epilogo

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Años después de la histórica boda de Douma y Gyutaro, la paz entre cazadores y demonios había florecido. El mundo había cambiado, y con él, también las familias que habían surgido de ese cambio. Las nuevas generaciones llevaban en sus corazones el legado de amor y unión que sus padres habían forjado.

Douma y Gyutaro: Un Amor que Crece

Douma y Gyutaro habían construido un hogar lleno de amor y risas en un claro rodeado de árboles. Sus dos hijos, Aiko y Ren, llenaban el aire con su energía inagotable. Aiko, con su cabello plateado y ojos oscuros, era la artista de la familia, siempre creando dibujos vibrantes que llenaban las paredes de su hogar. Ren, por otro lado, era un pequeño aventurero, siempre explorando los rincones del bosque cercano.

—¡Mamá, ven a ver lo que hicimos! —gritó Aiko, sosteniendo un lienzo donde había pintado a su familia rodeada de flores.

Gyutaro sonrió con orgullo mientras Douma se acercaba para admirar la obra de arte.

—Eres una verdadera talentosa, Aiko. —Douma la abrazó, sintiéndose afortunado.

—¡Puedo pintar un retrato de papá y tú! —exclamó Aiko, mientras Ren intentaba subirse a un árbol.

Gyutaro, con su característica dulzura, se agachó a la altura de Ren y le dijo: —¿Seguro que quieres subir ahí? Podrías caerte.

—No te preocupes, mamá, soy un experto en escalar —respondió Ren con una sonrisa desafiante.

Douma se rió, sintiendo que su familia era el reflejo de su amor. En los momentos tranquilos, a menudo hablaban sobre el futuro y los sueños que deseaban cumplir.

Zenitsu y Kaigaku: La Luz de un Nuevo Día

Zenitsu y Kaigaku también habían formado su propia familia. Zenitsu, con su energía vibrante, había dejado una huella inconfundible en sus hijos: Kaito y Mei. Kaito era un soñador, siempre buscando aventuras y, a menudo, en problemas, mientras que Mei, con su personalidad tranquila, era la más astuta de los dos, siempre tratando de mediar entre su hermano y su padre.

—¡Mira, papá, estoy practicando mis movimientos! —dijo Kaito, tratando de imitar a un cazador.

Kaigaku sonrió con orgullo. —Eso es increíble, hijo. Recuerda siempre mantener la guardia alta, como yo te enseñé.

Zenitsu, con una mirada de preocupación, interrumpió: —Pero no olvides que la técnica es tan importante como la fuerza. Y si necesitas ayuda, siempre puedes contar conmigo.

Los días de entrenamiento se convirtieron en una tradición familiar, donde tanto Zenitsu como Kaigaku compartían su conocimiento con Kaito y Mei. Durante esas horas, se creaba un ambiente de camaradería y apoyo que fortalecía sus lazos.

Sekido y Karaku: Un Amor Firme

La relación de Sekido y Karaku había florecido en una hermosa familia. Con el paso del tiempo, habían tenido gemelos: Haru y Sora. Ambos niños eran la mezcla perfecta de sus padres: Haru, fuerte y decidido como Sekido, y Sora, ingenioso y divertido como Karaku.

—¡Vamos, chicos! ¡A la práctica de entrenamiento! —gritó Sekido, con una sonrisa desafiante mientras se colocaba su cinturón.

—No siempre tienes que ser tan serio, Sekido —dijo Karaku, riendo mientras veía a los niños correr hacia su padre.

Haru, con su cabello castaño oscuro y mirada decidida, miró a su padre. —¿Podemos hacer un combate amistoso hoy?

Sekido asintió, sintiéndose orgulloso de la valentía de su hijo. —Por supuesto, pero no subestimen a su madre. Sé que ambos pueden darme una buena pelea.

Mientras tanto, Sora, con su risa contagiosa, miraba a su hermano con admiración. —¡Voy a ganar! ¡Te lo prometo!

Karaku, observando la interacción, sonrió. —¡Eso es el espíritu! Recuerden, la verdadera victoria está en disfrutar del momento.

Aizetsu y Urogi: Vínculos Fuertes

Aizetsu y Urogi también habían encontrado la felicidad en su hogar. Su hija, Rina, era un espíritu libre, llena de curiosidad. Tenía el cabello oscuro y los ojos brillantes de su padre, pero la risa contagiosa de su madre.

—¡Mira, papá, puedo hacer esto! —gritó Rina, mostrando su último truco de acrobacia.

Urogi la animó con entusiasmo. —¡Eres increíble, Rina! ¡Tienes el talento de un verdadero cazador!

Aizetsu la miraba con ternura, sintiéndose agradecido por cada día que pasaba con su familia. Había aprendido a ser fuerte y a aceptar su verdadera naturaleza.

En ocasiones, Urogi y Aizetsu tomaban tiempo para hablar sobre sus propios sueños y deseos. Un día, mientras disfrutaban de un picnic en el campo, Rina se sentó entre ellos y escuchó atentamente las historias que compartían.

—¿Papá, quieres ser un gran guerrero? —preguntó Rina con curiosidad.

Aizetsu sonrió, mirando a su esposo antes de responder. —No se trata solo de ser un guerrero, sino de proteger lo que amamos.

Mitsuko y Kuchun: Amistad y Amor

Mitsuko y Kuchun también habían encontrado su lugar en este nuevo mundo. Con su amor creciendo día a día, habían decidido formar una familia. Tenían un hijo llamado Yuuto, un niño curioso con el cabello blanco de su madre y ojos de zafiro de su padre.

—¡Mamá, mira lo que encontré! —dijo Yuuto, sosteniendo un pequeño insecto en su mano.

Mitsuko sonrió, mientras Kuchun se inclinaba para ver el hallazgo. —Eso es increíble, hijo. Pero ten cuidado, ¡no queremos que se escape!

Mitsuko y Kuchun pasaban tiempo juntos enseñándole sobre la naturaleza, explorando los bosques que rodeaban su hogar. La conexión que tenían como familia era palpable, y disfrutaban de cada momento.

Un Futuro Brillante

Mientras cada familia disfrutaba de su día, un aire de felicidad y esperanza envolvía el lugar. Los niños corrían y jugaban, riendo juntos, creando vínculos que superarían cualquier obstáculo.

Con el paso del tiempo, cada familia se reunió en el claro donde todo había comenzado, celebrando no solo sus logros, sino el futuro que habían construido juntos. La armonía reinaba, y los lazos entre cazadores y demonios se volvían irrompibles.

Celebraciones y Nuevas Metas

El clima de celebración era palpable. Las familias compartían historias, risas y sueños. Gyutaro, ahora más relajado y feliz, miraba a Douma mientras los niños jugaban cerca. —Nunca pensé que ver a nuestra familia crecer sería tan satisfactorio.

Douma asintió, sintiéndose lleno de amor. —Cada uno de ellos lleva un pedazo de nosotros, y eso es lo más hermoso.

A medida que el sol se ponía, las familias se reunieron, uniendo sus manos en un círculo de amor y unidad. Con cada generación, la paz se consolidaba más, y los lazos entre cazadores y demonios se volvían irrompibles.

obsesionado por tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora