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-¿Me llamaste?- preguntó Sergio al entrar al salón de clases.

Estaba vacío, a excepción de ellos dos. Max le envió un mensaje por la mañana al mexicano, invitándole a que asistiera ese día al colegio a la hora del receso.

-Es veintiséis de enero- repuso el castaño con una sonrisa brillante en el rostro- Es tu cumpleaños.

Sergio se encogió de hombros, no era una fecha que le importara demasiado. No solía celebrarla. Sus hijos y Carola le felicitaban y le daban un obsequio, y eso era suficiente para él.

-¿Cómo lo sabes?

-Chequito me pidió ayuda con su regalo- el pelinegro recordó la tarjeta de cumpleaños que su hijo le dio horas atrás; en como la frase "Feliz cumpleaños, papi. Te quiero de la Tierra hasta Neptuno", estaba escrita con una caligrafía diferente a la de su hijo- ¿Cuántos años cumples?- el neerlandés parecía más entusiasmado que Sergio.

-Treinta y cinco- respondió.

-Eres viejo.

-¿Perdona?- rió, una risa suave y melódica. Max se sintió complacido.

-Te he traído algo- dio media vuelta y caminó al escritorio, encima de este posaba una bolsa negra, Max la abrió y sacó un pequeño pastel- Es de chocolate- afirmó- No sé cual sea tu sabor favorito, pero uno nunca puede equivocarse con el chocolate, ¿verdad?

Sergio observó el pastel y después al castaño, y ahí estaba de nuevo, aquella sensación que, últimamente, le dificultaba conciliar el sueño por las noches o que aparecía cuando pensaba en Max. Una descarga eléctrica animando su corazón; como si alguien usara un desfibrilador contra él, y la corriente hiciera reaccionar su corazón. 

-Gracias- pronunció en una exhalación de aire- No debiste molestarte.

-Sí, es tu cumpleaños, y eres mi amigo, creo- Max alzó una ceja y frunció los labios, pero aún se percibía su sonrisa traviesa.

-¿Compartimos?- propuso Sergio, con un deseo extremo, inconscientemente, de permanecer junto al neerlandés el mayor tiempo posible.







Max consiguió dos cucharas de plástico en la cafetería del instituto y volvió al aula de clases, donde Sergio esperaba sentado frente al escritorio. Le dio una cuchara, permitió que él abriera el pastel y comiera el primer bocado. 

Por turnos, comían tomando con la cuchara trozos pequeños del pastel. Max hablaba con Sergio, y aunque éste lo escuchaba, una parte de él estaba perdida. Extraviada en el camino equivocado.

Perdido en ojos azules, que mostraban un mar inquieto, que le hablaba, que se comunicaba con él; una mirada entre ellos decía más que un millar de palabras.

Perdido en labios que se pronunciaban preocupados por él. En la voz que sonaba interesada en él. "¿Estás bien?, ¿todo bien?, ¿cómo ha estado tu día?, ¿qué te gusta?, ¡es tu cumpleaños!". Era sentirse... alguien. 

Perdido en la paz que él le brindaba. Quizá al principio no fue así ni solo él lo hacía sentir de tal modo; pero eran embriagantes las risas, silencios, conversaciones, bromas y todo momento que pasaba con él.

Perdido en su personalidad, y en lo que idealizó de él; subiéndolo al podio, en primer lugar.

Y lo detestó, por dos razones. La primera, porque se estaba enamorando por primera vez en su vida. Rebobinó en sus recuerdos, en la primera vez que vio a Carola y, como le confesó a Max meses atrás, pensó "Es hermosa", y en su estómago se formó un enorme torbellino de... nada. En su primera cita, asistieron a un restaurante, Carola habló toda la cena. Sergio volvió a casa aburrido, pero cuando sus padres llamaron para preguntar sobre la cita, el contestó un simple "bien". En las siguientes citas, Carola le hablaba de sus gustos, pasatiempos, trabajo, su pasado, sus planes a futuro, ambiciones y sus deseos; le comunicó lo que apreciaba y lo que le desagradaba. Sergio la conoció prácticamente en su totalidad. Y entonces, la quiso. La quería. Era la madre de sus hijos y una mujer admirable. A Sergio le gustaba la persona que era Carola, aunque dudaba que ella conociera quien era él realmente. La quería, pero no podía recordar sentirse enamorado de ella. Ni siquiera una pizca de lo que estaba comenzando a sentir ahora.  Se odió un poco, se sentía como adolescente, impulsivo e inexperto, experimentando sensaciones con una intensidad inmensa que jamás había vivido. Él quería a su esposa, pero entonces...

Y la segunda, ¿dónde colocaba a su esposa e hijos en dicha ecuación? ¿Qué hacía él pensando en otra persona que no fuera su familia? Era incorrecto, era desleal e irrespetuoso, y eso le quemaba por dentro. Estar y pensar en cierta persona le provocaba una dosis de felicidad; pero pensar que pensaba demasiado en esa persona, se estaba convirtiendo en una tortura.

Quizá no se estaba enamorando, quizá esa no era la palabra correcta, quizá...

-¿Estás bien?- "no, no otra vez"- Luces distraído.

-Te estoy escuchando- repuso Sergio- Tienes un dilema sobre dos alumnos conflictivos. Lando y Esteban pelean demasiado y estás debatiendo sobre cual solución es la más adecuada.

-Cierto- Max asintió- Pero aún creo que estabas sobrepensando.

-Perdona, creo que mi mente se ocupaba de los asuntos del trabajo- movió los dedos nervioso, no solía ser hábil para las mentiras.

-¿Hay problemas en la empresa?- preguntó preocupado.

-No, no es eso- negó con rapidez- No es nada importante. A veces mi cabeza trabaja en idear alternativas para mantener las ventas estables.

Sus dedos seguían tamborileando sobre el escritorio, y Max lo notó, y creyó que mentía.

-No sé mucho sobre administración de empresas, menos de ventas, pero- colocó su mano sobre la del mexicano, y apretó suavemente, deteniendo el tic nervioso de éste- si necesitas apoyo, sabes que cuentas conmigo, ¿verdad?

A Sergio le tomó dos segundos responder "Gracias". En esos dos segundos, Sergio se paralizó, mas no de terror. No había corrientes eléctricas ni aceleraciones cardíacas. Una ola de calma lo invadió. No hubo fuegos artificiales ni mariposas en el estómago, era estar tumbado boca arriba en el césped y mirar un cielo azul con nubes de una mezcla de tonalidades blancas y rosas, con el canto de los pájaros como único sonido perceptible.

Max sonrió y lo soltó.

La palabra era correcta.

Sergio se estaba enamorando del profesor de su hijo.







*Hola a todos, ¿cómo están?

Me atrevía poner a Norris y Ocon como niños, ja, pero es sólo por colocar referencias a la F1.

¿Les está gustando la historia? Por favor, agradecería mucho que comentaran y dieran sus opiniones.

Gracias. Un abrazo *











1 + 1 = DOS ENAMORADOS. [CHESTAPPEN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora