3. Entre lineas

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El diario permanecía abierto sobre la mesa del hotel, justo en la esquina donde el mexicano lo había dejado después de la última carrera. Habían pasado dos días desde que le tocaba a Checo escribir, pero hasta ahora no había tenido el tiempo -o más bien, las ganas- de poner algo en esas páginas.

Abrió en la página donde Max había escrito por primera vez. Vio la hoja y lo que más le llamó la atención fue un párrafo evidentemente tachado. Pasó inevitablemente sus dedos por ahí y con seguridad supo que Max se había arrepentido de escribir lo que fuese que haya escrito ahí. Pues con solo tocar esas lineas, sintió que había un poco de furia. Eran trazos que se habían pasado a las hojas de atrás. Ni si quiera intentó descifrar el texto a contraluz, porque sabía que era imposible.

Checo no estaba seguro de querer leerlo, pero sabía que debía hacerlo antes de que el tiempo se le escapara y su turno llegara sin que pudiera responder. Tomó el cuaderno entre sus manos, y con un suspiro pesado, comenzó a leer.

Sabía que no podía esperar una respuesta cálida de Max, pero al leer aquellas palabras, no pudo evitar sentir una punzada en el pecho. La indiferencia y la cero autocrítica de Max lo molestaba más de lo que quería admitir.

Para el ojiazul, correr siempre había sido personal, y había algo en la frialdad del rubio que le daba la sensación de que nunca llegaría a conocerlo realmente como antes.
Como si mantuviera una barrera invisible, una que Checo no podía atravesar.

Mantuvo la mirada en el cuaderno por un momento más, preguntándose si debía responderle directamente, si debía enfrentarlo en estas páginas o si simplemente escribir lo que sentía sin dirigirse a él, era lo mejor.

Finalmente, decidió no añadir combustible al fuego. No era su estilo. Él era más maduro y pensante que su compañero.

Aunque eso no significaba que lo dejaría pasar sin hacerle saber su perspectiva.

Tomó el bolígrafo y comenzó a escribir su parte, dejando que sus pensamientos fluyeran de manera más tranquila, y menos combativa.

Sabía que tenía que decir algo. Si Horner o Marko leían este diario, lo mínimo que quería era que pareciera que ambos estaban participando en la tarea asignada, aunque ahora que lo pensaba, no había preguntado si ellos tenían el permiso de leerlo.

Podría simplemente rellenar el espacio con palabras vacías, pero había algo en el silencio incómodo que había tenido con Max estos últimos días que lo irritaba más de lo normal.

Empezó a escribir.

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Bueno... aquí estamos,
(Ya sentía que esto iba a ser raro.)

No sé si este diario va a solucionar algo, la verdad. Pero supongo que tengo que intentarlo. Es lo que nos pidieron, ¿no?

Sinceramente, Max, no sé cómo llegamos hasta aquí. Un día estamos corriendo como si fuéramos los mejores del equipo, y al siguiente estamos a punto de arrancarnos la cabeza. Supongo que eso es lo que pasa cuando dos personas tienen tanto en juego y además tienen temas no resueltos del pasado.

No es que me guste pelearme contigo, porque nunca lo he hecho, ni mucho menos que la prensa se haga eco de cada palabra que decimos, pero aquí estamos.

No puedo decir que te entiendo, porque no lo hago. Lo que pasa en la pista se queda en la pista, ¿no? Pero parece que para ti no es así. Y por más que trate de dejarlo ir después de cada carrera, siempre hay algo que vuelve a tensar las cosas. Sé que soy competitivo, pero no es nada personal... al menos no para mí. (Mentiroso, y mil veces mentiroso, claramente sí era personal).

El diario del asiento 33B |CHESTAPPEN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora