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El sol se asomaba por el horizonte cuando María y sus amigos se despertaron emocionados; hoy era el día en que viajarían a Venecia. Habían estado esperando este momento, ansiosos por explorar los canales y la belleza única de esta ciudad flotante.

Después de un desayuno ligero, hicieron las maletas y se dirigieron a la estación de tren. El viaje fue alegre, lleno de risas y música, mientras contemplaban el paisaje italiano que pasaba rápidamente por la ventana. Al llegar a Venecia, sintieron un aire fresco que olía a mar.

—¡Miren! —gritó Sofía al ver los primeros canales—. ¡Es aún más hermoso de lo que imaginaba!

Al salir de la estación, se encontraron rodeados de góndolas y el sonido del agua. Decidieron comenzar su aventura en una de las famosas góndolas, donde un gondolero les ofreció un recorrido por los canales. Mientras navegaban, María no podía dejar de admirar la arquitectura antigua que se reflejaba en las aguas tranquilas.

—Esto es como un sueño —susurró María mientras tomaba fotos.

Después del paseo en góndola, se dirigieron a Plaza San Marcos, donde quedaron impresionados por la majestuosa Basílica de San Marcos y el Campanile. Mientras exploraban, Sofía sugirió que probaran un famoso café veneciano.

—¡Vamos al Café Florian! —exclamó—. Es uno de los más antiguos y tiene un ambiente increíble.

Se acomodaron en una mesa al aire libre, disfrutando del ambiente vibrante mientras saboreaban café y pasteles típicos venecianos. Entre risas y conversaciones animadas, compartieron anécdotas sobre sus días en Roma y sus sueños para el futuro.

De repente, Luis se puso serio y dijo: —Chicos, tengo una sorpresa para ustedes.

Todos lo miraron con curiosidad.

—He reservado una cena especial para esta noche en un restaurante junto al canal —anunció con una sonrisa—. Quiero que celebremos nuestra amistad y este viaje juntos.

María sintió una oleada de emoción. Era una idea maravillosa para cerrar su primer día en Venecia. Después de disfrutar del café, decidieron explorar un poco más antes de prepararse para la cena.

Pasaron la tarde caminando por calles estrechas y descubriendo pequeñas tiendas de artesanías locales. María encontró algunas máscaras venecianas hermosas; recordaba haber leído sobre las tradiciones del Carnaval de Venecia y cómo cada máscara tiene su propia historia.

Mientras paseaban, llegaron a un pequeño puente donde decidieron tomarse una foto grupal. La luz del atardecer iluminaba sus rostros sonrientes; cada uno había encontrado algo especial en esta ciudad mágica.

Al caer la noche, regresaron al alojamiento para prepararse para la cena. María eligió un vestido ligero y elegante; quería sentirse especial para esa ocasión. Cuando todos estuvieron listos, partieron hacia el restaurante con gran expectativa.

El lugar era encantador; las mesas estaban dispuestas junto al canal, iluminadas con luces tenues que creaban una atmósfera romántica. Al sentarse, el camarero les trajo una selección de platos tradicionales venecianos: risotto al nero di seppia (risotto negro) y spaghetti alle vongole (espaguetis con almejas).

Mientras disfrutaban de la cena, comenzaron a compartir sus pensamientos sobre lo que este viaje significaba para cada uno de ellos.

—Para mí, este viaje ha sido una forma de descubrirme a mí mismo —dijo Diego—. Nunca pensé que podría salir tanto de mi zona de confort.

María asintió; sentía lo mismo. Había aprendido a apreciar cada momento y a abrirse a nuevas experiencias.

Después de la cena, decidieron dar un paseo por los canales iluminados por la luna. La belleza del lugar era indescriptible; los reflejos del agua creaban un espectáculo mágico.

Al llegar a un pequeño puente, Luis propuso hacer un brindis por su amistad:

—Por nosotros y por todas las aventuras que nos esperan —dijo levantando su copa.

Todos brindaron con entusiasmo; esa noche estaba llena de promesas y recuerdos imborrables. Mientras caminaban bajo las estrellas, María sintió que este viaje no solo había sido sobre visitar lugares nuevos sino también sobre fortalecer los lazos entre amigos.

Finalmente regresaron al alojamiento cansados pero felices; cada día traía consigo nuevas sorpresas y momentos especiales que atesorarían para siempre. María se acurrucó en su cama, reflexionando sobre lo afortunada que era por tener amigos como ellos y por estar viviendo esta experiencia única en Venecia.

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El último suspiro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora