detrás de ellos, como si les diera fuerzas para seguir adelante en su misión tan importante.

Al llegar al faro al caer la tarde, María colocó el medallón sobre la mesa junto a la lente apagada del faro. Con una voz firme pero suave, comenzó a hablar:

—Elena, hemos venido para recordarte tu historia y honrar tu amor eterno…

Los demás se unieron a ella en un círculo alrededor del medallón mientras compartían palabras sobre amor y pérdida, sobre cómo los recuerdos nunca mueren realmente si se llevan en el corazón.

A medida que hablaban, notaron cómo la luz del faro comenzaba a parpadear suavemente…

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El último suspiro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora