El suave murmullo de la sala de espera resonaba en el aire, mezclándose con el sonido lejano de pasos y risas que provenían de los pasillos. Chenle, ahora un joven adulto, salió de una de las salas con el semblante cargado de desánimo. Sus ojos, que antes brillaban con una vida vibrante, ahora reflejaban una tristeza profunda. Miró a Mark, quien estaba de pie, esperando pacientemente. La preocupación surcó el rostro de Chenle como un relámpago.—¿Todo bien? —preguntó Mark con un tono suave, notando la carga emocional que Chenle llevaba.
Chenle se encogió de hombros y se pasó una mano por el cabello, tratando de ocultar la frustración. —Sí, solo... estoy preocupado por él —respondió, refiriéndose a Haechan.
Mark asintió, sintiendo el peso de la situación. Había sido un largo camino desde aquellos días en que se conocieron, y la vida siempre había traído desafíos. Pero su amor había sido un faro en la oscuridad, iluminando su vida a pesar de las sombras que a veces se cernían sobre ellos. Era un amor que había crecido y florecido a través de los años, llenando sus días de alegría y complicidad.
Cuando Chenle se alejó, Mark tomó una respiración profunda y entró en la sala donde Haechan estaba sentado. El ambiente era tranquilo, y la luz del sol entraba suavemente por la ventana, iluminando el rostro de Haechan. Para Mark, su esposo seguía siendo el hombre más hermoso que había conocido. Las arrugas en su rostro eran testigos de una vida llena de amor y risas, y aunque el tiempo había dejado su huella, la esencia de Haechan aún brillaba.
Mark se acercó y se sentó a su lado, sintiendo la familiaridad de la calidez que siempre había sentido junto a él. Haechan lo miró, y antes de que pudiera abrir la boca para decir algo, Mark se adelantó.
—Siempre te he amado con toda mi alma —dijo, sintiendo cómo las palabras fluían desde lo más profundo de su ser—. Me siento la persona más afortunada de poder verte ser tan chiquito y envejecer. Es un verdadero placer estar a tu lado, Haechan.
Haechan lo miró fijamente, y en su expresión, Mark vio una mezcla de ternura y confusión. Finalmente, Haechan inclinó la cabeza ligeramente, y la pregunta salió de sus labios:
—¿Quién eres?
El corazón de Mark se hundió al escuchar esas palabras. Era un eco doloroso que resonó en su pecho, una herida abierta que nunca sanaría. Pero no podía rendirse, no podía dejar que la tristeza lo consumiera. En su lugar, tomó la mano de Haechan, buscando la conexión que siempre habían compartido.
—Soy Mark, tu esposo —respondió, tratando de que su voz no temblara—. Hemos pasado por tantas cosas juntos. Te amo más de lo que las palabras pueden expresar.
Haechan lo miró, y en su rostro apareció una pequeña sonrisa que hizo que el corazón de Mark se calentara. Era un recordatorio fugaz de lo que alguna vez habían compartido, un destello de su amor en medio de la oscuridad.
Mark apretó la mano de Haechan con fuerza, deseando que de alguna manera su esposo pudiera sentir la profundidad de su amor. Se inclinó hacia él, besándolo suavemente en la frente.
—A veces me siento perdido sin ti, pero sigo aquí porque siempre seré tuyo. En esta vida y en todas las que vengan —susurró, sintiendo que las lágrimas amenazaban con caer.
Las horas pasaron mientras Mark compartía historias, hablando de los momentos que habían forjado su vida juntos. Habló sobre la casa que habían construido, los sueños que habían cumplido y cómo cada día a su lado había sido un regalo.
—Recuerdo cuando adoptamos a Chenle. ¿Te acuerdas de eso? Era un niño tan pequeño y lleno de energía. Siempre le decías que tenía la risa más hermosa del mundo —dijo, sonriendo mientras recordaba esos momentos—. Te adoraba, Haechan. Y tú también a él.