Amor

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—No puedes decirme nada Matías, sus disfraces son igual de cursis que los nuestros —se apuró en decir en cuanto noto la cara de disgusto de su amigo tan pronto le recibió en la puerta.

Habían acordado hacer una pequeña reunión en casa de Matías. Ninguno de los cuatro tenía planes para alguna fiesta de Halloween así que ¿Qué mejor que pasarla juntos? Sin desconocidos, convivencia forzada ni borrachos insoportables. Además, Mati había prometido preparar comida para la ocasión y eso era algo que Ángel, su mayor fan y aprendis, no se perdería.

Cato no pareció muy entusiasmado por disfrazarse, pero cuando le propuso hacerlo en parejas se animó con una clara condición, nada de plastas de maquillaje en la cara. Al final aceptó delineados muy sencillos, nada que se sintiera incómodo en su piel ni fuese a manchar su cabello. Terminaron siendo el adorable cliché del rey calabaza y la chica de trapo, o, en este caso, chico.

Le quedaba bien el personaje a Cato. Era alto, su estilo iba con ropa negra y el cabello morado le daba cierto detalle único. Lo único que no quedaba, sin embargo, era la complexión. No era algo importante siempre y cuando pensaras que era un esqueleto que iba al gimnasio.

Los disfraces de pareja de su amigo no se quedaban atrás, Lydia era una bellísima Morticia y Mati un Homero Adams gruñón, o al menos cuando volteaba a ver a Cato. Cuando los ojos de Matías se posaban sobre su novia parecía que observaba a la criatura más magnífica del universo, tal y como su personaje.

La reunión fue muy divertida aun para ser solo de cuatro. Charlaron y bebieron mientras sonaba música spooky de las bocinas. Algo bueno era que Lydia y Cato parecían estar entablando una buena amistad con cada reunión así que cuando Ángel hablaba solo con Matías no tuvo que preocuparse porque Cato quedara solo sin quien convivir. En un punto, y con suficiente alcohol en las venas, Lydia y Matías interpretaron un adorable baile al son de Buttercup de Jack Stauber, tal y como en ese video de la caricatura.

Ángel se sentía muy feliz por su amigo. Debía aceptar que en algún momento sintió celos y envidia de su pareja. Le había sentado muy mal que se negara a vivir con el por estar con ella, pero ¿Qué clase de forma de pensar era esa? por supuesto que iba a preferir vivir con su novia. Estaba haciendo su vida y él tenía que estar feliz por ello. Ahora lo estaba. Y, no quería presionarlos pero, le hacía mucha ilusión verlos casados en algún momento.

—¿Qué miras? —preguntó Matías después de terminar su número con Lydia. Sus mejillas se veían adorablemente rojas a pesar de sus cejas fruncidas.

—Es que son taaan lindos, voy a llorar —se colgó de su amigo con un tono sentimental—. Mi niño ya tiene novia —Matías intentó quitárselo de encima sin éxito. Bien podría haberlo empujado pero no quiso arriesgarse a que se cayera con lo borracho que estaba.

—Lydia es mi novia desde hace mucho.

—Es que mira tu cara —siguiendo sus palabras presiono sus mejillas—. Si, a eso me refiero. Con esa cara de enojado pensé que nadie iba a querer conocerte lo suficiente para saber que eres un buen chico.

—Está bien así, de esa forma es solo para mí —comentó Lydia con ternura.

Matías giró los ojos y se apartó para ir con su novia. Cato llegó a tiempo para sostener a Ángel y que no perdiera el equilibrio. El pequeño se alegró al verlo y se colgó de su cuello sin pensarlo. Aspiro el aroma remanente a cigarro de sus ropas y tallo su cara dejando un poco de maquillaje azul verdoso en ellas.

—Cato —canturreo feliz

Si bien estaba feliz de que Matías hubiera encontrado el amor, él mismo también lo había encontrado. Estaba justo frente a él en forma de un chico alto y de pelo morado.

—Lo que pasa es que yo si tengo buen gusto —soltó Mati indispuesto a dejar el tema. En cuanto noto la mirada de Cato suspiro y añadió— Hablo de tus exes, en especial el último. Tu —se refirió a Cato— sigues bajo deliberación.

—Ushh no le hables así a mi futuro esposo —Ángel se acercó a su amigo y trató de taparle la boca sin éxito.

No se percató de sus palabras, ni del impacto que tuvo en la sala. Matías puso cara de espanto, Lydia dio un sorbo a su bebida tratando de cortar la tensión y los ojos de Cato se iluminaron con brillo.

—Yo estoy feliz por tu boda ¿Por qué no puedes estar feliz por la mía?

—¿De qué estás hablando? ¿Qué bodas?

—¿No vas a casarte con Lydia? —pregunto triste.

—Pero- ¡Por supuesto que sí!... quiero decir... ya cállate.

La nombrada soltó una risa al ver la cara de su novio.

—Suficientes copas por hoy... ¿Quieren quedarse a pasar la noche? —la pregunta fue más hacia Cato, ya que el otro no parecía precisamente consciente.

—Está bien, iremos a casa. Gracias de todos modos —contestó a Lydia.

Mati le echó una mirada profunda a Cato, decidiendo si estaba bien que condujera con su amigo. Al final no lo detuvo, bien había visto antes que apenas y tocó alcohol toda la noche, seguramente para poder conducir de regreso. Punto a favor.

Antes de irse Matías les sirvió un poco de comida para llevar, no sin antes amenazar a su amigo con que cuidara y le regresara sus tuppers si quería conservar su amistad y su vida. De cualquier forma le dio los de plástico, no iba a arriesgarse a darle los de vidrio con lo borracho que estaba.

En el coche iba un Ángel muy contento comiéndose el ojo de lo que antes era un pastel con forma de calabaza. Estaba muy tranquilo a comparación de Cato, quien su corazón no había dejado de latir desbocado desde que escuchó las palabras de su novio más temprano. Era el hablar incoherente de un borracho, lo sabía, pero ¿Qué no las palabras ebrias son pensamientos sobrios?

—¿Entonces vamos a casarnos? —no pudo contenerse a preguntar juguetonamente. A simple vista parecía que le estaba molestando, pero algo en él genuinamente quería saber la respuesta.

—Mmhmm... yo si quiero —respondió sin dudarlo con pastel en la boca—. No me interesa casarme en la iglesia pero me gustaría una ceremonia en un lugar rústico o en una finca o al aire libre ¡o en un bosque! —se emocionaba más con cada idea— No se, siempre y cuando sea contigo quiero una boda.

Cato casi se derrite en su asiento. Agradeció que fuera de noche para que Ángel no notase lo rojo que estaba.

—Yo también... solo contigo.

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⏰ Última actualización: Nov 01 ⏰

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