Locura encerrada

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Despierto en algún lugar incomodo pero no extraño.
Suelo frio y rodeado de vagos bien vestidos. 

Mientras intento despertar puedo sentir resequedad por toda mi cabeza.

Froto mi cara y siento que me quito una especie de segunda piel. Al verla caer al piso me doy cuenta que es mi propia sangre seca. Después miro al piso. Esta cubierto con sangre coagulada.

Por un momento, me levanto y me pregunto cuánto tiempo estuve allí tirado en un charco de mis propios fluidos vitales.

¿Cuánto tiempo he estado aquí? ¿Qué ha pasado?

El dolor se hace presente y viaja por todo mi cuerpo como un rayo que busca atormentarme. Mis brazos están adoloridos, no puedo moverlos. Mi cabeza se siente como si quisiera explotar. Sea lo que sea que haya pasado ayer; el dolor, la sangre y los montones de chicos que están junto a mí, me dicen que no fue bueno.

Intento levantarme, pero mis piernas siente un duro escalofrió que me recorre por toda la espalda directo a mi cabeza. Dejo salir un pequeño gemido involuntario que expresa mi gran dolor.

Por ahora intento quedarme quieto. Esperar a que me cure un poco. Después, quizá pueda pensar en otra cosa, como por ejemplo, que carajo está pasando.

Dejo caer mi cabeza en el charco de sangre otra vez. Tengo la vista directa hacia reja de la jaula. Me doy cuenta de que estoy en la cárcel una vez más. Y que no estoy solo. Además, casi todos los que están aquí se ven en la misma puta condición que la mía.

Mierda.

Mi mente no puede más. Mi cuerpo está demasiado adolorido. Tengo que dormir. Tengo que descansar. Tiro mi cabeza de nuevo en el charco de sangre rojinegra y cierro mis ojos. El sueño no tarda en aparecer. El dolor se disipa lentamente. Mis fuerzas vienen a mi poco a poco.

Abro mis ojos y veo a mi alrededor. Hay un charco de sangre negra donde estaba reposando mi cabeza. Me levanto poco a poco. Primero una rodilla. Luego la otra. Después un pie. Luego el otro. Ahora estoy de pie. Siento fuertes recordatorios de la jodida noche anterior. Miro mis brazos y veo moretones en todas partes. Me imagino que mis pies deben de estar igual.

Camino un poco hacia el los brillantes barrotes de metal, observando las demás jaulas contiguas a la mía, algunas llenas de mas bastardos masacrados a golpes, otras están vacías. Involuntariamente miro una de las barras y observo mi reflejo. Tengo un gran moretón en mi ojo izquierdo.

Carajo. Tardara un buen rato en quitarse. Trato de curármelo con algo de saliva que escupo en mi mano, Error. Eso solo hace que duela mas. 

Dejo salir un grito ahogado y escucho una risa detrás de mí.

Algún cabroncito se está riendo de mí.

Me doy la media vuelta y solo veo a un montón de hijos de puta tan apaleados como yo. Dos pares de literas colocados paralelamente en este pequeño cuarto de 4 metros cúbicos.

– ¿Qué tal te sientes, cabron? ¿Te gusta tu nuevo adorno facial?

Me limite a seguir de donde provenía la burlona voz y note que encima de una de las literas esta aquel implacable guerrero ultraviolento.

Tony estaba allí. Sentado en una extraña posición de flor de loto. Mirándome fijamente con esos tranquilos ojos de grandes ojeras negras.

Sentí esa mirada fría y sonriente penetrar hasta lo más profundo de mi alma.

– Me gusto verte pelear. No vi mucho. Pero mire que también te rebelaste. En el momento del llamado, estuviste allí. ¿Qué se sintió sacar al hombre reprimido dentro de ti? –Dijo Tony con esa extraña y macabra sonrisa de paz insensata.

Un frio recorre mi cuerpo cuando habla. Al verlo hablar, sentí como un escalofrió recorrió por mis heridas recientes. Respondo con una pasión helada.

– ¿No tienes algo mejor que decir, cabron? Por lo menos yo no estoy loquito como tú.

Tony suelta una risa callada. Se limpia la nariz con un soplido leve y escupe.

Me mira a los ojos sin parpadear. Su mirada es penetrante. Ojos negros y acabados. Sonrisa levantada solo del lado derecho. Lleno de sangre, moretes y raspones. Su ropa destrozada, signo de los poderosos jalones tramposos de los antidisturbios. Sentado allí, en flor de loto. Completamente en calma.

Esa insensata calma.

Deja de verme. Empieza a estirarse, lo cual revela que su ropa esta mucho más dañada de lo que parecía al principio.

Tony me mira a los ojos de nuevo. Esta vez, tiene una ligera expresión de seriedad en su rostro.

– Sé quién eres. Solo eres otro chico bien bañado, con los dientes arreglados y un trabajo decente que te hace ganar lo suficiente para comprarte en el fin de semana unas cervezas y salir con una chica linda. Eres muy joven para haber peleado alguna vez por tu vida. Si tus padres no se divorciaron, tu padre siempre estaba trabajando o no te prestaba atención.

Sus palabras son como un eco en mi alma.

–Inconscientemente, solo deseas aliviar el dolor el dolor interno tomando algún antidepresivo que compraste ilegalmente, o vas por allí combatiendo contra las compañías, el gobierno o la iglesia. En realidad, no te conoces siquiera a ti mismo. No tienes una idea de quién eres exactamente. Eres solo un pensamiento etéreo de ti mismo. Tu propia esencia es un gas. Como un puto perfume apestoso. ¿Eres quien quieres ser? ¿O eres tú mismo?

Observo a Tony. Sus ojos parecen tener un brillo.

Siento una jodida incertidumbre. ¿Qué carajo intenta decir este cabron? ¿De qué habla este bastardo? Si tenía dudas acerca de que este tipo estaba loco, esto me lo aclara. Este cabron está completamente ido de la mente.

– ¿Qué pasa? ¿Te quedaste mudo o solo eres idiota? – Dice Tony mientras su seriedad se disipa con una sonrisa burlona.

Pensamientos etéreos.

Mis pensamientos toman forma dentro de mi mente. Tienen forma de gases.

Inodoros. Sinsabores. Sin una forma real.

Solo tiene la forma del cristal en que se guarden.

¿Realmente seré tan moldeable?

–Tu silencio dice mucho de ti. En fin, estoy cansado. – Dice Tony mientras se da la vuelta en su litera y se acuesta dándome la espalda. Lo escucho respirar profundamente. Supongo que se ha quedado dormido. Siempre me han llamado la atención esas personas que se sienten a gusto dentro de prisión. Como si estuvieran en su propia casa. Durmiendo como un bebe, cuando yo ni siquiera puedo relajarme aquí adentro.

Las horas pasan y la paciencia muere segundo a segundo. Minuto a minuto.
La locura y desesperación se apoderan cada vez más de mi mente. Cada vez mas un poco mas perdido. Un poco mas hundido. Un poco mas...

Rouss StreetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora