Verano de 2004
Max tenía apenas siete años cuando su padre comenzó a llevarlo a las pistas de karting. Al principio, pensó que se trataba de un juego, un momento especial compartido con su padre. Pero pronto entendió que no estaba allí para divertirse. Desde el instante en que su pie tocó el acelerador, su infancia se deslizó bajo el peso de la ambición ajena. Para Jos Verstappen, esa pista no era un lugar de esparcimiento; era un campo de batalla en el que Max debía aprender a pelear solo, y a ganar.
Cada vez que llegaban, Jos lo guiaba sin una palabra cariñosa, sin un gesto cálido. Solo había instrucciones, órdenes envueltas en el aire denso de la pista. Max miraba a su alrededor y veía a otros niños riendo, disfrutando, a padres que los alentaban desde el borde de la pista. Él, sin embargo, tenía a Jos, que lo observaba con una mirada de acero, como si esperara algo que Max aún no comprendía.
Aquella tarde de verano, con el sol lanzando destellos sobre el asfalto, Max estaba sentado en su kart, aferrando el volante con todas sus fuerzas. Sus pequeñas manos estaban tensas, los nudillos blancos de la presión, y sus ojos -azules, llenos de una inocencia que el mundo todavía no había arrebatado- estaban fijos en la pista. Cada músculo de su cuerpo infantil estaba preparado, pero no para ganar; en su mente solo pensaba en el rostro de su padre, en la expresión que tendría si él fallaba.
Cuando la carrera comenzó, Max intentó concentrarse solo en el rugido de los motores, en la vibración del kart bajo él. Sus labios temblaban y apretaba los dientes, recordando las palabras que Jos le repetía incesantemente: "Tienes que ganar. Siempre tienes que ganar." Pero no era una frase de aliento, sino un veredicto. Si no ganaba, no había más que un vacío, un muro de desaprobación impenetrable.
Pese a sus intentos, Max apenas conseguía mantenerse en segundo lugar, con el líder escapándose cada vez más adelante. Su pecho se llenó de una mezcla de frustración y miedo, un terror desconocido y profundo que le comprimía el corazón. ¿Qué haría su papá cuando supiera que no podía ganar?
Cuando la carrera terminó, Max bajó del kart con las piernas temblorosas, el sudor resbalando por su frente y el corazón latiéndole tan rápido que apenas podía respirar. Su mirada buscó automáticamente a Jos, como un prisionero buscando la mirada del juez que dictará su sentencia.
Jos lo esperaba, de pie con los brazos cruzados y una expresión inescrutable, casi cruel en su indiferencia. Su silencio era como una tormenta, y Max sabía que sus palabras siempre caían como relámpagos. Cuando finalmente se acercó, sintió que cada paso hacia su padre era como un peso nuevo en sus hombros. No había nada que pudiera decir; el aire estaba cargado de una tensión implacable.
—¿Qué fue eso? —preguntó Jos, sus palabras como un cuchillo afilado. No alzó la voz, pero cada sílaba caía con desprecio. No había rabia, no había gritos, solo una frialdad que dolía aún más.
Max tragó saliva, intentando tragar también el miedo que le hacía arder la garganta. Apenas podía sostener la mirada de su padre.
—Lo intenté, papá... Casi lo consigo. —Su voz fue un susurro, temblorosa, rota. Él no era un ganador. No todavía.
Jos esbozó una mueca de desdén, y se inclinó hacia él, sus ojos clavándose en los de su hijo como una condena silenciosa.
—Casi no es suficiente, Max. Nunca lo será. —La dureza en sus palabras era devastadora, como si le estuviera recordando que, a pesar de todo su esfuerzo, Max no era más que una decepción. No había espacio para casi, para intentos, para errores—. Tienes que ganar, siempre. Si no puedes ganar, no sirves de nada. ¿De qué me sirve un hijo que "casi" lo consigue?
El pequeño bajó la cabeza, un nudo de impotencia y vergüenza formándose en su estómago. No había nada que pudiera decir, nada que justificara sus errores ante los ojos de su padre. Aprendió que las palabras eran inútiles, y en su corazón se grabó la certeza de que nunca sería lo suficientemente bueno.
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El diario del asiento 33B |CHESTAPPEN|
FanfictionMax Verstappen y Checo Pérez comparten un diario físico durante la competenecia, como parte de una actividad impuesta por Red Bull para mejorar su relación. En cada momento de soledad, uno escribe en el diario y lo entrega al otro, después de cada c...