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El sol brillaba intensamente al día siguiente, prometiendo un clima perfecto para la siguiente aventura de María y sus amigos. Después de un delicioso desayuno, decidieron visitar el Coliseo, una de las maravillas más emblemáticas de Roma. La emoción era palpable mientras caminaban por las calles adoquinadas, llenas de historia en cada esquina.

Al llegar al Coliseo, quedaron maravillados por su imponente estructura. Las ruinas contaban historias de gladiadores y espectáculos que habían tenido lugar siglos atrás. Mientras recorrían el interior, María se imaginó a los antiguos romanos vitoreando desde las gradas, sintiendo la adrenalina de los combates.

—¿Te imaginas ser un gladiador? —preguntó Luis con una sonrisa traviesa—. Tendrías que ser muy valiente.

—O muy loco —respondió Sofía riendo—. No sé si podría enfrentarme a un león.

Mientras exploraban, un guía turístico comenzó a contar anécdotas fascinantes sobre el Coliseo. María escuchaba atentamente; cada historia parecía cobrar vida en su mente. Sin embargo, mientras caminaban por los pasillos, notaron a un grupo de jóvenes que parecían estar teniendo problemas para comunicarse con el guía.

María se acercó con curiosidad. Al parecer, eran turistas que no hablaban italiano ni inglés y estaban perdidos en la traducción.

—¿Puedo ayudar? —ofreció amablemente.

Los jóvenes sonrieron aliviados y comenzaron a explicar su situación. Habían viajado desde Brasil y no entendían algunas partes de la explicación del guía. Con gusto, María tradujo lo que pudo y les ayudó a comprender mejor la historia del Coliseo.

—¡Gracias! —dijo uno de ellos—. Esto hace que nuestra visita sea mucho más interesante.

María sintió una satisfacción profunda al poder ayudar a otros. Era un recordatorio de que cada encuentro era una oportunidad para conectar y aprender algo nuevo. Después de la visita al Coliseo, decidieron explorar el Foro Romano, donde las ruinas antiguas les contaban historias sobre la vida cotidiana en la antigua Roma.

Mientras paseaban entre columnas derrumbadas y templos antiguos, Sofía sugirió que tomaran un momento para reflexionar sobre lo que habían aprendido hasta ahora en su viaje.

—Creo que he aprendido a apreciar más la historia detrás de los lugares —dijo Sofía—. Cada sitio tiene su propia historia que contar.

Luis asintió y agregó: —Y también me he dado cuenta de lo importante que es adaptarse a nuevas situaciones. Nunca sabes cuándo tendrás que improvisar.

María sonrió al escuchar sus pensamientos. En ese instante, comprendió lo valioso que era tener amigos con quienes compartir esas reflexiones profundas.

Después del Foro Romano, decidieron disfrutar de un almuerzo en una trattoria local donde probaron pasta fresca y vino italiano. La comida estaba deliciosa y los sabores eran una explosión para sus paladares. Mientras comían, comenzaron a discutir sobre sus sueños y aspiraciones futuras.

—Siempre he querido viajar por el mundo —confesó Diego—. Conocer diferentes culturas y hacer amigos en cada lugar.

María se sintió inspirada por su entusiasmo. Ella también soñaba con viajar más allá de Europa y explorar Asia o Sudamérica algún día.

Tras el almuerzo, se dirigieron hacia Trastevere, un barrio famoso por sus calles empedradas y su ambiente encantador. Pasaron horas explorando boutiques locales y disfrutando del arte callejero vibrante que adornaba las paredes.

Mientras paseaban, se encontraron con un pequeño mercado donde artistas locales vendían sus obras. María se detuvo frente a una pintura colorida que capturaba la esencia de Roma: los atardeceres dorados sobre el Tíber y las luces brillantes del Coliseo.

No pudo resistir la tentación de comprarla como recuerdo del viaje; era una manera tangible de llevarse una parte de Roma consigo misma.

Al caer la noche, se sentaron en una plaza pequeña rodeados de cafés y músicos callejeros. La atmósfera era mágica; las risas resonaban mientras compartían historias divertidas sobre sus días en Roma.

De repente, Luis tuvo una idea brillante: —¿Qué tal si hacemos un video recopilando nuestros momentos favoritos del viaje? ¡Podemos editarlo más tarde!

Todos estuvieron entusiasmados con la idea. Se pasaron el teléfono entre risas mientras grababan mensajes divertidos y momentos espontáneos del día. Cada clip capturaba no solo sus experiencias sino también la conexión especial que habían forjado durante este viaje extraordinario.

Cuando finalmente regresaron a su alojamiento esa noche, estaban cansados pero felices; cada día traía consigo nuevas oportunidades para aprender y crecer juntos. María se sintió agradecida por los amigos que había encontrado en este viaje; sabía que estos recuerdos durarían toda la vida.

Mientras se preparaba para dormir, reflexionó sobre cómo cada paso que habían dado juntos les había acercado más no solo entre ellos sino también al mundo alrededor suyo. Estaba lista para enfrentar cualquier aventura que viniera mañana; después de todo, cada día era una nueva oportunidad esperando ser descubierta.

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El último suspiro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora