—Carajo, carajo ¡Hace mucho frío!
El sonido de chanclas mojadas y maldiciones llenaron la sala cuando Ángel salió corriendo del baño envuelto en una toalla. Otra vez había olvidado su ropa fuera.
Cato soltó una risita desde el sofá y regresó a su teléfono. Por un momento cruzó en su mente la idea de ir tras él y "calentarlo", pero la desechó enseguida. De hacerlo terminarían en la cama con el cabello húmedo de Ángel y eso no sería bueno.
No pasaron más de 15 minutos y el pequeño salió de su cuarto, ahora con un pijama abrigado y la toalla en la cabeza. Lo primero que hizo fue tomar su lugar junto a Cato y hacerse bolita, así todo su cuerpo estaría pegado al de él recibiendo su calor.
—Hola —saludo el más alto.
—Buenas noches —contestó acurrucándose aún más.
Cato sonrió y le rodeó con un brazo, así estaría más calientito. En el proceso su mano terminó sobre su cabeza, más específico la toalla, notando lo mojado que seguía el cabello bajo esta.
—No es bueno dejarse la toalla tanto tiempo.
—Ya se, ya se... pero hace fríoooo.
Si alguien sabía de cuidar el cabello, era Cato. Ya había escuchado ese consejo de él un par de veces pero siempre lo olvidaba, o bien, no le importaba realmente. Era demasiado perezoso para preocuparse por secarlo apropiadamente.
—Ven, deja te ayudo —abrió las piernas y dio un par de palmadas al hueco entre ellas. Ángel no pudo resistirse. Siguió la orden y se sentó felizmente a la espera del tratamiento.
Las manos de Cato siempre eran una delicia sobre su cabeza. Ya fuera para cepillarlo, secarlo, peinarlo, cortarlo, o solo mimos, todo eso se sentía la gloria. Como ir a una estética profesional o al spa.
—Hoy vamos a dormir juntos ¿Verdad? Hace demasiado frío como para dormir solitos —preguntó Ángel con los ojos cerrados. Cato pasaba la toalla por su cabello presionando entre capas para secarlo correctamente, un toque relajante que le incitaba a dormir.
—No lo sé, no lo había pensado —respondió con ironía. En ese punto era extraña la vez que no dormían en la misma cama. Casi parecía que compartían cuarto, si no fuese porque el ropero y las cosas del más alto estaban en otro lado.
—No te queda de otra. Soy el casero y dictó que compartamos cama o te echo de mi propiedad.
—Entonces creo que no tengo opción —rio suavemente.
Al terminar su trabajo dejó la toalla a un lado y enredó sus brazos por la cintura del pequeño. Su cabello tenía el perfume fresco de su shampoo. No pudo resistirse a dejar un beso y recargar su barbilla.
—¿Ya tienes sueño?
Apenas eran las 10. Bastante temprano para el horario de Cato.
—No... pero podríamos acurrucarnos. Después de secar bien tu cabello. Sigue húmedo.
—pfff... descuida. Todavía tengo algo de trabajo pendiente. Lo haré mientras se termina de secar. Prometo no acostarme con el cabello mojado.
Mintió.
Después de un rato Cato se puso la pijama y fue hasta el cuarto de Ángel. Aunque no tuviera sueño todavía podría recostarse y hacer sus cosas mientras su novio terminaba su trabajo. Pero al entrar se encontró con la computadora prendida y un Ángel dormido sobre el colchón. Negó con la cabeza y apagó la pc. Ni siquiera había iniciado sesión.
Estuvo a punto de mover el hombro del bello durmiente y decirle que se metiera bajo las cobijas, pero sus ojos fueron atraídos por una figura entre sus brazos. Era un peluche, más precisamente, era el peluche con forma de ratón que siempre adornaba la cama cuando estaba tendida.
Frunció el ceño y jalo el muñeco hasta arrebatárselo. ¿Qué hacía abrazando esa cosa cuando podía estar abrazándolo a él? Siempre era lo mismo. Se descuidaba un poco y ya era reemplazado por el.
—Ey... —habló Ángel medio dormido.
Dejó salir un bostezo estirándose sobre su lugar y, de repente, como la somnolencia dejara su cuerpo en un segundo, le quitó de las manos su preciado peluche—. Ñenguele.
Cato parpadeo mientras veía como Ángel reía y le daba la espalda para volver a abrazar y acostarse nuevamente con el peluche. ¿Con qué cosas así serían las cosas? Su primer instinto fue ir tras él. Se subió al colchón y trató de quitárselo una vez más pero su dueño rodó hasta cubrirlo con su cuerpo, un escudo humano entre el pequeño ratón y el felino que intentaba robarlo.
—¿Qué te pasa? ¡Es mío! —hablaba entre risas.
Las manos de cato se colaban entre sus costados provocándole cosquillas. Dio lo mejor que pudo para proteger su tesoro pero no era nada contra la fuerza de Cato. Con un movimiento le volteo boca arriba y arrebató el peluche. Antes de que pudiera quejarse al ver como lo arrojaba a un lado, sintió el peso de su gato aplastarle el pecho.
—¡Oye! Trátalo con más cuidado. Tiene mi edad —se quejó picándole a los costados pero no obtuvo reacción.
Cato bufó con recelo. No se arrepentía de sus acciones, al contrario. Se acomodo mejor sobre el torso de su amado y le apretó con sus brazos.
—Ok ok. Tu ganas —le regreso el abrazo con un suspiro—. Pero que sepas, él fue mi compañero de cama antes que tu. Mucho antes que tú. Cuando era niño y cuando estaba solo solin solito en esta está casa. Así que más respeto al anciano.
—Ya no lo necesitas —respondió comenzando a dejar besitos en la base de su cuello.
Ángel se quedó sin palabras. Lo estaba diciendo a modo de juego pero era cierto. Ese peluche era un recuerdo de la infancia. Cuando su cuarto estaba oscuro y frío el le acompañaba en las noches. Cuando se fue de la casa de sus padres, junto a Matías, era el confort en su cama lo que le hacía recordar su hogar. Después, cuando sus padres fallecieron y heredó una casa vacía, le ayudó a no sentirse solo. Ya no lo necesitaba. Ya no estaba solo.
—Cierto. Ahora te tengo a ti.
ESTÁS LEYENDO
Recuerdos de Octubre
FanfictionCompilación de escritos realizados para el Catober 2024 de Redphone.