Capítulo 5: Máximo Lombardi.

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Me fumé tres cigarrillos seguidos apenas llegamos a la entrada del estacionamiento; después de todo lo que le dije a ese infeliz, lo necesitaba para calmarme

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Me fumé tres cigarrillos seguidos apenas llegamos a la entrada del estacionamiento; después de todo lo que le dije a ese infeliz, lo necesitaba para calmarme.

—¡Mierda!, son las 19:00. Tengo que ir a hablar con Estéfano —le digo a Ximena, sintiendo el peso de la preocupación y el estrés.

—Te acompaño —responde ella con una sonrisa cómplice.

Nos dirigimos hacia la oficina de Estéfano, solo para encontrar que no estaba allí. Mauricio nos informa que está en una reunión. Decidimos volver a la entrada del estacionamiento y ahí lo veo, Máximo, apoyado en la reja y fumando, su presencia imponente e inconfundible.

—¿Y si le pregunto a Máximo si sabe dónde está Estéfano? —le sugiero a Ximena, sintiendo un remolino de emociones.

—Sí, aprovecha y habla con él —me dice, mirándome con una mezcla de curiosidad y complicidad.

Le dejo mi mochila a Ximena, tomo un respiro profundo y me acerco a Máximo, intentando no pensar en lo que acaba de suceder.

—Hola, ¿sabe dónde se encuentra Estéfano? —pregunto, intentando mantener la voz firme mientras lo miro a los ojos.

—Estéfano está en una reunión. Pero, ¿para qué lo necesitas? ¿Puedo ayudarte en algo? —responde Máximo, sin apartar la mirada.

—No —digo, sintiendo un temblor en mi voz que intento controlar. —Estéfano me envió un correo porque quería hablar conmigo, me vio mal la otra vez y quería ver si había alguna solución o algo así —me apoyo en la reja, sintiendo la necesidad de mantenerme en pie.

—¿Estás bien? —pregunta Máximo, apagando su cigarrillo y acercándose, su proximidad me hace sentir un nudo en el estómago.

—Sí... No, en realidad no. Pero no quiero hablar aquí, me pondré a llorar y no me gusta que me vean así —la sinceridad me sorprende a mí misma, pero mi corazón late rápido al estar tan cerca de él.

—¿Quieres que vayamos a la oficina? Así estarás más cómoda —me dice, su tono amable contrastando con su actitud dominante.

—Está bien —acepto, sorprendida por su propuesta.

Entramos en la oficina y cierro la puerta tras de mí. Me doy cuenta de que estamos solos. La presencia de Máximo es electrizante; mi mente se llena de pensamientos atrevidos que intento ahogar. Me siento en la silla, tratando de controlar mi respiración y evitar pensar en lo que acaba de suceder.

—Siéntate, ¿qué te pasó? Ahora puedes hablar tranquila —dice, mientras se acomoda en su escritorio.

Me siento y cruzo mis piernas, intentando distraerme de la creciente excitación. Tomo mi muñeca con la mano izquierda para calmarme, pero el deseo no cesa.

—No es nada grave, solo estrés y una crisis de pánico. Eso fue lo que hizo que Estéfano me viera mal —confieso, apretando mi muñeca cada vez más fuerte.

—¿Segura que es solo eso? —pregunta, su mirada fija en mí, haciendo que mis pensamientos se tornen confusos.

—No, hay más cosas, pero no quiero hablar de eso —desvía la mirada, sintiendo un peso en el pecho.

—¿No hablas con tus amigas sobre lo que te pasa? —su voz tiene un tono de preocupación genuina.

—No, hoy en día la gente usa todo en tu contra. No me gusta que me vean mal. Siempre estoy bien, aunque no lo esté —mi lengua se mueve más rápido que mi cerebro, y me doy cuenta de que estoy revelando más de lo que debería.

—Tienes razón, no siempre es bueno confiar en los demás. A veces, apoyarte en tus amigas puede ser útil —dice mientras se inclina hacia atrás, y mi mirada involuntariamente se dirige a su pecho y sus manos. —¿Qué parte de tu cuerpo no te gusta? —de repente, cambia el tema, sus palabras me desconciertan.

—Mi cintura, siento que es muy pequeña y mis caderas no ayudan a disimularlo —respondo, sintiendo cómo mi rostro se calienta. ¿Por qué estoy hablando de esto?

—Quizás no has conocido al hombre adecuado. Estoy seguro de que ese es el problema —dice, tocándose el labio inferior de manera sugerente.

Un deseo profundo surge en mí, y justo cuando estoy a punto de confesarlo, la puerta se abre.

—Hola Emilia, disculpa por la demora —dice Estéfano, interrumpiendo el momento justo.

—Ahí llegó tu director. Estuve hablando con ella mientras te esperaba —dice Máximo, manteniendo su mirada en mí con una intensidad que no puedo ignorar.

Me levanto y le sonrío nerviosamente a Máximo antes de entrar en la oficina de Estéfano. Mi mente está aún agitada por el encuentro. Es increíble cómo una sola persona puede hacerte sentir tan viva, tan deseosa, sin tocarte. Máximo Lombardi ha despertado en mí un anhelo que no puedo controlar. No puedo evitar imaginar un futuro donde él sea mío, y solo mío.

—Y me envía un correo para solicitar una hora para el psicólogo, ¿sí Emilia? —me interrumpe Estéfano de mis pensamientos. No sé qué mierda le dije, solo le respondí en automático. Mis pensamientos estaban solamente en Máximo Lombardi.

El diálogo con Estéfano se desdibujó en un murmullo, mientras mis pensamientos se aferraban a Máximo. Salí de su oficina con una sensación de vacío y deseo, deseando que el tiempo se acelerara para que el encuentro con él se hiciera realidad. La idea de no volver a sentir la intensidad de su presencia me parecía inaceptable.

Al salir de esa oficina, Ximena me miró con curiosidad. Yo solo podía pensar en la mirada fija de Máximo, en su cercanía perturbadora, en la promesa de lo que podría ser. Me encendí otro cigarrillo, el fuego del encendedor no podía compararse con la llamarada que sentía en mi interior.

—¿Todo bien? —me preguntó Ximena mientras caminábamos hacia el estacionamiento.

—Sí, solo necesito un poco de tiempo para procesar todo —le respondí, aunque en realidad lo único que podía procesar era el deseo ardiente que Máximo había encendido en mí.

Miré el reloj en mi teléfono. La noche apenas comenzaba, y yo estaba decidida a hacer que cada minuto contara. Sabía que no podría descansar hasta obtener lo que quería. Mi mente no dejaba de repetir las mismas palabras: Máximo Lombardi. Pronto, muy pronto, él estaría completamente en mi poder. Y cuando eso ocurriera, no habría vuelta atrás.

Placeres en las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora