Capítulo 15: El Bosque Místico

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El Bosque Místico no era solo un lugar, era un ser viviente. Una entidad antigua que había existido mucho antes de que los héroes y villanos caminaran por la tierra. Hawks, parado en los bordes de ese lugar prohibido, podía sentir cómo el aire mismo se arremolinaba alrededor de él, como si las raíces del bosque estuvieran conscientes de su presencia, evaluando cada uno de sus movimientos.

Las historias sobre el Bosque Místico eran numerosas, la mayoría advertencias que se contaban entre susurros por los pocos que alguna vez se habían atrevido a buscarlo. Según los mitos, el bosque tenía el poder de conceder deseos, pero el precio siempre era exorbitante. Algunos héroes y villanos lo habían buscado en el pasado, esperando encontrar poder, redención o venganza, pero ninguno había regresado. A medida que Hawks avanzaba hacia los primeros árboles, esas advertencias parecían más reales que nunca. Sin embargo, estaba demasiado decidido para retroceder ahora.

La oscuridad era densa. Los árboles, enormes y con raíces enmarañadas que sobresalían como manos esqueléticas, lo envolvían en una penumbra casi absoluta. Las hojas que crujían bajo sus pies sonaban más fuerte de lo normal, rompiendo el silencio opresivo que lo rodeaba. Era un silencio antinatural, como si el bosque hubiera devorado cualquier sonido del exterior. No había viento, ni canto de aves, ni el zumbido de insectos. Solo Hawks, el bosque, y su propia respiración, que sonaba forzada en sus oídos.

Cada paso que daba lo adentraba más en una realidad diferente. El aire era pesado, casi como si se estuviera moviendo a través de una sustancia espesa y etérea. Aunque sabía que era de día, dentro del bosque parecía eterno atardecer, un crepúsculo sin fin donde las sombras se alargaban y distorsionaban las formas de los árboles. Las ramas, torcidas y afiladas, parecían manos que intentaban atraparlo, como si el bosque tuviera su propio plan para él. Hawks podía sentirlo: el lugar lo vigilaba.

—Hikari... —murmuró en un susurro apenas audible, como si invocar su nombre pudiera proporcionarle algo de consuelo en medio de ese lugar ominoso.

Avanzó con cautela, pero con determinación. La imagen de Hikari en su mente era todo lo que lo impulsaba. Cada recuerdo de ella, su sonrisa cálida, la luz en sus ojos cuando lo miraba, cada palabra que había compartido con él, eran ahora su único ancla para no perderse en el caos mental que amenazaba con consumirlo. Sabía que el camino era peligroso, pero no le importaba.

Los árboles se cerraban más y más a medida que se adentraba, sus troncos retorcidos formando pasillos naturales que parecían sin salida. El terreno debajo de sus pies se volvía irregular, con raíces que sobresalían como trampas y charcos de agua estancada que olían a podredumbre. El bosque estaba vivo, pero era un tipo de vida corrupta, torcida por una magia oscura y antigua. Cada árbol, cada hoja, parecía irradiar una energía extraña, una sensación de ser observado, de estar dentro de una trampa que se estaba cerrando lentamente.

Pronto, el susurro comenzó. Al principio fue suave, apenas un murmullo en el viento inexistente. Pero luego, los susurros se volvieron más audibles, como voces lejanas que discutían entre ellas, o quizá lo llamaban. Era imposible discernir lo que decían, pero Hawks sentía la familiaridad de uno de esos susurros. Era el tono, la cadencia... era la voz de Hikari.

Se detuvo en seco. Miró a su alrededor, buscando la fuente de la voz, pero solo vio más sombras y árboles deformados. Su corazón comenzó a latir con fuerza en su pecho. ¿Era una alucinación? ¿O el bosque estaba jugando con su mente?

—Keigo... —el susurro se escuchó más claro esta vez, suave como una caricia, pero lleno de angustia.

Hawks sintió que su garganta se cerraba. Sus manos temblaban ligeramente mientras cerraba los ojos, tratando de escuchar mejor. ¿Era ella realmente? Su mente lo traicionaba a menudo desde la muerte de Hikari, pero algo en ese momento se sentía diferente. El bosque amplificaba sus deseos más profundos, retorciendo la realidad.

—Hikari... —murmuró en respuesta, sin estar seguro si hablaba con el bosque, con su memoria, o con un espectro.

Avanzó más, más rápido esta vez, mientras el terreno bajo sus pies cambiaba de textura. De repente, el suelo se volvió blando, casi como barro, y con cada paso sentía que sus botas se hundían más profundamente. El bosque lo estaba atrapando, pero Hawks no tenía intención de detenerse. Ni el miedo ni el peligro podían apartarlo de su misión.

Las sombras a su alrededor parecían moverse por sí solas. Los árboles susurraban, y entre esos susurros, la voz de Hikari continuaba resonando, dulce y suave. Hawks sabía que este lugar era peligroso, sabía que la magia oscura del bosque lo estaba intentando seducir, pero no le importaba. Si había alguna posibilidad, por mínima que fuera, de verla de nuevo, la tomaría.

Finalmente, llegó a un claro. El corazón del bosque. Los árboles, aunque aún torcidos y deformados, creaban un círculo alrededor de una pequeña área despejada. En el centro del claro, un enorme árbol negro se alzaba hacia el cielo, mucho más grande que los demás. Era imposible no sentir la magia oscura que emanaba de él, envolviendo todo el lugar en una atmósfera pesada.

El árbol parecía antiguo, más antiguo que el propio bosque. Su corteza era oscura como el carbón, y sus ramas se extendían como si trataran de alcanzar algo más allá de lo visible. A los pies del árbol, un pequeño altar de piedra estaba cubierto de musgo y vegetación, pero las marcas talladas en su superficie eran claramente visibles. Símbolos de una magia olvidada, tan antigua como el mundo mismo.

Hawks se acercó al altar, sintiendo el poder vibrar en el aire. Este era el lugar que había estado buscando. Su corazón latía con fuerza en su pecho, y por primera vez desde la muerte de Hikari, sintió una chispa de esperanza, tan pequeña y frágil como una llama en medio de una tormenta. Pero era suficiente para mantenerlo de pie.

—Estoy aquí por ti... —susurró al viento, dirigiéndose tanto a Hikari como al bosque.

El susurro se detuvo de repente. El aire se volvió frío, casi gélido, mientras una figura comenzaba a materializarse frente a Hawks. Una sombra, con ojos brillantes como brasas, emergió de entre los árboles. Era la entidad del bosque, la guardiana del lugar, y su presencia era tan intensa que incluso Hawks, quien había volado con la muerte a su lado durante años, sintió una punzada de miedo.

—¿Estás dispuesto a pagar el precio? —la voz de la entidad resonó como un trueno en la oscuridad.

Hawks tragó saliva, sintiendo el peso de lo que estaba a punto de hacer. No importaba el costo. Si significaba traer a Hikari de vuelta, estaba listo para lo que fuera.

El bosque lo había encontrado digno, pero Hawks no tenía idea de lo que el sacrificio realmente implicaría.

Alas de Esperanza II 🪽 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora