9 Un Gesto

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Los días pasaron de forma más o menos rutinaria. Comencé a trabajar con el tío Moe y Sage en la pizzería, y la verdad es que fue una experiencia interesante. Sage, igual que Naomi, fue muy abierto sobre nuestra relación, aunque mantuvo la mayoría de los detalles en privado cuando hablaba con Moe.

Aun así, no podía ocultar su felicidad, y Moe, aunque nunca mencionó mucho, parecía complacido de que su "Bambino" finalmente estuviera en una relación correspondida, y ahora me llamaba "genero".

El trabajo en Moe's Pizza era pesado, especialmente al principio. No tenía ni idea de cuántas pizzas preparaba al día, pero el tío Moe fue bastante paciente conmigo. Al cabo de un par de días, logré cogerle el truco a la masa.

Moe siempre decía que mis "manos suaves de humano" eran perfectas para trabajar la masa. La verdad es que me llenaba de satisfacción escuchar eso, sobre todo porque la tarea me resultaba más sencilla con el paso del tiempo.

Eran las 7 de la tarde, y el cielo comenzaba a oscurecer.

Estaba a punto de alcanzar la llamada "hora oscura" en SkinnRaw, esa franja de tiempo en la que el ambiente se volvía más peligroso y lo mejor era estar ya en casa, bien encerrado. No es una exageración, de verdad; mi departamento tenía como 20 candados y ventanas de acero reforzado. Aparte de mantener fuera los balazos, también silenciaba un poco el caos nocturno. Pero por suerte, esa noche Moe fue generoso y me dejó llevarme media pizza que un cliente había devuelto. Todo parecía ir mejor.

Mientras caminaba por el parque entre el área residencial y SkinnRaw, disfrutando de lo que parecía ser un tranquilo anochecer, escuché un grito fuerte que me sacó de mis pensamientos. La voz era tan grave y masculina que me sorprendió.

—¡Oye, tú, no dejes que te rebase ese criminal! —rugió la voz.

Al levantar la mirada, vi la escena: un tipo encapuchado, delgado y rápido, corría con desesperación, mientras era perseguido por un oficial de policía que no se parecía a ningún otro que hubiera visto antes. Era un pterodáctilo, negro y café, con músculos que parecían tallados en piedra, y una cara que proyectaba pura furia. Su tamaño era intimidante, pero más me asustaba su expresión asesina.

Por un segundo, no supe qué hacer. No soy del tipo que busca problemas, pero el oficial me dirigió una mirada tan intensa que, por pura inercia y miedo, me interpuse en la carrera del criminal. Le metí el pie, y el tipo cayó al suelo con un golpe seco. Apenas tuvo tiempo de maldecir antes de que el oficial se lanzara sobre él con una velocidad sorprendente, esposándolo con la misma rapidez.

—¡Buena jugada, chico! —me dijo el pterodáctilo, con una mezcla de satisfacción y agotamiento. A pesar de su tamaño y algo de peso extra, se movía con la agilidad de un atleta. Verlo en acción fue impactante.

Me quedé parado un momento, procesando lo que acababa de pasar.

—Vas a pasar un buen rato en la cárcel, maldito infeliz... —gruñó el pterodáctilo mientras tiraba al criminal al suelo como si fuera un saco de papas.

Luego me miró, señalándome con una mano que parecía más una garra que una extremidad normal.

—Y tú... sí, el humano alopécico, acompáñame, necesito tu declaración... No te preocupes, no estás en problemas, muchacho, pero en serio necesito tu información.

Me lanzó una sonrisa casi imperceptible, pero lo suficiente como para hacerme sentir un poco menos intimidado... solo un poco.

Asentí en silencio, resignado a seguirlo. "Oh, por dios, ¿en qué mierda me metí? ¿Por qué solo a mí me pasan estas cosas?" Pensé mientras lo seguía, sintiendo como mis piernas temblaban ligeramente.

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⏰ Última actualización: 3 hours ago ⏰

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