Entre la lealtad y la confusión

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Richard

16 de Octubre

El 16 de octubre de 2024, la atmósfera estaba cargada de emoción y nerviosismo. Había planeado este viaje a Brasil con Sofía, Juvenal, Natalia y su hijo, y esperaba que fuera una experiencia inolvidable. La idea de compartir momentos divertidos en un nuevo país me llenaba de energía, pero la llegada de Natalia lo complicaba todo.

Mientras todos se preparaban para el viaje, sentí que había una tensión latente en el aire. Sofía y yo habíamos discutido un par de veces sobre la presencia de Natalia. Ella tenía esa manera de hacer que todo girara en torno a ella, como si necesitara atraer la atención a cada instante. Me frustraba que Sofía se sintiera incómoda, pero no sabía cómo resolverlo.

Llegamos al aeropuerto y el ambiente se llenó de risas y chistes entre Juvenal y Thiago. El pequeño hijo de Natalia corría detrás de ellos, y por un momento me sentí aliviado. Al menos el viaje comenzaba con buena energía. Pero eso cambió rápidamente cuando llegamos a la zona de embarque.

Mientras esperábamos, Sofía se apartó para responder un mensaje en su teléfono. Fue entonces cuando Natalia se me acercó con una sonrisa deslumbrante.

—Richard, me alegra que hayas invitado a Thiago y a mí —dijo, con un tono que me hizo sentir incómodo—. Siempre he querido conocer Brasil.

—Sí, claro —respondí, tratando de mantener la conversación neutral.

Pero en un instante, lo que parecía una conversación amistosa se tornó en algo que nunca imaginé. Natalia se inclinó hacia mí, y sin previo aviso, intentó besarme.

Mi cuerpo reaccionó instintivamente. Di un paso atrás, sorprendido y atónito.

—¿Qué estás haciendo? —pregunté, con la voz llena de incredulidad.

Sofía, que había regresado justo en ese momento, vio la escena. Su rostro se tornó pálido, y el brillo en sus ojos se desvaneció rápidamente. No sé qué pasó por su mente, pero su reacción fue instantánea.

—¡¿Qué demonios, Richard?! —gritó, y su voz resonó en el espacio del aeropuerto.

—Sofía, no es lo que piensas —intenté explicar, pero ella no me dejó terminar.

—¡¿No es lo que pienso?! ¡La acabas de ver intentar besarme! —respondió, furiosa—. ¿Por qué siempre estás tan cercano a ella?

La tensión era palpable. Natalia se cruzó de brazos, con una sonrisa arrogante en su rostro, mientras Juvenal y Thiago miraban la escena confundidos. No quería que esto se convirtiera en un drama, pero no podía dejar que Natalia interfiriera en nuestra relación.

—Sofía, te lo juro, no tenía idea de lo que iba a hacer. Solo estaba hablando con ella —dije, tratando de mantener la calma.

—¿Hablando? ¡Eso no fue hablar! —exclamó, con lágrimas asomando en sus ojos.

Sentí un nudo en el estómago. La idea de hacerla sentir así me dolía. La última cosa que quería era que ella dudara de mí.

—Vamos, no puedo seguir esto —dijo Sofía, dando media vuelta y dirigiéndose hacia la salida del aeropuerto.

Mi corazón se hundió. Sabía que tenía que detenerla, pero también sabía que si la seguía, solo empeoraría las cosas.

—Sofía, espera —grité, pero ella no se detuvo.

Juvenal miró a Natalia con desdén.

—¿Qué demonios hiciste? —le dijo, mientras ella se encogía de hombros, con esa actitud despreocupada que tanto me irritaba.

La situación se había vuelto caótica, y no había forma de arreglarlo en ese momento. Sin pensarlo, decidí que no podía quedarme. Tenía que encontrar a Sofía y aclarar las cosas antes de que se fuera demasiado lejos.

Salí corriendo detrás de ella, buscando por todo el aeropuerto. Finalmente la encontré en un rincón, con el rostro entre sus manos. Mi corazón se rompió al verla así.

—Sofía, por favor, escúchame —le dije, acercándome con cautela.

—¿Qué quieres que diga, Richard? —respondió, levantando la mirada, llena de tristeza y enojo—. No sé si puedo confiar en ti ahora.

—Te prometo que no hay nada entre Natalia y yo. Fue un momento inesperado, y no tengo idea de por qué hizo eso —dije, intentando sonar lo más sincero posible.

Ella inhaló profundamente, sus ojos reflejaban confusión.

—Me duele verte cerca de ella. Siempre parece estar buscando la manera de meterse entre nosotros. No sé si puedo soportar eso —confesó, su voz temblaba.

—Entiendo, y siento mucho que esto haya pasado. Te quiero, Sofía. Eres la persona con la que quiero estar, no ella —le aseguré, tocando suavemente su brazo.

Su expresión comenzó a suavizarse.

—No quiero perderte —dijo, con la voz quebrada.

—Tampoco quiero perderte. Vamos a Brasil juntos, a disfrutar del tiempo con Juvenal y Thiago. Pero necesito que confíes en mí —respondí, mirándola a los ojos con toda la sinceridad que tenía.

Finalmente, asintió y, aunque la incomodidad seguía presente, sentí que teníamos la oportunidad de resolverlo. Nos dirigimos de regreso al grupo, dispuestos a afrontar el viaje juntos, aunque Natalia seguía siendo una sombra en nuestras vidas.

Era evidente que iba a ser un viaje complicado, pero estaba decidido a hacer lo necesario para proteger lo que habíamos construido. No iba a permitir que nadie, ni siquiera Natalia, interfiriera en nuestra relación.

Si tú supieras |Richard Rios|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora