"La mitología griega es eso, un mito"
Pero ¿que pasaría si lejos de serlo es una realidad?, solo que esta ya no perduraba en como suelen decir en los libros, puede que esta tal vez hubiera avanzado tanto... como para crear nuevos Dioses del Olimpo.
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¿Porqué carajos no despierta?...
Se preguntaba aquél Dios mirando fijamente a la gran cama donde el cuerpo de cierto pecoso reposaba.
Había pasado una semana en la que lo habían trasladado a su templo y en lo que cabía, lo habían ido a visitar Dioses, Semidioses y Criaturas de todos lados.
Algunos agradecidos por haber salvado a sus hijos y otros preocupados por el Angel que alguna vez los ayudó.
— Me está desesperando — caminó de un lado a otro por la gran habitación.
— Hijo debes calmarte, tal vez su cuerpo siga atrapado en el alma del Surrante o en trance por lo ocurrido. — le habló la Diosa de la Belleza acercándose.
Ella tomó tus mejillas dejando un beso en su frente y poniendo su cabeza en su hombro para que se calmara. Aquella de cabello rubio largo y ondulado era de las pocas personas que podían calmar a su hijo alterado.
— No debí soltar su mano — susurró mirándolo por sobre el hombro de su madre.
— Él no debió sacrificarse por tanta gente que siquiera lo respetaba — habló una voz gruesa, una cabellera rubia algo dorada se presentó.
— Papá... — habló el menor de la familia.
— Es la verdad... siempre fue un Dios muy fuerte, solitario, algo enojón y un poco mimado. Pero el ser del mundo de los demonios no le dababa derecho a nadie de tratarlo mal o crear rumores sobre él. — habló el Dios de la Guerra.
El hombre tenía un punto, Felix no tuvo porqué salvarlos a todos y caer en una cama, pudo salvar a quienes realmente importaban y ya. Pero así no pensaba el pecoso, prefirió sacrificarse para salvar a todos aquellos que lo despreciaban y cerrarles las bocas.
Aunque ahora estuviera ahí, sin mover siquiera un dedo, sin ver y tal vez... sin escuchar todo a su alrrededor.
— Me encantaría saber porqué nunca lo vi... nunca pude verlo cuando eramos pequeños. Siquiera cuando venía a este Templo con ustedes, nunca pude hablar con él. — murmuró el de ojos verdes.
— Siempre se la pasaba en la biblioteca, en su habitación, curando almas, en el bosque o estudiando. — habló una voz un poco apagada.
Persefone apareció, la pelirroja luciendo más tranquila que toda esa semana, ya que había estado alterada. A su lado, se hizo ver a Hades, sin el tono altivo que siempre tenía, miraba a su hijo en cama con algo de tristeza.
— Tú ayudaste a que él los salvara y no se perdiera en ese lugar, agradecemos eso Sam... a pesar de que se odien — habló la Diosa de la Naturaleza con tranquilidad.
— Entonces, ¿de que sirvió?, no debí soltar su mano aunque me lo dijera, se quedó en trance y para mí es lo mismo que perderlo — habló serio y mirando al pecoso.