Capítulo 15

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Compasión reprimida.

"El suave traqueteo de la pluma al deslizarse sobre el pergamino y el ocasional roce del tintero eran los únicos sonidos que rompían el silencio en el aula vacía. Como de costumbre, estaba solo; no era algo fuera de lo común. Siempre tomaba clases extra como una forma de escapar del constante acoso. Podía quedarse el tiempo que deseara, siempre y cuando respetara las reglas: guardar silencio, no tocar nada y no entrometerse donde no lo llamaban. Para él, esas condiciones no eran un inconveniente. Lo único que anhelaba era un poco de paz durante algunas horas del día, antes de regresar a ser un simple títere.

Sintió el familiar aleteo de la lechuza a su espalda y apenas la notó, hasta que se posó frente a él. El ave ululó a modo de saludo, obligándolo a levantar la cabeza del montón de pergaminos. No le sorprendió el plumaje oscuro y elegante que le confería una sofisticación única, ni la fina pihuela dorada adornada con un pequeño rubí. Con desgano, tomó la nota que llevaba atada a la pata, y la lechuza, sin esperar ningún bocadillo, alzó el vuelo de inmediato.

"Te espero en mi habitación esta noche"

Suspiró quemando la nota.

— ¿Problemas? — interrogó, Dumbledore frente a el con una sonrisa.

— No. — respondió con un mal sabor de boca, volviendo a concentrarse en su tarea, mientras hacía todo lo posible por ignorar aquella mirada que lo acechaba.

El silencio se prolongó por un tiempo antes de que Snape notara que la hora de la cena estaba cerca. Con un gesto rápido y malhumorado, recogió los pergaminos con un pequeño hechizo, esforzándose por mantener su habitual actitud estoica.

— Sabes que si hubiera otra forma de mantener todo bajo control… — comenzó Albus, con su habitual tono relajado.

— No quiero escucharte... — interrumpió Snape, cortante — creí que mi silencio había sido lo suficientemente claro.

Se ajustó la coleta que sostenía su largo cabello negro, dejando al descubierto una marca de sumisión en su cuello, justo encima de una cicatriz más antigua. Sin decir nada, salió del salón, dejando atrás a uno de sus verdugos.

Soltó el aire retenido y su estómago protestó por el hambre, pero lo ignoró y se puso en marcha hacia su sala común. Serpenteó entre las sombras, cuidando de no toparse con ningún fantasma o, peor aún, con Filch y su horrenda gata, que, aunque tenía solo unos meses, ya se había convertido en una auténtica molestia. Con paso apresurado, descendió las escaleras, y no tardó en llegar a la estatua adornada con serpientes grabadas.

— Venenum. — susurró.

La estatua se deslizó a un lado, y las piedras de la pared comenzaron a separarse lentamente, revelando un largo pasadizo oculto. Severus entró sin dudarlo, y el hueco se cerró tras él, sumergiéndolo nuevamente en la seguridad de la oscuridad.

Severus caminaba rápidamente, intentando no cruzarse con nadie de su casa. Confiado en que todos ya estarían dormidos, no se percató del rubio que lo observaba desde una esquina.

—Siempre tan puntual, amigo mío. —soltó una voz burlona.

Una oleada de miedo cruzó el rostro de Severus por un breve segundo, antes de girarse por completo para enfrentarlo. Allí, estaba el chico, mayor que él, vestido con ropas de gala y el cabello corto hasta el cuello. Aunque había una delicadeza natural en su porte, desentonaba la forma varonil en la que se presentaba, algo inusual para un Omega. Pero, como siempre, los Malfoy se resistían a cualquier norma, desafiando con su elegancia y su presencia todo lo que se esperaba de ellos.

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⏰ Última actualización: Oct 20 ⏰

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