Capítulo 20 - La calma nunca es permanente

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Un nuevo día amaneció sobre la ciudad arrasada, sumida en el gris y la desolación. Las nubes cubrían el cielo, tan espesas y bajas que parecían casi rozar los restos de los edificios derrumbados y las calles llenas de escombros

El aire estaba impregnado de un olor metálico y rancio, una mezcla de humo, polvo y cenizas que nunca terminaba de disiparse...

Caminaban entre bloques de concreto y hierros retorcidos, siguiendo un camino incierto a través de lo que en algún momento fue un vecindario próspero

Las casas, muchas de ellas ahora esqueleto de lo que un día fueron, mostraban ventanas vacías como ojos oscuros que observaban el mundo devastado

El trío avanzaba en silencio, atentos al entorno, pero con una rutina tan repetida que sus cuerpos ya parecían moverse por inercia. Simon caminaba al frente, cargando su gran mochila que parecía más pesada con cada paso

En ella llevaba lo que quedaba de sus pertenencias, víveres y provisiones, además de la corona cuidadosamente envuelta y la foto de Betty, guardada con un cuidado casi reverente

Cada tanto, sus ojos recorrían el horizonte en busca de cualquier señal de movimiento, cualquier sombra que pudiera significar peligro. Pero, a pesar de su vigilancia constante, se obligaba a mantenerse positivo, especialmente por Marceline...

Bill caminaba a su lado, con la pequeña Marceline encaramada sobre sus hombros

La niña llevaba las piernas colgando, balanceándolas de un lado a otro mientras una amplia sonrisa iluminaba su rostro. Sus mejillas estaban encendidas, tan rojas como manzanas, y sus manos se aferraban con fuerza a la cabeza de Bill para mantener el equilibrio

Cada tanto, Bill le lanzaba una mirada y le sonreía, contagiándose de la inocente felicidad de la pequeña. Era un contraste extraño y casi surrealista en medio de aquel escenario sombrío, como una pequeña chispa de alegría en un mundo de sombras

¿Todo bien allá arriba, Marcy? —preguntó Bill con una risa ligera, girando un poco la cabeza para mirarla de reojo

Marceline asintió con entusiasmo, sus rizos oscuros brincando alrededor de su cara— ¡Sí! ¡Más rápido, Bill! —pidió, agitando los pies con energía, aunque no había ningún lugar al que realmente ir rápido

Bill soltó una carcajada, simulando trotar un poco para complacerla, y Marceline gritó con una risa aguda, disfrutando del pequeño juego

Simon, al escuchar las risas detrás de él, no pudo evitar sonreír también, sintiendo que, al menos por un momento, las sombras de su mente se disiparon

Aprovechando el ambiente más ligero, se volvió hacia ellos y propuso un juego para hacer más amena la caminata

¿Qué les parece un "veo, veo"? —sugirió Simon, adoptando un tono jovial y animado mientras ajustaba el peso de su mochila

Marceline casi saltó de la emoción desde los hombros de Bill, levantando una mano con entusiasmo— ¡Yo quiero empezar! —exclamó, con su voz resonando alegremente entre las ruinas de la ciudad

Bill asintió y Simon sonrió, cediéndole el primer turno a la niña— Está bien, Marcie, empieza tú... —dijo Simon, mirándola con esa calidez paternal que siempre tenía para ella

La niña frunció los labios, pensativa, mientras miraba a su alrededor buscando algo interesante para describir. Finalmente, su rostro se iluminó y comenzó

¡Veo, veo... algo que empieza con la letra ‘E’! —canturreó, haciendo una pausa dramática

Simon y Bill intercambiaron una mirada cómplice, dispuestos a adivinar. Simon fue el primero en intentarlo

Hora de aventura; "En busca de un corazon"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora