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Sergio y Max intercambiaban mensajes todos los días. En su mayoría, mensajes sin sentido, como imágenes o vídeos humorísticos, aunque también escribían sobre algún hecho relevante en su día, debatían sobre deportes o incluso se consultaban mutuamente; cuando Max, comprando zapatos en una plaza comercial un domingo, le envió una foto a Sergio, mostrando el calzado azul marino que dudaba adquirir, y en cuestión de segundos, Sergio respondió con un emoticono de pulgar arriba, dando su aprobación, ó, cuando Sergio estaba aburrido en casa, un fin de semana en el que Carola había llevado a los niños con sus abuelos maternos, y le preguntó a Max si podía recomendarle alguna película o serie para entretenerse, y el neerlandés sugirió un documental sobre el universo.

En los últimos días del mes de Noviembre, Max le contó que fue elegido para dirigir la obra de teatro navideña del colegio.

¿Y no te agrada la idea?   21:17

Nunca he dirigido una obra de teatro. No sé si producir "el Cascanueces", "el Grinch", o una pastorela.    21:18

Bueno, creo lo harás bien, sin importar que opción decidas.  21:19

El dieciocho de Diciembre por la tarde/ noche, último día de clases antes de vacaciones, la obra de teatro "El Grinch" fue presentada. Todos los padres de familia estaban invitados. Sergio, acompañado de Carola, llegó veinte minutos antes de la hora citada. Tomó a su hijo en brazos y lo llevó al aula, la cual el profesor Verstappen transformó en el camerino de los niños. En el fondo del salón se encontraba el castaño, retocando el disfraz verde de su alumno. Sergio bajó a su hijo, quien corrió para reunirse a sus amigos. 

-No estás nervioso- afirmó el pelinegro cuando estuvo cerca de Max.

-No, tienes razón, lo haremos muy bien- alzó la voz para alentar a sus alumnos. Sonaba seguro, su voz firme y motivada.

-Me voy- dijo sonriente- No necesitas que te desee suerte.



Los ojos de Sergio se iluminaron mientras veía a su hijo actuar como uno de los "quién". Su esposa, al lado izquierdo, grababa con una videocámara la obra. El escenario estaba repleto de algodón, que simulaba la nieve. La escenografía consistía en un mural, realizado por alumnos de un grado mayor, de la villa de los "quién", pintada a manos y con esferas adheridas de unicel, sumamente pequeñas,  para simular las estrellas. Casas de cartón y un árbol enorme de Navidad hecho de madera y con tapas de botellas, de diferentes colores, como esferas. Para la cueva del Grinch, cambiaban rápidamente el colorido mural y las casas y árbol, por un biombo de madera muy grande que habían forrado con papel texturizado de un color café oscuro y muebles fabricados con cajas de papel, como una cama y una estufa. También, Max, consiguió un pizarrón pequeño móvil, para trasladarlo fácilmente. Durante las escenas finales, desde la parte superior del teatro, dos alumnos dejaron caer papel blanco cortado en círculos diminutos.

A su derecha, Kelly parecía exageradamente entusiasmada por su hija, Penélope, quien interpretó a la pequeña Cindy Lou; mas no le molestó, sabía que la locura repentina formaba parte de ser padre. Ese orgullo y admiración por cualquier acción, insignificante para otros, que tus hijos realizaran. O por lo menos, así era para él, solía maravillarse y alegrarse por una simple palabra que sus hijos pronunciaran.

Al finalizar, los presentes aplaudieron de pie. Max, como el profesor responsable de la representación, salió al escenario, se colocó al centro de sus alumnos, y juntos realizaron una reverencia. Sergio vitoreaba con la vista fija en Chequito, pero no pudo evitar que su mirada se desviara hacia el neerlandés cuando éste apareció. Verstappen también lo observaba, la sonrisa de ambos era radiante, brillante, y el corazón de Sergio dio un brinco, y no le importó; estaba absorto en la sonrisa imperfecta, pero única, de Max.



Sentado en el sofá, con su hija en brazos y apartado del alboroto familiar, Sergio jugaba con Carlota. Su familia y la de Carola habían llegado muy temprano ese día a casa de los Pérez para celebrar la Navidad. Los niños gritaban y corrían por toda la casa, los adultos conversaban en voz alta y Sergio, incómodo ante muchas personas, prefirió alejarse.

Al poco rato, Carlota se durmió, Sergio la llevó a su habitación, le besó la frente y volvió a la sala solo. El árbol de Navidad, que decoró con Chequito al inicio del mes, iluminaba toda la habitación. Sus esferas plateadas y doradas brillaban con más intensidad debido a las luces blancas que las acompañaban. Sergio notó el contraste de ambos colores, el dorado, resplandeciente y alegre; y las plateadas, en las cuales pudo reflejarse. Entonces, recordó a Max. Recordó que el neerlandés se encontraba solo, y deseó verlo.

-Iré a comprar sidra- le avisó a su esposa, mientras tomaba las llaves de su auto y se colocaba su abrigo.

-Tenemos sidra, Sergio- repuso Carola.

-No la suficiente- mintió- No tardaré, lo prometo.

Max Verstappen intentó disimular su sorpresa cuando, al abrir la puerta de su apartamento, vio a Sergio de pie frente a él. 

-Hey, ¿estás bien?-preguntó el castaño. 

-Sí, es solo que...- sonaba levemente ansioso- Debo ir al supermercado a comprar algunas cosas y tu apartamento estaba de paso, así que...- nuevamente hizo una pausa- Así que pensé en detenerme un momento y saludarte.

-De acuerdo- Max rió suavemente, y se apartó de la puerta, invitando al pelinegro a entrar.

El apartamento de Max no era demasiado grande ni demasiado pequeño, era del tamaño ideal para una persona. Estaba pintado de color beige; un color, que por cierto, no le gustaba al castaño, pero tampoco tenía tiempo de cambiarlo. Su árbol de Navidad, por lo tanto, era más pequeño que el de Sergio, decorado con esferas anaranjadas y marrones, y únicamente un regalo debajo del pino. 

-Tengo vino, ¿te apetece una copa?- ofreció Max. Tenía puesto un suéter color mostaza, que resaltaba su apariencia.

-Perfecto.

El pelinegro lo observó ir a la cocina, servir las dos copas con alcohol y regresar junto a él. Agradeció al tener la copa en la mano. Max estiró la suya en dirección al mexicano, el sonido de las copas al chocar resonó en el lugar, y acto seguido, bebieron un sorbo.

-Feliz Navidad, Max.

-Feliz Navidad, Sergio.

Max miró a Sergio y sonrió, una ola de calma apaciguando el nerviosismo. Sergio se preguntó por qué la compañía de Max lo relajaba. Por qué aquella sonrisa le transmitía paz. Por qué, en ese instante, comenzó a sentir un cosquilleo en el estómago. 

Probablemente era culpa del vino.

-Reconozco que es la mejor Navidad que he tenido en años- su voz era alegre- Y es por tu visita, gracias.

-Debo marcharme- Sergio dejó la copa en la mesa de centro- Tengo que comprar sidra.

-Claro- caminaron juntos a la salida- Saluda a los niños y a Carola por mí, por favor- pidió el castaño.

Carola.

Sergio no respondió.

-Feliz Navidad, Sergio- repitió Max.

-Feliz Navidad, profesor Verstappen- se despidió el mexicano, con un leve, casi imperceptible, dolor en el pecho.











1 + 1 = DOS ENAMORADOS. [CHESTAPPEN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora