Capítulo 2: Descubriendo identidades.

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Ha pasado un mes desde que vi a aquel hombre, y hasta ahora no hemos sabido nada de él ni lo he vuelto a ver

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Ha pasado un mes desde que vi a aquel hombre, y hasta ahora no hemos sabido nada de él ni lo he vuelto a ver. Es la primera vez que alguien me cautiva de esta manera, que un hombre me ha captado por completo. Esta fascinación es frustrante y nueva para mí; no sé cómo manejar esta situación.

Vanesa ha estado a mi lado en todo esto, pero parece que el hombre se ha desvanecido, como si la tierra se lo hubiera tragado. Mientras me sumerjo en estos pensamientos, veo a Romina, otra compañera de nuestra carrera, acercarse hacia nosotras. Romina es callada, no se involucra en conflictos ni chismes, pero adora escuchar y saber qué pasa en la vida de los demás. Es más bajita que Vanesa y que yo, mide alrededor de 1,58 m, es rellenita, con su cabello largo y ondulado de color chocolate oscuro, y sus ojos achinados de un azul profundo. Es realmente preciosa.

—¿Por qué se vendrá riendo? —Me pregunta Vanesa, sorprendida.

Romina no es conocida por expresar sus emociones abiertamente, y mucho menos por sonreír, así que el misterio de su sonrisa nos intriga.

—No lo sé. Cuando se siente a nuestro lado, le preguntamos qué ha pasado —digo, con la curiosidad a flor de piel. Es extraño verla sonreír.

—¡Hola, chicas! —nos saluda Romina, dándonos un beso en la mejilla.

—Hola —respondemos al unísono con Vanesa, una muestra de nuestra amistad tan sincronizada.

—¿Cómo estás? —Le pregunta Vanesa.

—Un poco cansada por el trabajo, pero bien. Aquí estamos para un nuevo año de carrera —dice Romina con una alegría desbordante. No puedo evitar preguntarme de dónde saca esa felicidad por regresar a clases.

—¿Pasó algo? —pregunte, no puedo contener la curiosidad. —¿Por qué venías sonriendo?

—Ah, es que pasé por la oficina de Mauricio para preguntar sobre la renovación de la gratuidad, que no se renovó este semestre. No sé por qué —explica Romina, mirándonos a ambas.

—¿Y por eso venías sonriendo? — pregunta Vanesa, levantando una ceja, claramente escéptica.

—No —responde Romina, sonriendo de forma coqueta. —Es que en la oficina de Mauricio hay otros dos tipos que están relacionados con nuestra carrera, creo que son directivos de Psicología Clínica —continúa Romina.

—¿Y? —Le animo, impaciente por más detalles.

—Uno de ellos me dijo que mis ojos son muy bonitos —dice Romina con una sonrisa, como si acabara de compartir un secreto emocionante.

—¿Y cómo era el que te dijo eso? —Pregunta Vanesa, intrigada.

—Habían dos hombres, uno trigueño, con barba, cabello negro, ojos almendrados, color café, y unos tatuajes —empieza a decir Romina cuando suena el teléfono. Contesta rápidamente.

Placeres en las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora