El eco de los aplausos aún resonaba en el estadio, pero no en la mente de Jungkook. Mientras se quitaba la chaqueta de cuero empapada de sudor, una sensación de inquietud lo envolvía. El concierto había sido perfecto, como siempre, pero algo estaba fuera de lugar. Sentía un nudo en el pecho que no desaparecía, a pesar de la euforia del público. La adrenalina no lo dejaba pensar con claridad.
Scream Bullet, su banda de rock alternativo, era una de las más grandes sensaciones del momento. Formada por cinco miembros, todos con personalidades intensas y dispares, habían alcanzado la fama mundial. Las guitarras estridentes, las letras emocionales y la energía cruda sobre el escenario los distinguían de otras bandas. Pero debajo de la imagen de éxito, no todo era tan armónico.
Jungkook, el guitarrista principal y vocalista secundario, siempre había sido el perfeccionista del grupo. Desde los primeros ensayos, había tenido el impulso de controlar cada detalle: el sonido, la puesta en escena, la composición de las canciones. Necesitaba que todo saliera bien. Era casi una obsesión.
Por otro lado, estaba Taehyung, el vocalista principal y ocasional tecladista. Su presencia escénica era magnética, su voz única. Pero su actitud relajada, a veces errática, siempre había sido un contraste radical con la forma de ser de Jungkook. Mientras Jungkook vivía para perfeccionar su arte, Taehyung parecía moverse por instinto, confiando en su intuición y en una energía creativa difícil de encasillar.
—¿Otra vez en tu modo robot? —dijo Taehyung desde la puerta del camerino, con una sonrisa ladeada. Su voz resonaba suave, casi perezosa, pero había un filo apenas perceptible en sus palabras.
Jungkook cerró los ojos por un segundo, intentando calmarse antes de responder. Sabía que Taehyung estaba buscando una reacción de él, como siempre.
—Alguien tiene que asegurarse de que todo salga bien —respondió Jungkook sin volverse, manteniendo su tono neutral.
Taehyung soltó una risa seca mientras caminaba hasta quedar a su lado, tirando su micrófono sobre la mesa de maquillaje con un movimiento despreocupado.
—Sí, claro, porque si no fuera por ti todo se vendría abajo, ¿no? —Su tono era sarcástico, pero había algo más en su mirada, algo que Jungkook no pudo identificar.
Jungkook lo miró de reojo, intentando ignorar la sensación de irritación que le provocaba estar cerca de él. Era odio lo que sentía. Se lo repetía constantemente. ¿Cómo podía no odiar a alguien que lo sacaba tanto de quicio?
—Al menos alguien se toma esto en serio —murmuró Jungkook, volviéndose hacia él con una expresión tensa.
Taehyung arqueó una ceja y dio un paso más cerca, tan cerca que Jungkook pudo ver el brillo de sudor en su piel y el desorden de su cabello, aún alborotado por el show.
—No digas que no me tomo esto en serio —Taehyung lo miraba fijamente, su sonrisa habitual desaparecida, reemplazada por una expresión que Jungkook no reconocía.
—¿Ah, no? Porque a veces parece que solo estás aquí para divertirte —Jungkook replicó, su voz subiendo apenas un poco de tono.
Taehyung lo miró, sorprendido. Luego, esa sonrisa regresó, más fría esta vez.
—¿Y qué si lo hago? —murmuró Taehyung, antes de apartar la mirada.
Jungkook se quedó en silencio, sin saber cómo responder. Sentía el calor de la frustración subiendo por su garganta. Taehyung era una constante contradicción en su vida: impredecible, provocador, pero, de alguna forma, imprescindible.
El sonido de una puerta al abrirse interrumpió el momento. Jin, el bajista de la banda, entró al camerino, su rostro relajado y una botella de agua en la mano.
ESTÁS LEYENDO
La máscara del odio
Hayran KurguJungkook y Taehyung han sido compañeros de banda durante años. A ojos del público, parecen ser cercanos, mostrando una química en el escenario que los fans adoran. Sin embargo, detrás de cámaras, apenas pueden tolerarse. Desde que debutaron, han ten...