Anastasia:
—¿Te da miedo estar sola y por eso el te está acompañando? —Asiento y luego paseo la mirada por todo el lugar —No te creo.
—No me importa. —Desvió la mirada y un hombre vestido de negro entra a la habitación
—No dejen entrar más a ese hombre en esta habitación —Ordena y El nudo que siento en el estómago se aprieta. El doctor asiente y se retira.
Cuando estamos solos, se acerca a mí y se mantiene con las manos en los bolsillos.
—¿Te caíste o te tiraron? —Musita para sí mismo, pero logro oír
—No lo sé —le digo finalmente
—¿No lo sabes o no quieres decirlo? —insiste. Mis ojos se cierran cuando una de sus manos me ahueca un lado del rostro. El tacto es tan suave, cálido y delicado, que todo dentro de mí se ablanda y se deshace otro poco
—No me acuerdo —le digo finalmente. me mira con escepticismo.
Su pulgar traza una caricia suave sobre mi piel y todo dentro de mí se tensa en respuesta
—Última vez que lo pregunto, Aylen —me dice, y me siento molesta por el uso de ese nombre.
—No me llames Aylen —le digo. —No me gusta.
—Es el nombre que a mí me gusta —La mano que descansaba sobre mi mejilla cae y la falta de tacto hace que me sienta un poco dolida
—¿Qué pasará ahora? —Su mandíbula se aprieta y su expresión se ensombrece un poco más.
—Esta misma tarde nos vamos a Italia con toda tu familia —Me mira a los ojos con una inexplicable rabia
—¿Italia? —le repito y asiente. —Sí, es hora de que tomes tu papel como la nueva señora Lombardi
—¿Podemos ir solo tu y yo? —le pregunto, sintiendo un nudo en la garganta. Massimo se encoge de hombros.
—No es asunto mío lo que quieras, Aylen. No puedo casarme con alguien y que ninguna de su familia aparezca
—No Entiendo porque no puedes cumplirle un maldito capricho a tu prometida —suelto, en medio de una carcajada carente de humor
—¿Por qué no quieres que vayan? —dice, al cabo de un largo rato de silencio. Me encojo de hombros, tratando de parecer indiferente.
—No lo sé. Simplemente no quiero. —Analiza mi rostro como si tratara de leer mis pensamientos.
—No te creo —dice finalmente suspirando —Pero haré que se queden una semana en Alemania y en ese tiempo podrás contarme porque tus moretones parecen más golpes de una persona que de una caída
—No es tu problema —Respondo, Pero se acerca a mí y su rostro queda a solo unos centímetros del mío.
—Sí es mi problema —Está tan cerca ahora, que tengo que alzar la cabeza para mirarle a la cara —Todo lo que te concierne a ti, me concierne a mí.
—¿Por ser un buen esposo ? —Bromeo tratando de aligerar la tensión
—No seas ilusa —Dice, pero puedo ver la diversión en sus ojos.
—¿Porque me odias? —le pregunto, sintiendo un nudo en la garganta. Massimo me mira fijamente como si no entendiera
—No te odio, Aylen —musita
Me estremezco ante sus palabras, sentir su proximidad es abrumador.
—Sí lo haces —replico, intentando mantener la distancia —Lo noto en cómo me miras, en cómo cambia tu respiración cuando estás cerca de mí.
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Bajo tu Dominio
RastgeleRecuerdo la primera vez que lo vi. Me sentí confundida, porque no era la persona que buscaba. No se parecía en lo absoluto. Pero algo en él me llamó la atención. Su mirada era intensa, como si pudiera ver más allá de mi superficie. Me sentí desnuda...