El final de un sueño

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Sofía 💖

El 17 de octubre de 2024, la mañana en Brasil amaneció tranquila, pero yo sentía una incomodidad en el pecho que no lograba quitarme de encima. Desde que llegamos, Natalia no había dejado de buscar la manera de acercarse a Richard, y aunque él trataba de mantener las cosas cordiales, yo no podía evitar sentir esa punzada de inseguridad cada vez que ella aparecía.

Hoy, Richard me dijo que estaría muy ocupado con el equipo. Me dejó en nuestro apartamento con un beso rápido en la mejilla y la promesa de que nos veríamos en la noche. "Hay muchas cosas que resolver antes del próximo partido", explicó, pero algo en su tono me pareció evasivo.

A lo largo del día, intenté distraerme. Fui a la playa con Thiago y traté de disfrutar el sol, pero el malestar no desaparecía. Me metí en redes sociales para distraerme, pero lo que encontré en vez de paz fue la peor traición que jamás imaginé.

Habían empezado a circular fotos de Richard y Natalia en un yate. Parecía una escapada privada. En las imágenes se les veía muy cercanos, y lo que me destrozó por completo fue la foto en la que ella se inclinaba hacia él y se besaban. No era un beso fugaz; era un beso íntimo, uno que no dejaba lugar a dudas.

Sentí que el aire me faltaba. Mi mente no podía procesar lo que veía. ¿Cómo era posible que la persona con la que había compartido diez años de mi vida me traicionara así? Mis manos temblaban mientras sostenía el teléfono. No quise ni ver los comentarios; no me hacía falta. Las imágenes hablaban por sí solas.

Cuando Richard volvió al apartamento más tarde, entró con su actitud habitual, sin imaginar lo que estaba a punto de ocurrir. Al escuchar el ruido de la puerta, me dirigí a la sala con el teléfono en la mano, sintiendo la ira y el dolor hervir en mi pecho.

-¿Cómo estuvo tu "día ocupado"? -pregunté, con un tono tan afilado que Richard se detuvo en seco.

-Fue... fue complicado -respondió, con una mueca en el rostro-. ¿Por qué lo preguntas?

Le lancé el teléfono sobre la mesa para que viera las fotos.

-¿Esto es lo que llamas estar ocupado? -grité, sin poder contenerme. Cada palabra salía con rabia.

Richard miró la pantalla y su expresión se oscureció. Se quedó en silencio por un instante, y luego dejó escapar un suspiro, como si de alguna manera ya supiera que esto iba a suceder.

-Sofía, no es lo que parece -empezó, pero yo lo interrumpí.

-¡No me vengas con eso! ¡Siempre dices lo mismo! ¡Ya me cansé de tus excusas, Richard! -grité, sintiendo cómo las lágrimas empezaban a correr por mis mejillas.

-Por favor, déjame explicarte. Natalia se apareció de la nada... -empezó a decir, pero yo no podía escucharlo. La rabia y el dolor se habían apoderado de mí.

-¿Y qué? ¿Eso es una justificación? ¿Por qué no me dijiste la verdad? Me mentiste en la cara y luego te fuiste a besarla como si yo no existiera -le espeté, con el pecho ardiendo.

-No es lo que piensas, ¡yo no quise que esto pasara! -respondió, alzando la voz también.

-¡Basta! -grité, sintiendo la furia brotar-. Ya no quiero escuchar nada más. Te quiero fuera de aquí, Richard. ¡Fuera de mi vida!

Hubo un momento de silencio absoluto. Era como si el tiempo se hubiese detenido. Richard me miró con desesperación en los ojos, como si no creyera lo que acababa de escuchar.

-Sofía, no puedes estar hablando en serio -dijo, su voz temblando por primera vez.

-¿Que no puedo estar hablando en serio? -respondí, casi riendo con amargura-. ¿Después de lo que vi? No quiero que vuelvas a pisar este apartamento. No quiero saber nada más de ti.

Me di la vuelta y caminé hacia la puerta, abriéndola de golpe.

-¡Sal de mi casa, Richard! -exclamé, señalando hacia la salida.

Él no se movió de inmediato. Parecía paralizado, como si todavía no pudiera creer que esto estuviera sucediendo.

-Sofía, por favor... -dijo en un susurro, pero yo ya no tenía paciencia para más mentiras.

-¡Vete! ¡Llévate tus cosas y vete! -grité, con las lágrimas incontrolables ya cubriendo mi rostro.

Finalmente, recogió sus cosas en silencio y salió por la puerta sin decir otra palabra. Tan pronto como se fue, bloqueé el número de Juvenal también. Sabía que ella había sido cómplice, que sabía lo que estaba pasando, y eso me dolía casi tanto como la traición de Richard.

Me derrumbé en el sofá, sintiendo el vacío profundo de diez años desmoronarse en cuestión de horas. Había apostado tanto en nuestra relación, confiado tanto en él, y ahora todo se había ido por la borda. En ese momento, me di cuenta de que la vida que habíamos construido juntos había terminado. Y aunque el dolor era insoportable, sabía que no podía permitirme seguir con alguien que no me respetara.

Si tú supieras |Richard Rios|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora