Westeros

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La Última Voluntad de la princesa

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La Última Voluntad de la princesa

El cielo de Rocadragón parecía estar de luto. Una oscuridad densa y opresiva envolvía los acantilados cuando los primeros rumores llegaron a la Fortaleza Roja. Al principio, nadie quería creerlo, pero la noticia se propagó como fuego salvaje: Rhaenyra Targaryen, la heredera designada, la joven princesa de apenas quince años, se había entregado a las llamas de Syrax.

Había sido una decisión que sacudiría los cimientos de los Siete Reinos, una tragedia personal que se transformaría en una llama incandescente que ardería en el corazón del reino. Solo quedaba el eco de su última voluntad, una misiva escrita con la tinta del dolor y la traición, cuyas palabras ahora estaban a punto de resonar en el salón del trono, frente a todos los que alguna vez la habían conocido.

La sala estaba abarrotada de nobles, consejeros y guardias reales, todos con el alma en vilo, como si el aire pesado predijera la catástrofe que estaba por desatarse. Viserys Targaryen, sentado en el Trono de Hierro, parecía una sombra de sí mismo. Su rostro pálido, demacrado por el dolor y la culpa, era una máscara rígida. Frente a él, el maestre temblaba mientras sostenía el pergamino. Daemon Targaryen, oculto en una esquina oscura, mantenía sus ojos clavados en la misiva, su rostro era una mezcla de rabia contenida y angustia inquebrantable. La familia Velaryon permanecían en silencio, como estatuas de dolor viviente, sabiendo ya que esta tragedia traería consigo una furia imparable.

El maestre carraspeó, su voz temblorosa rompió el tenso silencio de la sala cuando comenzó a leer en voz alta:

—"Padre, esta será mi última palabra. Mi corazón no puede soportar más. El dolor de la traición me ha desgarrado hasta el alma. Mi amiga Alicent, aquella a quien amé como una hermana, ahora conspira en mi contra, buscando que tu hijo Aegon, un niño de apenas tres años, sea proclamado heredero, simplemente por ser hombre. Yo, la que nació bajo la promesa del Trono, la que tú designaste como tu sucesora, ahora soy reducida a una copera en tu consejo, sin autoridad ni respeto.

¿Por qué no me defendiste, padre? ¿Por qué me dejaste sola?

El trono que soñé se ha convertido en una pesadilla de intrigas. Me niego a seguir siendo parte de este juego. Pero antes de que el fuego me consuma, dejo claro que mi tía Rhaenys, la 'Reina que Nunca Fue', es la única que tiene derecho a sentarse en el Trono de Hierro. Aegon no es mi familia, nunca lo será. Es un bastardo, concebido en pecado antes de que tú y Alicent se casaran.

Padre, tú no respetaste el luto por mi madre. Fuiste tú quien mató a Aemma, al ordenar que abrieran su vientre. Eres un mataparientes, y ahora te conviertes también en asesino de tu propia hija."

El maestre vaciló, su mano temblaba mientras se secaba el sudor de la frente. Daemon dio un paso al frente, sus ojos centelleaban con una ira contenida, pero el maestre continuó hablando, consciente de que las palabras finales de Rhaenyra serían un golpe devastador.

La Princesa y el Heredero de SlytherinWhere stories live. Discover now