10. Monarquía cruel

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Los vientos impulsaban la proa del barco como si los mismos dioses empujaran la nave desde la retaguardia, mostrando su favor a los guerreros del Noctis Imperium

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Los vientos impulsaban la proa del barco como si los mismos dioses empujaran la nave desde la retaguardia, mostrando su favor a los guerreros del Noctis Imperium. O al menos, así lo creía Lady Comandante, buscando calmar su mente y apartarla del desastre inminente.

El primer navío tocó tierra en la hora del lobo, y aprovechando el letargo de los sueños ajenos, desembarcaron sigilosamente en las costas del reino enemigo. Nadie los detectó. En lo profundo del bosque, establecieron su campamento, donde discutirían la estrategia que definiría el destino de ambos reinos.

Debían avanzar hasta el castillo del Rey. El viaje podría durar días, quizás semanas, especialmente si se mantenían en sigilo para no perder a ninguno de sus lobos. Al llegar, uno de ellos actuaría como emisario, llevando un mensaje que oscilaría entre la tregua o la traición, la aceptación o la muerte.

Si el Rey enemigo aceptaba, se firmaría un tratado de paz ante cientos de testigos; si se negaba, su cabeza rodaría por el suelo. Así sería con cada reino, hasta que Noctis Imperium alcanzara la tan ansiada paz.

El ejército recuperó su forma primitiva, transformándose en lobos veloces, más rápidos que los hombres, que tiraban de las carretas cargadas con sus provisiones y herramientas. Así, llegaron al castillo sin pérdidas, tras dos lunas de marcha desde la última batalla en las playas de Noctis Imperium.

Lady Comandante se sentía lejos de su hogar, al igual que el resto de su manada, pero había hecho un juramento a su Reina, y estaba decidida a demostrar que nunca sería una traidora.

Junto a sus hombres, revisaron la estrategia. Un valiente alfa fue a negociar con el monarca de Lupus Dominatus, la fuerza principal en la guerra contra Hae Rin. Mientras tanto, los lobos se dispersaron por el castillo, preparados para atacar si era necesario. Y, lamentablemente, lo fue.

La cabeza del Rey de Lupus Dominatus rodó por el salón del trono, bajo el desgarrador grito de una joven consorte, su vientre abultado y su rostro exhausto. Antes de que los guardias reaccionaran contra el alfa mensajero de Noctis Imperium, Hye In dio la orden. Sus soldados irrumpieron en combate. En medio del caos, una espada atravesó el vientre de la consorte, mientras las doncellas eran amordazadas para silenciar sus gritos.

Los guardias de Lupus Dominatus fueron derrotados en cuestión de minutos; sus cabezas se unieron a la del rey en el suelo manchado de sangre.

La batalla se prolongó durante horas, pero nadie se atrevió a tocar la habitación donde se escondían los niños. Las nodrizas intentaban desesperadamente mantener el silencio. Sin embargo, Hye In rastreó el olor de la sangre real. Abrió la puerta con sigilo, para no asustar a las cuidadoras. Se hizo pasar por alguien benévola, y quizás en el fondo lo era. Ofreció a los niños y a sus niñeras leche con avellanas, disimulando el amargor de la belladona que los condujo a una muerte tranquila en cuestión de minutos.

Los lobeznos y bebés durmieron para siempre, sin llegar a despertar.

Cuando todo se calmó, el anuncio se hizo en la plaza de la ciudad más grande. Noctis Imperium reclamaba Lupus Dominatus como suyo. A partir de ese día, todos debían arrodillarse y jurar lealtad a Hae Rin Kang, la soberana, la Reina, la única capaz de protegerlos de las injusticias de los otros monarcas.

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