Sergio y Carola llegaron puntual al evento escolar del Día del amor y la amistad. Carlota, su hija menor, le extendió sus bracitos a su padre, queriendo que éste la llevara en brazos; a pesar del extremo cansancio que sentía, accedió. Había dormido poco últimamente y eso le provocó enormes ojeras; cierta aparición neerlandesa en su mente lo despertaba abruptamente casi todas las noches, y la ansiedad le impedía volver a dormir.
Carola le preguntó una vez si se encontraba bien, él le pidió que no se preocupara, que se trataba de estrés laboral, y ella no cuestionó más.
También había ignorado la mayoría de los mensajes de Max. Se excusó diciendo que tenía mucho trabajo en la empresa. Max no le creyó. Incluso mintió asegurando que llegaba muy tarde a casa cuando, en dos ocasiones, el castaño quiso visitarlo. Lo había evitado, aunque realmente sí quería verlo. En su cabeza, la idea de no estar cerca de Max lograría que los sentimientos que comenzaba a sentir por él se desecharían; aunque, para su fortuna o no, estaba consiguiendo lo opuesto, y los pensamientos sobre Max se triplicaban a velocidad de la luz. Sobretodo, esa mañana.
Sergio y Carola entraron al salón de clases y se posicionaron junto a los otros adultos. Todos los padres, de pie frente a la pared, rodeaban el aula. La actividad que el profesor Verstappen propuso para ese día fue que los alumnos escribieran cartas para las personas que amaban, expresando sus sentimientos por ellos con palabras o dibujos. Invitó a los padres porque sabía que los niños crearían cartas para su familia; y no se equivocaba, Chequito escribió, con letra temblorosa y faltas de ortografía, cartas para su mamá, su papá, su hermana y un par de amigos suyos.
Sergio no quería asistir, pero su hijo insistió, "tu carta es la más bonita, papi", y entonces supo que no podría negarse ante su hijo.
Al entrar, intentó no mirar a Max, pero éste era un imán, cuyas fuerzas magnéticas atraían al mexicano con tal intensidad que le fue imposible no fracasar. Max le sonrió; no obstante, no era su típica sonrisa desbordante de alegría, era una sonrisa apenas perceptible, sus labios curvándose solo unos milímetros. Max lo observó de pies a cabeza, y su mirada reflejó preocupación. Las bolsas bajo ojos cansados, el cabello ligeramente desaliñado y la seriedad en su rostro inquietaron al neerlandés. Es cierto que en un principio Max conoció a un Sergio sobrio y reservado; pero eso era pasado, y el castaño se había acostumbrado ya al Sergio del presente, al que sonreía y reía con él... y por él, aunque eso no lo sabía. Aún no.
Ambos desviaron la mirada. El profesor Verstappen dio indicaciones e inició la actividad. Los niños caminaron hasta sus familias o amigos y entregaban sus cartas y dibujos. Cuando Sergio terminó de leer la suya, abrazó a su hijo, le besó la mejilla y con su dedo índice, golpeó muy suavemente su nariz. Chequito sonrió y sacó un dibujo de su mochila.
-Este es para el profesor Verstappen- dijo extendiendo la hoja de papel frente a sus padres. El dibujo consistía en un hombre junto a muchos niños y un corazón naranja.
-¿Le hiciste un dibujo a tu maestro, Chequito?- preguntó Carola sorprendida.
-Todos hicimos un dibujo para el profesor- afirmó antes de dar media vuelta y correr al escritorio, donde se hallaba Max. Tomó el dibujo en sus manos, lo admiró y con una sonrisa, abrazó al pequeño. Allí estaba otra vez, la sonrisa contagiosa que le gustaba a Sergio. Apreciar eso lo animó. Max se levantó, pidió permiso a los padres y salió del aula. Sin pensar en una razón, Sergio le entregó a Carlota a su madre.
-Dame un segundo, iré al sanitario- y salió tras de Max.
Sergio entró al sanitario de hombres un par de minutos después que Max. El más alto, frente a los lavamanos, volteó a verlo.
-¿Está todo bien?- preguntó con el ceño fruncido- No has hablado demasiado conmigo, y perdona, pero tu aspecto de hoy es terrible, te dije que...
-¿Hay alguien aquí?- su voz era firme, sorprendiendo al propio Sergio.
-No- Sergio cerró la puerta con cerrojo- ¿Qué pasa?
Sergio no respondió. Aunque su voz sonaba segura, Max pudo percibir la ansiedad que emanaba. Notó como Sergio iba a dar un paso al frente, acercándose a él, pero se detuvo si avanzar realmente. En el silencio, lo escuchó suspirar pesadamente. Sus manos, a sus costados, se cerraron en puños y luego volvió a extenderlas. Sergio se ahogaba en angustia, y su garganta ardió hasta que habló. No se trataba de valentía, simplemente no pudo contenerse más. Sus sentimientos eran una bomba, y las palabras que proclamaría, la explosión.
-Sergio, ¿estás bien?- volvió a preguntar Max.
- No, no estoy bien. Quiero besarte- admitió con culpa; como si fuera un niño que acaba de romper un jarrón.
-¿Qué?- soltó una risa sonora. Había escuchado perfectamente, pero seguramente el mexicano vacilaba.
-Le pediste a los niños que escribieran una carta a la persona que más amaran, a la persona con quien les gustaría convivir este día- comenzó con rapidez- Entonces, dime, ¿por qué la primera persona en quién pensé, este día y todos los anteriores, fuiste tú?
-¿Hablas en serio?- la mirada del pelinegro lo confirmó. Una mirada que lo estremeció, que le afirmaba que Sergio no bromeaba ni hablaba de trivialidades; sino confesaba algo más profundo- ¿Te has vuelto loco?
-¿No fue así contigo?
-Eres un hombre casado, obviamente no pensé en ti- alzó la voz- ¿Cuál es tu problema?
-Mi problema es que al despertar , la segunda persona que deseo ver, después de mis hijos, eres tú. Apareces en mis sueños y te conviertes en mi pesadilla favorita. Que, ahora, prefiero tu compañía antes que la de mi esposa; porque tú provocas...algo, que con nadie antes experimenté, y me gusta. Y sé perfectamente lo desleal que es pensar de tal manera contigo, y no con ella. Y eso está torturándome. Intento convencerme que solo son sentimientos de una amistad "fantástica"- mencionó con sarcasmo la última palabra- pero, ¿por qué me parece erróneo llamarte amigo?
-El hielo que estás pisando es muy delgado, Sergio- Max no sabía que más decir.
-Alguna vez leí, no recuerdo donde, que el amor no puede describirse. Puedes intentar utilizar las palabras más hermosas, en todos los idiomas, y no parecerán suficientes. El amor no se dice, ni se escribe o dibuja, simplemente se siente- entonces, ahora, sí dio un paso corto al frente, solo para acercarse un poco más al neerlandés- Yo no sé si es amor, pero es lo más parecido, y lo siento contigo y por ti- meneó la cabeza de lado a lado- Creí que la solución era no verte más, y puedo hacerlo, quizá con mucho esfuerzo, pero... no quiero hacerlo. Así que, dime, ¿cómo arreglo esto?
-Estás confundido- repuso Max tras un largo silencio. No, no era una broma, y en el fondo, ni siquiera estaba seguro de desear que lo fuera- No quieres besarme- suavizó la voz- Y todo lo que mencionas, son tonterías. Porque, de lo contrario, si fuera cierto...
-¿Qué?- los ojos de Sergio brillaban, Max no supo si de tristeza o ilusión.
-Si fuera cierto, serías un desgraciado- le espetó con dolor- No sé que esperabas de mí.
-Iba a besarte- respondió- Quería besarte, sin preguntarte antes- suspiró- Pero me detuve. Porque era faltarte el respeto a ti, a mis hijos y a Carola; más de lo que ya he hecho. Tu respuesta te convierte en mejor persona que yo- se marchó.
Max permaneció en el sanitario, solo. Su cerebro procesando lo ocurrido. Maldijo a Sergio en silencio, cerró los ojos y apoyó la cabeza en la pared de atrás. No podía odiarlo, no cuando algunas de sus palabras eran las que alguna vez deseó escuchar; claro que nunca imaginó que las pronunciaría un hombre apuesto, inteligente... casado y padre de dos hijos.
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1 + 1 = DOS ENAMORADOS. [CHESTAPPEN]
Fanfiction"Y eso está torturándome. Intento convencerme que solo son sentimientos de una amistad "fantástica"- mencionó con sarcasmo la última palabra- pero, ¿por qué me parece erróneo llamarte amigo? -El hielo que estás pisando es muy delgado, Sergio- Max n...