Capítulo 18 - Problemas... parte final

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Bill y Simon se encontraban agazapados en un edificio abandonado, escondidos entre las sombras mientras observaban la fábrica de papel en la distancia

El lugar, aunque enorme, parecía tan destartalado que podría colapsar con el más mínimo temblor. Chimeneas oxidadas se alzaban como dedos huesudos, apuntando al cielo grisáceo, y las paredes estaban cubiertas de grafitis descoloridos y moho...

Ventanas rotas colgaban de sus marcos, las cortinas arrancadas ondeaban en la brisa como banderas fantasmas. Pero más allá de la desolación del lugar, había algo mucho más preocupante... la entrada estaba llena de guardias...

Cuando Oz les había dado las coordenadas de la fábrica, Bill y Simon no habían perdido tiempo en dirigirse allí. Simon, aunque agradecido por tener un rumbo claro, no pudo evitar preguntarle a Bill de dónde había sacado la información

Se acercaron a toda velocidad, y mientras avanzaban, Simon le lanzó una mirada escéptica a su amigo, con la duda escrita en su rostro

¿Cómo supiste dónde estaba el lugar?... ese sujeto estaba bien muerto... -preguntó Simon, su voz llena de curiosidad, pero también de sospecha

Sabía que Bill no era el tipo de hombre que sacaba información de la nada, y las circunstancias eran demasiado extrañas para dejarlas pasar

Bill, sin embargo, logró desviar el tema con una sonrisa evasiva y una broma a medias sobre viejos contactos

Aunque Simon no estaba del todo convencido, dejó pasar la pregunta. Sabía que, por ahora, lo más importante era rescatar a Marceline...

La entrada de la fábrica estaba vigilada por varios hombres, todos vestidos con una especie de traje táctico improvisado. Sus atuendos parecían sacados de un apocalipsis: chalecos antibalas desgastados, máscaras de gas colgando de sus cuellos, y armas de alto calibre que sujetaban con firmeza

Algunos llevaban cascos agrietados y rodilleras maltrechas, mientras otros portaban cuchillos y machetes atados a sus muslos. Era una imagen intimidante. Las botas pesadas de los guardias resonaban en el asfalto resquebrajado mientras patrullaban la zona con precisión militar

Simon observaba con el ceño fruncido, sus ojos llenos de preocupación- ¿Cómo mierda vamos a entrar?... hay demasiados guardias... -murmuró, agachándose un poco más para evitar ser visto desde la distancia

Los nervios estaban comenzando a afectar su calma habitual, y aunque su tono era bajo, la frustración era evidente

Bill apretó los dientes. Habían contemplado la idea de que Simon usara la corona para crear una distracción o incluso atravesar las defensas, pero había un problema enorme con ese plan...

Si Simon se colocaba la corona, perdería el control de sí mismo. Bill lo había visto antes, cómo la mente de su amigo se desmoronaba bajo el peso del poder de la corona, transformándolo en algo peligroso e impredecible

Y si eso sucedía... rescatar a Marceline sería imposible. El solo pensarlo hacía que Bill sintiera un nudo en el estómago...

Ambos permanecieron en silencio, observando la fábrica y sus alrededores, mientras la tensión aumentaba. Sabían que no podían quedarse ahí mucho tiempo

No había forma de saber qué clase de horrores podrían estar haciéndole a la pequeña Marceline en esos momentos, y cada minuto que pasaban deliberando era un minuto perdido. El tiempo corría en su contra

Bill, con la mirada fija en los guardias, comenzó a analizar la situación. Respiró profundamente y, sin apartar los ojos del edificio, habló con una voz baja pero decidida- Lo más prudente... -hizo una pausa, quitándose el parche que cubría su ojo- Lo más prudente es que solo uno de nosotros entre. Así evitamos llamar la atención, mientras el otro crea una distracción afuera...

Hora de aventura; "En busca de un corazon"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora