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El sol se filtraba a través de las cortinas de la habitación, llenando el espacio con una luz suave y dorada. María se despertó con una sensación de emoción y nostalgia, sabiendo que era su último día en Venecia. Se vistió rápidamente y, al salir, encontró a sus amigos reunidos en la sala, listos para el desayuno.

—¡Buenos días! —saludó Sofía con una gran sonrisa—. ¿Están listos para un último día lleno de aventuras?

Después de disfrutar de un delicioso café con leche y unas tostadas con mermelada de higo, comenzaron a hacer planes. Luis sugirió visitar la Basílica de San Marcos, un lugar emblemático que no podían perderse.

—He oído que la arquitectura es impresionante —dijo mientras miraba su mapa—. Y no podemos olvidar subir al campanario para tener una vista panorámica de la ciudad.

Con el plan trazado, se dirigieron hacia la Plaza de San Marcos. Al llegar, quedaron maravillados por la majestuosidad de la basílica. Sus mosaicos dorados brillaban bajo el sol y cada detalle parecía contar una historia antigua.

—Es como estar dentro de un cuento de hadas —susurró María mientras admiraba la fachada.

Después de explorar el interior y tomar muchas fotos, subieron al campanario. La vista desde arriba era absolutamente impresionante: los canales serpenteaban por toda la ciudad, las góndolas se deslizaban suavemente y el horizonte estaba adornado por los tejados característicos.

—¡Esto es increíble! —exclamó Diego mientras tomaba un video—. ¡Nunca quiero irme!

Tras disfrutar del paisaje, decidieron bajar y caminar por las estrechas calles venecianas. Se perdieron en un laberinto de callejuelas, descubriendo pequeñas tiendas de artesanía y cafés escondidos. En una esquina, vieron a un artista pintando un retrato del canal.

—¿Qué tal si nos hacemos un retrato? —sugirió Sofía, entusiasmada con la idea.

Poco después, todos posaron junto al artista mientras él capturaba su esencia en el lienzo. Fue un momento divertido y especial que les dejó risas y recuerdos.

Al mediodía, decidieron hacer una pausa para almorzar en un restaurante junto al canal. Mientras degustaban pasta fresca y mariscos, hablaron sobre lo que más les había gustado del viaje.

—Me encantó ver el vidrio en Murano —dijo María—. Pero creo que lo mejor ha sido pasar tiempo juntos.

Luis asintió: —Sí, definitivamente. Este viaje nos ha acercado más.

Después del almuerzo, tenían una última parada en mente: un paseo en góndola por los canales. Aunque muchos consideran que es algo turístico, sabían que no podían dejar Venecia sin vivir esa experiencia.

Al abordar la góndola, el gondolero comenzó a remar suavemente mientras les contaba historias sobre la ciudad y sus secretos ocultos. Las aguas tranquilas reflejaban los edificios antiguos y las luces del atardecer comenzaban a brillar.

—Este es el final perfecto para nuestro viaje —dijo Sofía mirando a sus amigos con una sonrisa nostálgica.

Mientras navegaban por los canales, María sintió una mezcla de felicidad y tristeza. Sabía que pronto regresarían a casa, pero también estaba agradecida por cada momento vivido.

Cuando regresaron a tierra firme, decidieron dar un último paseo por la plaza antes de cenar. La atmósfera mágica del atardecer envolvía todo y las luces empezaban a encenderse lentamente.

Finalmente, se sentaron en un pequeño restaurante al aire libre para disfrutar de una cena tradicional veneciana. Compartieron risas y anécdotas mientras brindaban por los momentos vividos.

—Por más aventuras juntos —propuso Diego levantando su copa.

Todos brindaron con entusiasmo, sintiendo que este viaje había sido solo el comienzo de muchas más experiencias compartidas en el futuro.

Al finalizar la cena y con el estómago lleno de deliciosos platillos locales, decidieron dar un último paseo bajo las estrellas antes de regresar al alojamiento. Las calles estaban iluminadas suavemente y el aire fresco llenaba sus pulmones mientras caminaban tranquilamente conversando sobre sus planes futuros.

María miró hacia arriba; las estrellas brillaban intensamente sobre Venecia. Se sintió afortunada por haber compartido esos días con amigos tan especiales y sabía que esos recuerdos durarían para siempre.

Con esa sensación cálida en su corazón, finalmente regresaron a su alojamiento; era hora de prepararse para partir al día siguiente. Sin embargo, antes de dormir, María tomó su diario una vez más para escribir sobre su último día: las risas compartidas, las vistas impresionantes y cómo este viaje había reforzado sus amistades.

Mientras cerraba su diario por última vez durante este viaje, sonrió al pensar en todo lo vivido; ya estaba ansiosa por planear su próxima aventura con sus amigos.

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El último suspiro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora