Presagios y Presentimientos

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Sofía

El 14 de octubre amaneció con un calor sofocante en Barranquilla. El sol apenas se asomaba en el horizonte y ya el aire se sentía pesado, como si presagiara algo que aún no podía descifrar. Decidí pasar la mañana en el hotel, aprovechando que hoy no había entrenamiento para mí. Richard y el resto del equipo tenían una sesión intensa de preparación para el partido de mañana contra Chile, y aunque yo no estaría en la cancha, mi mente estaba en sintonía con la suya.

Pasé el tiempo respondiendo mensajes y subiendo algunas historias en Instagram para mantener a los seguidores al tanto. Me encontraba en el lobby cuando vi entrar a Juvena, la prima de Richard, acompañada por una chica que no reconocí de inmediato. Me acerqué con una sonrisa en el rostro. Juvena era como una hermana para Richard, y con el tiempo yo también había desarrollado un cariño especial por ella.

-¡Sofi! -exclamó Juvena al verme, abrazándome con fuerza-. Te presento a Natalia, una amiga de toda la vida.

-Hola, un gusto -dije, extendiendo la mano hacia Natalia, quien me devolvió el saludo con una sonrisa cortés.

-Encantada -respondió Natalia, sus ojos brillando con una intensidad que me pareció un poco extraña. Había algo en su mirada, en la forma en que me observaba, que me hizo sentir incómoda. Era una sensación casi instintiva, pero decidí ignorarla. Después de todo, si Juvena la había traído, debía ser de confianza.

Nos sentamos en el lobby, conversando un rato sobre el partido que se avecinaba. Juvena estaba entusiasmada y no dejaba de hablar de cómo Richard había estado entrenando con más ganas que nunca.

-Ese partido contra Bolivia les dolió, pero esta vez van con toda -dijo Juvena con una sonrisa de orgullo-. Y con Richard en la cancha, seguro será otra historia.

Asentí, sonriendo mientras observaba a Natalia de reojo. Ella estaba algo callada, como si analizara cada palabra que decíamos. No podía evitar sentir una especie de recelo, pero no dije nada. No quería ser la que juzgara a alguien por una primera impresión. Sin embargo, había algo en su actitud, en la forma en que miraba a Juvenal y luego a mí, que me hacía sentir que no estaba allí solo por el fútbol o por apoyar al equipo.

Por la tarde, Richard y el equipo regresaron al hotel después de los entrenamientos. Richard lucía cansado pero optimista, con esa determinación que lo caracteriza cuando se acerca un partido importante. Cuando me vio, se acercó y me abrazó por la espalda.

-Hola, preciosa -me dijo con voz cansada pero cálida-. ¿Cómo te fue hoy?

-Tranquilo, nada fuera de lo común -le respondí, girando para besarlo en la mejilla-. ¿Tú qué tal? ¿Listo para mañana?

-Más que listo -respondió, esbozando una sonrisa. Entonces notó a Juvena y a Natalia, que estaban conversando en un rincón del lobby-. ¡Juvena! -exclamó Richard, yendo hacia su prima para saludarla con un fuerte abrazo-. ¡Qué bueno verte por aquí!

Después de abrazar a Juvena, se dirigió hacia Natalia y la saludó con un beso en la mejilla. Parecía que la conocía bien, lo cual no me sorprendió, dado que me habían dicho que eran amigas de la infancia. Aun así, no pude evitar un leve malestar en el estómago cuando vi la forma en que ella le sonrió. No era una sonrisa cualquiera; era más bien un gesto que parecía buscar una reacción en él.

-Natalia me comentó que es fanática del fútbol -dijo Juvena, sonriendo con naturalidad-. ¡Así que tenía que traerla para el partido!

-Sí, soy una gran fan -dijo Natalia, clavando sus ojos en Richard con una intensidad que me incomodó. Era como si su atención estuviera dirigida únicamente a él, ignorando completamente mi presencia.

Richard, sin percatarse de mi incomodidad, continuó conversando con ellas con la misma familiaridad de siempre. Yo, por mi parte, traté de disimular mis sentimientos, recordándome que no tenía razones para preocuparme. Sin embargo, esa intuición, ese presentimiento que había sentido al conocer a Natalia, persistía.

Más tarde esa noche, cuando estábamos en la habitación, no pude evitar mencionárselo a Richard.

-¿Hace cuánto conoces a Natalia? -le pregunté con voz casual, fingiendo que la pregunta era mera curiosidad.

Richard estaba recostado en la cama, revisando su teléfono, pero levantó la vista y me miró con una sonrisa.

-Desde niños -respondió-. Ella es amiga de Juvenal de toda la vida. ¿Por qué?

-Nada, solo curiosidad -dije, encogiéndome de hombros. No quería parecer celosa o insegura, pero a veces, la intuición de una mujer es difícil de ignorar.

Él se levantó y se acercó a mí, tomando mis manos.

-Sofía, no te preocupes -dijo, mirándome a los ojos-. Ella es solo una amiga de la familia. No tienes nada de qué preocuparte.

Asentí, aunque en el fondo esa sensación no desaparecía. Intenté dejarlo pasar, recordándome que la verdadera razón por la que estábamos aquí era el partido contra Chile, y que toda mi energía debía estar en apoyar a Richard y al equipo.

Mientras Richard dormía, yo seguía despierta, mirando el techo de la habitación, pensando en la llegada de Natalia y en esa extraña sensación que no me abandonaba. Quizás solo eran mis nervios por el partido. Quizás era algo más. Solo el tiempo lo diría. Pero por ahora, decidí guardar mis preocupaciones para mí misma y concentrarme en lo importante: que mañana Colombia debía ganar.

Si tú supieras |Richard Rios|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora