06. Hae Rin, la Reina "débil"

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Los quejidos de Danielle despertaron a Hae Rin en medio de la noche, la mayor se movía incómoda en la cama pero sus feromonas eran demasiado dulces. Aún así, la preocupación de la Reina estuvo por encima de los deseos que evocaba el aroma de su consorte, atrayendo a la mayor a sus brazos para tratar de calmarla y que quizá volviera a dormir, sin embargo, el efecto fue contrario y Danielle no se durmió, solo se quedó quieta en sus brazos, soltando pequeños chillidos instintivos.

- Mi amor - le llamó Hae Rin con cariño, dejando que el apodo le saliera del alma ante la preocupación que tenía por su esposa - ¿Qué sucede, estás bien?

- Me siento muy incómoda - lamentó Dani, buscando más protección en sus brazos - No sé cómo calmarlo, es como si me quemara e incluso me duele entre mis piernas. Nunca me sentí así, los tés de mi madre eran casi mágicos.

- Por supuesto debe ser difícil, ¿quieres que pida una infusión calmante para que puedas dormir? - la mayor negó en su abrazo - ¿Quieres que yo misma te alivie?

- Sería lo mejor - le respondió en un hilo de voz que al escuchar Hae Rin se sintió pequeña e inexperta, logrando apenas acariciar el rostro de su esposa mientras reflexionaba con preocupaciones.

- Si aún así la incomodidad no se va, entonces tomarás un té de manzanilla, ¿bien? No me gusta ver que te sientes mal.

Dani sonrió.

- Eres muy dulce, mi Reina.

Y Hae Rin asintió, empezando a besar las mejillas de la mayor con cariño, luego llevó sus labios a los belfos ajenos, sumergiéndose en una danza lenta con ellos, mostrando en su beso, toda la devoción que tenía por su Dani. Aunque sus labios no eran los únicos que se movían, sus manos también iban silenciosas trazando las líneas del cuerpo ajeno por encima del camisón, recordando las noches en los pueblos, cuando a pesar del cansancio por su deber, se encontraban en las noches y consumaban su amor sin hacer ruido, pues en las pequeñas habitaciones adyacentes estaban sus acompañantes. Pero ahora ya no era así, ellas estaban en sus enormes aposentos, en la calidez de su palacio, quemando el amor que se tenían y aún no confesaban, quizá porque sus almas reconocían lo bien que se sentían juntas, mientras que sus conciencias aún recordaban que su matrimonio era por "conveniencia".

Hae Rin continuó sus caricias, metiendo sus manos por debajo de la tela y encontrándose piel a piel, sacando de los labios ajenos un gemido de anticipación, un ruido que deleitaba sus oídos ante el deseo de su esposa por tenerla cerca. Su boca bajó entonces hasta el cuello de la mayor, donde la marca superficial se había desvanecido, besó con vehemencia la zona, entregándose a ella mientras los quejidos de su esposa, ahora llenos de satisfacción, llenaban la habitación.

Siguió jugando con la piel, besando zonas que ahora sabía, le daban placer a Danielle e incluso se tomó la libertad para subirle el camisón y besar los pechos ajenos, esos que amaba ver rebotar cuando a la luz de las velas, la mayor yacía sobre ella. A partir de ahí, llenó de besos el torso ajeno, creando caminos de ida y vuelta hasta el límite de sus bragas, esperando el momento ideal para deshacerse de aquella tela y derretirse dentro de la intimidad de su mujer.

Volvió arriba, besando los puntos que ya había tomado hasta tomar de nuevo la boca de Dani, quién la recibió con anhelo, abrazando su cuello para profundizar aquel acto, momento en el que los cuerpos de ambas empezaron a llamarse, llenando el aire del aroma embriagante de la lavanda y el jazmín, dándole a entender a Hae Rin que era el momento y como pudo, sin alejarse del beso, se deshizo de la ropa interior ajena como de la propia, y unió sus cuerpos incitando a Danielle para que abrazara los muslos a su cintura, así bajo esa posición, se unieron entre embestidas fuertes que se esforzaban por atizar el fuego que emanaba de sus pieles.

Destiny [daerin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora