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La preadolescencia de Mark y Haechan fue un torbellino de emociones, lleno de risas, descubrimientos y la primera experiencia con conflictos que pusieron a prueba su amistad. En un mundo donde la inocencia infantil empezaba a desvanecerse, los dos chicos se enfrentaban a nuevos desafíos que ampliaban su perspectiva y, a menudo, creaban malentendidos.

Era una tarde brillante en la primavera, con el sol deslizándose suavemente por el cielo azul y las flores comenzando a florecer en el parque local. La escuela había terminado, y el sonido del timbre aún resonaba en sus oídos. Se habían reunido en su lugar habitual, un gran campo verde rodeado de árboles altos donde pasaban horas jugando al fútbol, riendo y disfrutando de la compañía del otro.

Esa tarde, Haechan estaba especialmente animado. Con su energía contagiosa, se lanzó a la cancha, listo para mostrar su talento con el balón. Se movía con gracia, driblando a sus amigos y haciendo jugadas increíbles que hacían que todos lo animaran. Mark, aunque un poco más reservado y cauteloso, estaba contento de ser parte del juego, pero en el fondo sentía la presión de estar a la altura de las expectativas de Haechan y de los demás.

—¡Vamos, Mark! —gritó Haechan mientras marcaba un gol impresionante—. ¡Tú puedes hacerlo!

Mark se sintió emocionado por el apoyo, pero al mismo tiempo, una pequeña sensación de frustración comenzó a gestarse en su interior. Mientras Haechan brillaba en el campo, él se sentía como un espectador, atrapado en la sombra de su amigo. Cuando Haechan le pasó el balón, Mark no pudo evitar sentirse abrumado.

—¡Dribla! ¡Hazlo! —gritó Renjun, uno de sus amigos, mientras los otros niños animaban a Mark.

Mark tomó el balón, pero la presión lo hizo dudar. Se quedó quieto un momento, y cuando finalmente hizo un movimiento, el balón se desvió de su camino, dándole a Haechan la oportunidad de interceptarlo.

—¡Oh, Mark! —exclamó Haechan, riendo—. ¡Vamos, no puedes hacer eso!

Mark frunció el ceño, sintiendo que su corazón se encogía. En lugar de disfrutar del juego, estaba sintiendo una mezcla de frustración y celos. Sin poder soportarlo más, soltó las palabras sin pensarlo.

—¡No necesito que me grites! —dijo, su voz resonando en el aire como un eco de su enojo.

La sonrisa de Haechan se desvaneció instantáneamente. Nunca había visto a Mark tan molesto. —¿Qué? Solo estaba intentando ayudar —respondió, confundido.

—Ayudar, oprimir, lo que sea —replicó Mark, dando un paso atrás, sus ojos brillando con una mezcla de rabia y tristeza.

Haechan sintió que un nudo se formaba en su garganta. Nunca habían tenido una pelea como esta. —No estoy oprimido, solo quiero que juegues bien. ¡Estamos en un equipo!

—Eso es lo que no entiendes. No necesito que me digas lo que tengo que hacer. —Mark, incapaz de controlar sus emociones, comenzó a sentirse impotente—. Solo estoy cansado de siempre estar a tu sombra.

Las palabras golpearon a Haechan como un rayo. Se quedó en silencio, sintiendo que la angustia le llenaba el pecho. Nunca había pensado que Mark se sintiera así. La idea de que su amigo pudiera sentir que era menospreciado lo impactó.

—¿A tu sombra? —dijo, sus ojos llenándose de lágrimas. —Siempre hemos sido amigos. Nunca quise hacerte sentir así.

Mark, al ver la tristeza en el rostro de Haechan, sintió una punzada de culpa. Pero su orgullo lo mantenía firme. —Quizás deberías pensar en eso antes de intentar ser siempre el mejor.

Jeno y Renjun, que habían estado jugando cerca, se acercaron al ver la tensión en el aire. Se miraron entre sí, conscientes de que la situación había escalado.

—Chicos, ¿qué está pasando? —preguntó Jeno, tratando de calmar las cosas.

Haechan se volvió hacia ellos, sintiéndose vulnerable. —No sé... creo que Mark está enojado conmigo porque trato de ayudarlo a jugar mejor.

—¿Qué? —Renjun frunció el ceño—. No puede ser. ¡Estás haciendo un gran trabajo, Haechan!

Mark entrecerró los ojos, sin saber qué decir. La presión se acumulaba en su pecho, y el aire parecía volverse pesado. —No es eso. Solo... —Se detuvo, buscando las palabras correctas—. Solo estoy cansado de no ser suficiente.

Haechan sintió cómo su corazón se rompía al escuchar eso. —¿Tú no eres suficiente? Mark, siempre has sido suficiente. Siempre.

Mark miró a su amigo, sintiendo una mezcla de impotencia y dolor. Se dio cuenta de que sus palabras habían cruzado una línea que nunca había querido traspasar. —Lo siento —murmuró finalmente—. No quise decir eso. Me siento... inseguro.

La confusión se dibujó en el rostro de Haechan, pero al escuchar la sinceridad en la voz de Mark, se sintió un poco más aliviado. —¿Inseguro de qué? —preguntó, un hilo de esperanza en su voz—. Siempre estás a mi lado.

Mark suspiró, sintiéndose un poco más relajado. —No quiero que me veas como el chico que siempre necesita ayuda.

—Pero todos necesitamos ayuda de vez en cuando —respondió Haechan, acercándose a su amigo—. Eso no significa que no seas fuerte.

Por un momento, el silencio reinó entre ellos. Mark sintió cómo la tensión se desvanecía, y la angustia que había estado sintiendo empezaba a desmoronarse. Miró a Haechan, y por primera vez, vio la preocupación en sus ojos.

—Lo siento de verdad, Haechan. Me equivoqué al actuar así. —Mark bajó la mirada, sintiendo que sus emociones se apoderaban de él.

—Yo también lo siento. —Haechan sonrió débilmente—. Nunca quise que pensaras que tenía que ser mejor que tú.

El aire entre ellos se sentía más ligero, y la risa de los otros chicos comenzó a reemerger, como un recordatorio de que aún había alegría que descubrir. Renjun y Jeno intercambiaron miradas de alivio, sintiéndose felices al ver que sus amigos se reconciliaban.

—¿Entonces, qué tal si volvemos a jugar? —sugirió Renjun, su voz llena de entusiasmo.

Mark asintió, sintiendo que la pelea había dejado una marca, pero también había profundizado su conexión con Haechan. —Sí, vamos.

Haechan tomó una profunda respiración y volvió a sonreír, la energía regresando a su ser. —¡Pero solo si te esfuerzas esta vez!

Mark rió, sintiendo que esa rivalidad amistosa estaba de vuelta. —De acuerdo, lo prometo.

Y así, con el sol brillando y los árboles susurrando a su alrededor, los amigos volvieron a unirse, dejando atrás su pequeña disputa y abrazando el viaje de crecer juntos, aprendiendo que las peleas no son el final, sino una oportunidad para crecer más fuertes.

En otra vida ... (Markhyuck)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora