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La niebla se cernía sobre San Lázaro como un velo misterioso. Cuando María y sus amigos llegaron, el aire parecía cargado de secretos. Ella sonrió con emoción, pero en el fondo, una pequeña voz le susurraba que algo no estaba bien.

—¿Estás segura de que queremos hacer esto? —preguntó Diego, su voz temblando un poco. Siempre había sido el más cauteloso del grupo.

—Claro que sí —respondió María, tratando de sonar más convencida de lo que se sentía—. Necesitamos entender por qué han desaparecido tantas personas aquí. ¡Podemos ayudar!

Luis, que estaba en el asiento trasero, soltó una risa nerviosa.

—Ojalá solo fuera una excursión normal —dijo, intentando romper la tensión. Sofía se asomó por la ventana, mirando con curiosidad hacia el pueblo desierto.

—¿No sienten esa vibra extraña? —murmuró Sofía, casi para sí misma—. Como si el lugar estuviera vivo.

María asintió lentamente. La adrenalina le recorría el cuerpo. Era como si la niebla estuviera invitándolos a descubrir algo oculto. Al llegar al centro del pueblo, se encontraron con calles vacías y edificios antiguos que parecían murmurar historias olvidadas.

Decidieron entrar a una cafetería llamada **El Rincón de los Recuerdos**. La puerta chirrió al abrirse y el aroma del café recién hecho llenó el aire. Una anciana detrás del mostrador los observaba con curiosidad.

—No son muchos los forasteros que vienen por aquí —dijo la mujer con una voz rasposa pero acogedora.

—Estamos aquí para investigar algunas historias sobre el pueblo —explicó María, sintiendo cómo la mirada de la anciana se posaba en cada uno de ellos.

La mujer sonrió levemente, pero había algo en su mirada que hizo que María se sintiera incómoda.

—Este lugar tiene más secretos de los que imaginas —murmuró antes de servirles café humeante.

Diego miró a sus amigos y susurró:

—Esto me está poniendo nervioso.

Sofía tomó un sorbo y cerró los ojos un momento.

—Debemos estar listos para lo que venga —dijo con determinación.

Mientras hablaban sobre su plan para explorar el pueblo al día siguiente, una sombra pasó rápidamente por la ventana. María se giró rápidamente, pero solo vio niebla espesa envolviendo las calles vacías.

—Tal vez esto no sea solo una investigación… —murmuró Luis, mirando hacia afuera como si esperara ver algo más allá de lo visible.

Y así comenzó su aventura en San Lázaro, un lugar donde los ecos del pasado estaban a punto de revelarse y donde cada susurro podría ser la clave para desentrañar un oscuro secreto.

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El último suspiro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora