22 de enero, 2024.
Tenía el número de todos en esa maldita oficina, menos el de Máximo, así que decidí pedírselo, necesitaba llegar a él de alguna manera.
—Hola Máximo —le digo apenas entro a su oficina, percatándome de que está solo. —¿Vamos a fumar? —Mi voz suena un poco más nerviosa de lo que esperaba, pero me mantengo firme, decidida a conseguir su número de una vez por todas.
Máximo me mira con curiosidad, pero asiente con un gesto serio.
— Claro, Emilia. Dame diez minutos y vamos. —Me acomodo en la silla frente a su escritorio, mientras lo espero, intentando mantener la compostura mientras preparo el terreno para hacer mi solicitud.
Mientras espero a que Máximo termine de hacer sus cosas, trato de controlar los latidos acelerados de mi corazón, esta es mi oportunidad y no puedo dejarla escapar. Me repito mentalmente las palabras que debo decir para convencerlo de que me dé su número. Finalmente, Máximo termina y me indica que nos dirigimos afuera para fumar.
Mientras fumábamos aprovecho el momento para entablar una conversación casual, esperando encontrar el momento adecuado para hacer mi solicitud, pero todo lo que había preparado no funcionó, solo lo reduje a una estúpida pregunta.
—¿Me puedes dar tu número? —le pregunto de repente, sintiendo un nudo en la garganta. Máximo se detiene por un momento, sorprendido por mi solicitud directa. Sus ojos oscuros me examinan con curiosidad antes de responder.
—¿Por qué quieres mi número? —Su tono es cauteloso, pero puedo percibir un destello de interés en su mirada.
Trago saliva, reuniendo toda mi determinación. —Porque me gustaría tener contacto por fuera de la universidad, conocerte más, quizás salir —respondo, tratando de sonar lo más convincente posible.
—No te puedo dar mi número —responde Máximo, su voz firme y su mirada indescifrable. Mi corazón se hunde en mi pecho, sintiendo un peso abrumador de rechazo. Sin embargo, mantengo la compostura, decidida a no dejar que esta oportunidad se escape sin intentarlo al menos una vez más.
—¿Por? —Digo con calma, ocultando la decepción que amenaza con inundarme.
—Porque estamos en distintas etapas de nuestras vidas, tú estás recién formando tu grupo de amigos, recién estás empezando a volar, tienes 24 años recién y yo 35, estamos en paradas muy distintas, lo siento Emilia, pero no puedo darte mi número.
Sus palabras golpean como un puñal, pero trato de mantener la compostura mientras asimilo su explicación.
Por un instante, la decepción amenaza con abrumarme, pero luego respiro hondo, recordándome a mí misma que no puedo forzar a alguien a sentir lo mismo que yo, por mucho que esté completamente obsesionada con él.
—Lo entiendo —digo con voz suave, aunque por dentro estoy desmoronándome. Agradezco su honestidad y acepto su decisión con dignidad, aunque en mi interior arde una llama de deseo y anhelo por él que parece imposible de extinguir.
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Placeres en las sombras
RomanceEmilia Navarro, una estudiante brillante y perfeccionista, nunca imaginó que su encuentro con Máximo Lombardi, un poderoso miembro de la directiva de Psicología, cambiaría su vida. Lo que comienza como una atracción irresistible se transforma en una...