(11)Supra

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-Quiero que me dejes dar una vuelta en tu Supra.

-¿Qué?- espeté. Dexter puso los ojos en blanco.
-Que si me lo hubieras pedido te lo hubiese prestado-se puso una mano en la cara-No necesitas ganarme en un juego para dar una vuelta en mi auto.
Lo miré a los ojos y luego a los labios.
-Eres mi novia Emilia, puedes pedirme lo que sea.
Mis mejillas se tiñeron de inmediato.

¿Acababa de oír lo que acababa de oír?

-¿Lo que sea?
-Lo que sea- asintió.

Juré que en ese momento nos íbamos a besar, pero no fue el caso. Un fuerte estallido resonó en el piso de abajo.

-¿Que ha sido eso?- lo miré alarmada.
-¿Sí sabes que estoy aquí contigo, no?

Había olvidado esa parte suya tan sarcástica y fuera de contexto.

Rodé los ojos ante su respuesta y lo tomé del antebrazo, haciéndolo correr por las escaleras.

Lo que más me sorprendió era que no se había caído un objeto. Si no que había sido una persona.

Dorian estaba de pansa en el suelo, en una posición bastante graciosa. De no ser porque se encontraba herido me hubiese reído.

-¡Joder!- protestó este tocándose la nariz, que ahora empezaba a sangrar.
-Está...
-Colocadísimo- terminó Dex por mí.

El rubio me dio una mirada cómplice y yo asentí. Había que cargarlo hasta su cuarto.

Tomó su brazo izquierdo y yo tomé el derecho. Lo llevamos escaleras arriba sintiendo su peso en nuestra espalda.

Joder.... ¿Qué comía Dorian? ¿Ladrillos? Porque estaba pesado de la Hostia.

-Ya está.

El peli negro nos fulminó con la mirada. Pero no dijo nada. Estaba segura que de no ser por la situación en que se encontraba nos habría echado la disputa de nuestra vida. Después de todo, no nos llevábamos y me la juego que tampoco sabía de que era novia de su hermano menor.

Lo dejamos encima de la cama y él solo se quedó ahí. Vencido por el sueño.

(...)

Estaba corriendo por el bosque y de repente me detuve. Había escuchado el graznido de un cuervo, cerca de la zona donde me encontraba. Levanté la vista y lo vi. Estaba posado sobre el árbol que tenía en frente. Me descubrí observando al animal, que se encontraba a punto de emprender el vuelo.

Una pluma negra descendía por los aires, invitándome a ir tras ella, cual niño que persigue sus más grandes sueños.

La pluma cayó a los pies de alguien. La levantó del suelo y me señaló con ella en la mano.

-¿Es tuya?- preguntó.
-No- negué con la cabeza- No puedo tener uno de esos- dije, refiriéndome al ave.
-¿Por qué no?- preguntó curioso.
-Mi madre dice que si tengo uno me sacará los ojos.
Sentí su mirada sombría y distante. A pesar de no poder verle bien pude sentir su aura espeluznante.
-No si se los sacas tu primero.

Desperté. Mi respiración era un asco y mis manos estaban frías. Tanto que creí que mi cuarto era el Polo Norte.

Eso no había sido una pesadilla. Había sido un recuerdo.

Un recuerdo a medias, para ser exactos.

Después de tantos años estaba empezando a recordar. Pero, ¿por qué ahora? ¿Qué había desencadenado aquel recuerdo?

Como sea, ahora estaba segura de que conocía al asesino. Y eso me asustaba aún más.

Me recosté al barandal de mi cama con los brazos alrededor de las rodillas, tiritando.

Miré el despertador.
6:59.a.m.
Faltaba un minuto para que sonara la alarma. Me quede mirándolo un rato hasta que por fin sonó. Nunca creí que un minuto fuese tan extenso.

Corrí hacia la ducha y me di un buen baño. Pretendía quitarme toda la angustia de arriba.

Todo parecía dar vueltas y recé por no caerme mientras me duchaba. Abrí la cortina y me sequé. Miré el uniforme planchado que estaba en una percha justo en el pomo de la puerta. Suspiré. Al fin tenía uniforme. Me habría costado un ojo y la mitad del otro, de no ser porque Dexter me lo había conseguido.

Hablando del rey de roma.

Mi teléfono comenzó a sonar. "Mi Rey" me estaba llamando. Reprimí una risa.

Dex había guardado su contacto en mi teléfono como "Mi rey", ya que según él me había guardado como su reina. Me dijo que eso hacían las parejas-las cursis diría yo. Aunque no me opuse ante la idea.

Cogí el teléfono sin quitarme la toalla aún.

-Buenos días mi reina.
Sonreí al otro lado de la línea.
-Buenos días, mi rey.
Sentí que él también me sonreía, aunque no podía verlo.
-¿Qué te parece si voy a buscarte en mi hermoso carruaje?
Solté una carcajada.
-¿Y tú desde cuando tienes uno de esos?
-Cállate, quería ser romántico.
Suspiró y yo me mordí el labio, avergonzada.
-Perdón por cortarte el rollo.
-Ya...
-Bueno... Puedes venir a buscarme, cuando quieras.
-Eso está mejor-hizo una pausa-En cinco minutos paso por tí.
Y después de eso colgó.

Me apresuré a ponerme el uniforme y peinarme mientras comía torpemente mi cereal con leche-fue lo más rápido que pude preparar.

El timbre de la puerta sonó y me apresuré a abrir mientras me subía una media, cojeando. Me acomodé un mechón detrás de la oreja y abrí.

Dexter lucía en todo su esplendor con su uniforme gris. La luz del sol le iluminó el rostro, dejando ver sus ojos verde azules y sus pómulos rosas. Parecía un príncipe sacado de un cuento.

El me miró de arriba abajo, observando cada detalle de mi cuerpo.

-Te queda bien-me dio una mirada de aprobación y yo aparté la mirada, nerviosa.
-Gra-gracias...
La bocina del auto sonó, y ambos nos volteamos en dirrección al ruido.

-¿Qué no íbamos solos?- le di una mirada asesina y el se arrascó la nuca.
-Estoy pasando la licencia, pero aun no tengo carnet. Así que llevo conmigo a alguien que si la tiene, por supervisión.

Me crucé de brazos, molesta.

-¿Quién es ese alguien?

-Mi hermano. Dorian.

Del cielo al infierno solo hay un pasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora